Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 254-264), por Witness Lee

I. LA JERUSALÉN DE ARRIBA

La Nueva Jerusalén, el tema más misterioso y enigmático tratado en la Biblia, no es mencionada por primera vez en Apocalipsis 21 sino en Gálatas 4. Gálatas 4:26 hace referencia a “la Jerusalén de arriba”, esto es, a la Jerusalén celestial, presentada en contraste con la Jerusalén terrenal.

A. Representa el nuevo pacto

Tal como lo indica Pablo en Gálatas 4:22-26, la Jerusalén de arriba representa el nuevo pacto. En estos versículos dos mujeres, las cuales corresponden a la Jerusalén terrenal y a la Jerusalén celestial, simbolizan dos pactos. Pablo dice: “Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava y el otro de la libre. Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por medio de la promesa. Lo cual fue dicho por alegoría, pues estas mujeres son dos pactos; uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. Ahora bien, Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de nosotros, es libre”. De los dos pactos mencionados en el versículo 24, uno es el pacto de la promesa, dado a Abraham, el cual está relacionado con el Nuevo Testamento, el pacto de la gracia, y el otro es el pacto de la ley, relacionado con Moisés, el cual no tiene nada que ver con el Nuevo Testamento. Sara, la mujer libre, quien corresponde a la Jerusalén de arriba, representa el pacto de la promesa, y Agar, la sierva, quien corresponde a la Jerusalén terrenal, representa el pacto de la ley.

En el versículo 25 Pablo se refiere a “la Jerusalén actual”. Jerusalén, la elegida de Dios (1 R. 14:21; Sal. 48:2, 8), debería pertenecer al pacto de la promesa, representado por Sara. Sin embargo, debido a que lleva al pueblo escogido por Dios a la esclavitud de la ley, corresponde al monte Sinaí, el cual pertenece al pacto de la ley representado por Agar. La Jerusalén de arriba, en cambio, está relacionada con el pacto de la promesa. Por tanto, según el contexto de estos versículos, la Jerusalén de arriba representa el nuevo pacto.

B. La madre de los creyentes neotestamentarios, a quienes produjo mediante la gracia

En Gálatas 4:26 Pablo dice que la Jerusalén de arriba es nuestra madre. La madre de los judaizantes es la Jerusalén terrenal, pero la madre de los creyentes es la Jerusalén celestial, que finalmente será la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva (Ap. 21:1-2). Ella es la madre de los creyentes neotestamentarios, que no son esclavos bajo la ley sino hijos bajo la gracia. Todos nosotros, los creyentes neotestamentarios, nacimos de la Jerusalén de arriba.

1. Compuesta de hijos

Según Apocalipsis 21, la Nueva Jerusalén será la esposa de Cristo (vs. 2, 9-10) y también el tabernáculo de Dios, Su habitación (v. 3). Apocalipsis 21:7 indica que la esposa de Cristo está compuesta de hijos. Como hijos de Dios, somos componentes de la Nueva Jerusalén, la esposa de Cristo. Puesto que somos componentes de la Nueva Jerusalén y puesto que la Nueva Jerusalén, la Jerusalén de arriba, es nuestra madre, entonces nosotros, los hijos, somos los componentes de la madre. Por tanto, la Nueva Jerusalén es la esposa de Cristo y nuestra madre. Por un lado, hemos nacido de esta madre; por otro, esta madre está compuesta de nosotros mismos, los hijos.

2. La ciudad que Abraham buscaba

La madre de los creyentes es la ciudad que Abraham buscaba. “Esperaba con anhelo la ciudad que tiene fundamentos, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios” (He. 11:10). Esta ciudad es identificada en Hebreos 12:22, donde dice que nos hemos acercado a la Jerusalén celestial, a la esposa de Cristo y la madre de los creyentes neotestamentarios, quien está compuesta de los hijos de Dios, los mismos que han nacido de ella. La esposa de Cristo es, por tanto, la ciudad que Abraham esperaba y la cual habría de venir.

Abraham ciertamente no esperaba con anhelo una ciudad material, una ciudad física. Una ciudad material no podría ser la esposa de Cristo ni la madre de los creyentes. Además, una ciudad material no podría estar compuesta de todos los que han sido salvos, los hijos de Dios. Si la Nueva Jerusalén, la Jerusalén de arriba, fuese una entidad física, ¿cómo podría producirnos como sus hijos? ¿Cómo podría ser la madre que nos produce una ciudad física edificada con oro, perlas y piedras preciosas materiales, todo lo cual no es orgánico y no puede producir nada? Esto, por supuesto, es imposible. No debemos entender la Nueva Jerusalén en un sentido físico o material, pues ella es por completo una entidad espiritual. Únicamente la mente natural e ignorante, es decir, una mente carente del adecuado conocimiento bíblico, podría entender la Nueva Jerusalén de este modo. Si nuestra mente ha sido iluminada y renovada, y si hemos recibido la educación espiritual adecuada, ciertamente no tendremos el entendimiento erróneo de que la Nueva Jerusalén es una entidad material; más bien, comprenderemos que la Nueva Jerusalén, como esposa de Cristo y madre de los creyentes neotestamentarios, es una entidad espiritual.

En la eternidad pasada Dios tenía un plan en conformidad con Su beneplácito. En el Nuevo Testamento este plan es llamado la economía de Dios. Según Su plan, Dios creó los cielos, la tierra y billones de cosas. Después, Él creó al hombre como centro de Su creación. La intención de Dios al crear al hombre era que el hombre fuese Su expresión y Su representante. Por tanto, el hombre fue creado a imagen de Dios. Después, se le dio al hombre ejercer dominio sobre todas las cosas creadas, especialmente las cosas terrenales.

El hombre creado por Dios fue engañado por el enemigo y cayó una y otra vez hasta que su situación fue la de un caso perdido. En cierto sentido, después de Babel Dios abandonó al hombre, pero no lo hizo por completo. Dios escogió a uno de entre los hombres caídos —a Abraham— para hacerlo cabeza y padre de un nuevo linaje. En la Biblia a este nuevo linaje se le considera el linaje escogido. Adán fue cabeza del linaje creado, el cual fue abandonado por Dios, y Abraham fue cabeza del nuevo linaje, el cual fue escogido por Dios.

Que Dios escogiera a Abraham para ser padre del nuevo linaje está relacionado con la Nueva Jerusalén y con el entendimiento que tenemos de esta entidad. Al escoger a Abraham, la intención de Dios no era simplemente restaurar al hombre caído a su condición original en la que fue creado por Dios; más bien, al escoger a Abraham la intención de Dios era llevar a cabo Su economía. La economía de Dios consiste en producir, engendrar, muchos hijos. Por tanto, la intención de Dios al escoger a Abraham no era restaurarlo a la condición original propia de la creación de Dios, sino engendrar muchos hijos. Todo cuanto Dios hizo con Abraham, desde el primer paso hasta el último, lo hizo en conformidad con este principio.

(Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 254-264), capítulo 1, por Witness Lee)