Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 254-264), por Witness Lee

VII. EL DISFRUTE EN LA NUEVA JERUSALÉN

A. Participar en la ciudad santa como corporificación de todas las bendiciones del Dios Triuno procesado y consumado; únicamente los inscritos en el libro de vida del Cordero tienen derecho a entrar

El primer aspecto de nuestro disfrute en la Nueva Jerusalén será poder participar en la ciudad santa como corporificación de todas las bendiciones del Dios Triuno procesado y consumado. Apocalipsis 22:19 dice: “Si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida, y de la santa ciudad, de los cuales se ha escrito en este libro”. Esto indica que tener parte en la ciudad santa es un asunto de suma importancia para nosotros.

Apocalipsis 22:14c habla de “entrar por las puertas en la ciudad”. Entrar por las puertas en la ciudad es entrar en la Nueva Jerusalén, la esfera de la bendición eterna de Dios, mediante la regeneración efectuada por Cristo, quien vence la muerte e imparte vida. Tal como nos dice Apocalipsis 21:27, únicamente quienes estén inscritos en el libro de la vida del Cordero tendrán derecho a entrar en la ciudad santa.

La ciudad santa de la cual seremos partícipes y disfrutaremos es el Dios Triuno procesado y consumado que se ha mezclado con todos Sus santos. En esta entidad única, la ciudad santa, disfrutaremos no solamente al Dios Triuno, sino también disfrutaremos al Dios Triuno en todos los santos. Esto significa que disfrutaremos mutuamente al Dios Triuno que está en nosotros y que disfrutaremos los unos de los otros en el Dios Triuno.

B. Alimentarse del árbol de la vida, la corporificación de la vida divina, con todas sus inescrutables riquezas

El segundo aspecto de nuestro disfrute en la Nueva Jerusalén es el árbol de la vida. El árbol de la vida es nada menos que Cristo, el Hijo de Dios, el Cordero redentor, como nuestro suministro de vida. Este árbol es rico, lozano y refrescante. Hemos sido redimidos para poder tener derecho al árbol de la vida.

Apocalipsis 22:14a dice: “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida”. Este versículo puede considerarse una promesa acerca de disfrutar del árbol de la vida, el cual es Cristo con todas las riquezas de la vida divina.

Después de haber sido creado el hombre, fue puesto frente al árbol de la vida (Gn. 2:8-9), lo cual indica que tenía el privilegio de participar de ese árbol. Sin embargo, debido a la caída, el camino que da acceso al árbol de la vida le fue cerrado por la gloria, santidad y justicia de Dios (3:24). Mediante la redención que Cristo efectuó, la cual satisfizo todos los requisitos de la gloria, santidad y justicia de Dios, el camino al árbol de la vida les fue abierto de nuevo a los creyentes (He. 10:19-20). Por tanto, los creyentes que lavan sus vestiduras en la sangre redentora de Cristo tienen derecho a disfrutar el árbol de la vida como su porción eterna en la ciudad santa, el Paraíso de Dios, en la eternidad (Ap. 2:7; 22:14).

C. Beber del agua de vida que fluye de su manantial (Cristo) como fluir del Dios Triuno procesado y consumado

Otro aspecto del disfrute de los redimidos de Dios en la eternidad es el agua de vida (Ap. 22:17; 21:16). El agua de vida del Espíritu vivificante es nuestra bebida eterna, y el Espíritu vivificante en realidad es el Dios Triuno procesado y consumado que fluye para ser nuestra bebida. Tenemos necesidad tanto de comer como de beber, pues no sería placentero comer sin tener qué beber. Alabamos al Señor que por la eternidad en la Nueva Jerusalén tendremos como alimento el árbol de la vida y como bebida al Espíritu vivificante.

En la Nueva Jerusalén todos los redimidos por Dios beberán el agua de vida como su porción eterna. Esto indica que incluso en la eternidad futura todavía tendremos necesidad del suministro de la impartición divina de la Trinidad Divina. Esa impartición será el manantial del agua de vida. El manantial es Dios mismo en Cristo, y el agua de vida es el fluir del Espíritu vivificante. En la Nueva Jerusalén, el propio Dios Triuno fluirá como agua de vida para abastecernos eternamente.

El agua de vida, nuestra bebida eterna, es resplandeciente como el cristal (22:1). En el Espíritu vivificante no hay nada opaco. Al beber de este Espíritu eterno, todo se vuelve claro como el cristal.

(Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 254-264), capítulo 11, por Witness Lee)