EL DISPENSAR DEL HIJO HACE DE LOS CREYENTES
LA HERENCIA DE DIOS PARA LA ECONOMIA DE
LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS A FIN DE REUNIR TODAS LAS COSAS BAJO UNA CABEZA EN CRISTO
Cada uno de nosotros ha visto que el punto principal de Efesios 1 es el dispensar triple de la Trinidad Divina procesada. El dispensar del Padre nos hace santos para filiación. Dios nos escogió con el propósito de hacernos diferentes de todo lo demás en el universo, es decir, de santificarnos y hacernos santos con el fin de engendrarnos como hijos Suyos. El segundo aspecto del dispensar es algo complicado. En cuanto al primer dispensar sólo existen dos versículos, pero vemos el segundo dispensar del Hijo en los versículos del 7 al 12.
Los versículos 10 y 11 son de los más difíciles de entender en toda la Biblia. Estos versículos dicen: “Para la economía de la plenitud de los tiempos, de hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En El asimismo fuimos designados como herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad”. La economía de Dios será consumada en la plenitud de los tiempos. En la economía de Dios, existen cuatro edades principales, y estas edades son llamadas “los tiempos”. Son la edad del pecado, de Adán a Moisés; la edad de la ley, de Moisés a la primera venida de Cristo; la edad de la gracia, de la primera venida de Cristo a Su segunda venida; y la edad del reino. En estas cuatro edades, Dios obra para recobrar Su creación perdida y hacer que vuelva a Su propósito. Entonces, en la plenitud de los tiempos, la economía de Dios tendrá su consumación. El propósito de esta economía consiste en reunir todas las cosas bajo una cabeza en Cristo, las cosas que están en los cielos y las que están en la tierra.
El versículo 11 dice que hemos sido designados como herencia. En griego, designados significa “escogido o asignado por porción”. Fuimos designados, marcados y asignados por porción para ser la herencia de Dios como tesoro. En el segundo dispensar de la Trinidad, Cristo nos redimió. En Su redención, El nos redimió para Sí mismo, aun en Sí mismo, y El se impartió en nosotros. Así que, el Cristo que redime se ha convertido en una esfera en la cual disfrutamos del dispensar. El es también el elemento por el cual y con el cual somos renovados y transformados para ser un tesoro, una herencia de valor, para Dios.
Dios nos creó, pero caímos en pecado, rechazando a Dios la Cabeza. Entonces, llegamos a ser un desastre. Desde la rebelión de Satanás y la caída del hombre, todo el universo ha perdido su orden. Ha caído en las ruinas de muerte y tinieblas. Luego Cristo vino a redimirnos, trasladándonos de Adán a Cristo, y esta redención implica el perdón de nuestros pecados. Después de perdonarnos, Cristo nos hizo regresar a Dios, a Sí mismo. Ahora estamos en Cristo como esfera y elemento. En esta esfera y con este elemento, después de redimirnos, el Dios Triuno está ahora en Cristo como Espíritu vivificante que dispensa Su elemento a nosotros cada día y en cada hora para renovarnos día tras día y transformarnos hora tras hora, haciendo de nosotros un tesoro, una herencia de valor.
Estábamos en la ruina como enemigos de Dios, pero Cristo nos redimió, rescatándonos de Adán, del pecado y de la ruina. Entonces en esta redención gradualmente, mientras crecemos en Cristo, somos reunidos bajo una cabeza en Cristo. El reunirnos en Cristo es el orden de la iglesia, el orden del Cuerpo de Cristo. En nuestro cuerpo físico, existe un orden. Las cosas no son confusas sino ordenadas. En términos generales, la iglesia establece el orden divino apropiado. Esto llevará a una consumación de la plenitud de las cuatro edades cuando todas las cosas que están en los cielos y las que están en la tierra serán reunidas bajo una cabeza en Cristo. Esto será la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva como lo describe Apocalipsis 21 y 22. La Nueva Jerusalén será la consumación de la iglesia actual.
En la redención de Cristo, el Espíritu vivificante dispensa en nosotros hora tras hora el elemento del Dios Triuno procesado y redentor en Cristo para renovarnos y transformarnos. Mientras somos transformados, somos regulados y puestos en orden. Este orden es la iglesia. El ser reunidos bajo una cabeza en Cristo lleva a la obra final de reunirlo todo bajo la Cabeza en la plenitud de los tiempos. Esto será el cielo nuevo y la tierra nueva con la consumación de la iglesia como la Nueva Jerusalén, en la cual todo estará en orden bajo una sola Cabeza. Todo el universo será nuevo en ese tiempo. Ser nuevo significa estar fuera de la ruina. Ya no habrá ruina en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. Hoy en día la vida de la iglesia debe ser una miniatura de esta situación.
El primer dispensar de la Trinidad divina consiste en producir hijos, pero necesitamos que el segundo dispensar nos redima y nos haga volver a Dios en Cristo. En esta esfera con este elemento divino somos renovados, trasformados y puestos en orden. Ahora existe la obra de reunirnos bajo una cabeza en la iglesia, la cual lleva a la obra final y consumada en la plenitud de los tiempos, de las edades, en el cielo nuevo y la tierra nueva. Allí podemos ver la Nueva Jerusalén donde todo estará en orden. Este es el resultado del segundo dispensar del Hijo, que declara el cumplimiento del propósito eterno de Dios.
(Resultado de la dispensación de la Trinidad procesada y la transmisión del Cristo que lo transciende todo, El, capítulo 2, por Witness Lee)