Resultado de la dispensación de la Trinidad procesada y la transmisión del Cristo que lo transciende todo, El, por Witness Lee

EL DISPENSAR DEL ESPIRITU AL SELLAR A LOS CREYENTES

El dispensar del Espíritu se lleva a cabo al sellar a los creyentes (Ef. 1:13). Si queremos sellar algo, debemos tener un sello que lleve cierta imagen, y también debemos tener la tinta de sellar. El sello con la tinta se puede aplicar a un pedazo de papel para sellarlo. El sellar une la tinta al papel. La tinta empapa el papel, lo satura, lo unge, se mezcla con el papel haciéndose uno con él, y es aún constituida con el papel para ser una sola constitución. No fuimos sellados con la tinta sino con el Espíritu que sella, el cual es el Espíritu que satura, que unge, que empapa y santifica. Cuanto más El nos satura, más nos santifica. Nos parecemos a unas hojas de papel. Cuando se sella una hoja de papel, la acción de sellar no para. El sellar continúa para saturar el papel con la tinta de sellar, para empapar el papel con la tinta que sella, y hacer que el papel y la tinta sean absolutamente uno con la tinta que sella. Finalmente, el papel sellado se llena de tinta.

El Espíritu por el cual somos sellados, empapados y saturados es el Señor mismo (2 Co. 3:17). El es el Espíritu, y el Espíritu es el sello. Este sello como el Señor mismo nos sella, nos satura y nos empapa. Estas también son las buenas nuevas del evangelio.

Cuando un marido está a punto de proferir palabras desagradables a su esposa, él debería esperarse para permanecer bajo el sellar por un rato. Esto le hará olvidar las palabras desagradables que él iba a proferir a su esposa. Por el contrario, él se sentirá lleno de alabanzas. El se regocijará porque fue empapado y saturado como resultado de encontrarse bajo el sellar del Señor como el Espíritu vivificante. Dentro de nosotros el sellar del Espíritu nos regula, nos controla y nos incita a comportarnos correctamente. A menudo, después de una reunión de la iglesia o una conferencia estamos todos contentos, cantando, alabando y llenos de alegría porque hemos estado bajo el sellar del Espíritu.

Para saturar continuamente a los creyentes para la redención de su cuerpo

Efesios 1:13-14 nos muestra que el sellar del Espíritu seguirá sin cesar para la redención de nuestro cuerpo (4:30). La preposición griega “para” no significa “hasta”, sino “dando por resultado”. El Espíritu nos sella, lo cual da por resultado la redención de nuestro cuerpo. Debemos creer que el sellar del Espíritu sigue. Mientras sigue este sellar, sentimos que nuestra lujuria, nuestras enfermedades, nuestras debilidades y nuestra falta de vida son reducidas. Después de que estas cosas sean completamente reducidas, seremos redimidos en nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo será transfigurado y glorificado. Esta es la consumación de la santificación del Espíritu.

Como ya hemos visto, la santificación del Espíritu empezó por el Espíritu que nos busca, y continúa mediante Su obra sobre nosotros de regeneración, transformación, lo cual incluye la renovación y conformación, y luego Su obra de sellar. El sellar implica la transformación, e implica también la renovación y la conformación. El sellar del Espíritu nos transforma, nos renueva y nos conforma a la imagen de Cristo (Ro. 8:29). Esto dará por resultado la transfiguración de nuestro cuerpo, lo cual será nuestra glorificación. En aquel tiempo, la santificación del Espíritu será consumada, alcanzando su cumbre.

Día tras día estamos bajo el sellar del Espíritu. Este sellar es nuestra experiencia diaria. Cuanto más empapados, saturados y sellados por el Espíritu estamos, más salvos somos. Si no experimentamos esta salvación diaria, podemos enojarnos y argumentar con otros. No obstante, ahora el sellar sigue adelante para salvarnos de nuestra ira, y de nuestras palabras y malos pensamientos para con los demás santos. Cada día, cada hora, por las mañanas y por las tardes, esta salvación se sigue produciendo. Es esta salvación la que nos puede salvar a lo sumo, como lo menciona Hebreos 7:25. Mediante el sellar se produce una salvación continua mientras permanecemos bajo el sellar. Finalmente, este sellar dará por resultado la transfiguración de nuestros cuerpos para introducirnos a todos en la gloria. Entonces, seremos plenamente santificados, desde nuestro espíritu, a través de nuestra alma, y hasta nuestro cuerpo. En ese momento nuestro espíritu, alma y cuerpo serán plenamente santificados (1 Ts. 5:23).

Este es el ministerio celestial del Cristo resucitado que lo trasciende todo. Al trascender El nos ministra toda la santificación del Espíritu. Por una parte, es el Espíritu el que cumple la santificación en nosotros. Por otra parte, es Cristo el que nos ministra la santificación. Cristo, el celestial, nos ministra algo que sella, que satura y empapa, lo cual nos salva de nuestros sentimientos desagradables acerca de los demás creyentes. Mientras estamos bajo este ministerio celestial, nos sentimos a gusto con los santos. Somos salvos por el sellar en el ministerio celestial de Cristo. De esta manera somos santificados, madurados, y tenemos el crecimiento en vida.

Actualmente, nuestro Cristo no está ministrando sobre la tierra. El no ministra en Galilea ni en Judea. El ministra en nosotros, en nuestro espíritu. El ministra simultáneamente en todos nuestros espíritus. Mientras estaba en la tierra, durante Su ministerio en Galilea, El no podía ministrar en Judea. Pero ahora El puede ministrar en miles de nosotros al mismo tiempo. Puedo testificar que cada día El me ministra el ministerio celestial que satisface mis necesidades. Como pequeño siervo del Señor, me preocupo por las iglesias y los santos en diecisiete regiones de la tierra. Esto crea una gran necesidad en mí. Aunque estoy limitado, tengo a Aquel que nunca está limitado. El es el Señor, el Cristo, el Príncipe, el Salvador, el Sumo Sacerdote, el Abogado, el Intercesor, el Mediador, la seguridad, el Dador de vida, el Consolador y el Dios-Cordero. ¡El representa tanto! Por lo tanto, estoy contento y agradecido en todas mis labores. Sí tenemos un Cristo ilimitado y celestial que nos ministra en los cielos y en nuestro espíritu. Mediante la abundante suministración de Su ministerio celestial, nuestra labor se convierte en nuestro descanso y disfrute. Cada día trabajo bajo un sellar que sigue continuamente, día y noche.

(Resultado de la dispensación de la Trinidad procesada y la transmisión del Cristo que lo transciende todo, El, capítulo 3, por Witness Lee)