Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 254-264), por Witness Lee

IV. EL TABERNÁCULO DE DIOS

Apocalipsis 21:3 dice: “Oí una gran voz que salía del trono que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él fijará Su tabernáculo con ellos; y ellos serán Sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos”. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios compara a Su pueblo escogido con una morada para Él (Éx. 29:45-46; Nm. 5:3; Ez. 43:7, 9; Sal. 68:18; 1 Co. 3:16-17; 6:19; 2 Co. 6:16; 1 Ti. 3:15). La morada de Dios tiene por finalidad que Dios obtenga Su reposo en expresión. En la Nueva Jerusalén Dios obtendrá pleno reposo en expresión por la eternidad.

A. Tipificada por el tabernáculo en el Antiguo Testamento

La Nueva Jerusalén como tabernáculo de Dios es tipificada por el tabernáculo en el Antiguo Testamento (Éx. 25:9; 26:6, 30). Mientras que el Arca tipifica a Cristo como individuo, el tabernáculo tipifica tanto al Cristo individual, la Cabeza, como al Cristo corporativo, el Cuerpo. El Nuevo Testamento revela claramente que Cristo como individuo es la Cabeza, pero que este Cristo tiene que tener un Cuerpo, el cual es la iglesia (Ef. 1:22-23). En Éxodo no solamente tenemos el Arca-Cristo, sino también el tabernáculo-Cristo, es decir, no solamente a Cristo como individuo, sino también al Cristo corporativo.

Éxodo 25:8 y 9 dicen: “Que me hagan un santuario, para que habite en medio de ellos. Conforme a todo lo que Yo te muestre, el modelo del tabernáculo y el modelo de todos sus enseres, así lo haréis”. Este santuario fue el tabernáculo, el cual representa la morada de Dios. Esta morada no servía únicamente para vivir en ella, sino que también proporcionaba disfrute. La morada de Dios es el lugar donde Él puede llegar a ser el disfrute de Su pueblo, el lugar donde el pueblo de Dios puede participar en el pleno disfrute de Dios mismo.

B. Tiene al Cristo encarnado como su realidad

El tabernáculo de Dios tiene al Cristo encarnado como su realidad. En Éxodo se nos presenta el tipo, y en Juan 1:14 vemos su cumplimiento. Dios mismo, quien era la Palabra (Jn. 1:1), se hizo carne para fijar Su tabernáculo entre nosotros. Cristo, como corporificación del Dios Triuno, es el tabernáculo de Dios. Este tabernáculo es la morada de Dios con miras a Su expresión; además, este tabernáculo cumple la función de que nosotros podamos entrar en Dios para disfrutarle.

El tabernáculo del Antiguo Testamento fue un tipo, una prefigura, del verdadero tabernáculo, el cual era Cristo en la carne. En el Antiguo Testamento Dios estaba en el tabernáculo, pues el tabernáculo trajo a Dios a los hijos de Israel. En el tiempo del Nuevo Testamento, Cristo en la carne era el tabernáculo que trajo a Dios al hombre a fin de que el hombre pueda disfrutarle. Mediante la encarnación Dios se hizo hombre, se mezcló con el hombre y llegó a ser Su propia morada. En Cristo, el verdadero tabernáculo, Dios se corporificó para nuestro disfrute.

Juan 1:14 dice: “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. Aquí vemos que Cristo, la Palabra encarnada, es un tabernáculo. Este tabernáculo representa la Palabra que se hace carne como expresión de Dios. El significado de la palabra expresión aquí es el mismo que denota el oro en el tabernáculo del Antiguo Testamento. El tabernáculo fue edificado con tablas de madera de acacia recubiertas de oro, lo cual representa a Dios expresado. Cuando Cristo estuvo en la tierra, le acompañaba cierto resplandor, y dicho resplandor era la expresión de Dios, tipificada por el oro del tabernáculo.

Cristo, como tabernáculo, participó de humanidad. Que la Palabra se hiciera carne significa que la Palabra adquirió la naturaleza humana. La humanidad es tipificada por la madera de acacia del tabernáculo (Éx. 26:15, 26). El oro y la madera de acacia significan, respectivamente, la naturaleza divina de Cristo y Su naturaleza humana.

Además, como Aquel que es el tabernáculo, Cristo es la corporificación de Dios. “En Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). La plenitud de la Deidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu— está corporificada en el tabernáculo, y esta corporificación es la morada de Dios entre los hombres.

La plenitud de la Deidad se ha corporificado en el tabernáculo a fin de que el hombre pueda entrar en Dios y disfrutar a Dios. Originalmente, Dios era misterioso, invisible e intocable; pero Dios ha sido corporificado en un tabernáculo en el que se puede entrar. Esto significa que podemos entrar en Dios; podemos entrar en Él y disfrutarle.

(Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 254-264), capítulo 5, por Witness Lee)