I. EL TEMA
El tema del libro de Daniel es el destino de Israel determinado por Dios, esto es, el contenido de las setenta semanas (Dn. 9:24-27). Las setenta semanas son el destino determinado por Dios para Israel.
Este libro no solamente trata sobre el destino de Israel, sino que también trata sobre el gobierno gentil y Cristo. La gran imagen humana descrita en Daniel 2 representa la totalidad del gobierno humano desde Génesis 10 hasta Apocalipsis 19. Este libro es imprescindible para entender apropiadamente la historia del pueblo judío y la historia del gobierno gentil. El libro de Daniel nos muestra que tanto Israel como el gobierno humano son para Cristo. Cristo es la centralidad y universalidad del mover de Dios, y este mover está intrínsecamente vinculado con Israel y el gobierno gentil.
El libro de Daniel revela cinco aspectos particulares en cuanto a Cristo. El primer aspecto es la muerte de Cristo. Daniel 9:25 y 26 dicen: “Desde la salida del decreto para restaurar y reedificar a Jerusalén hasta el tiempo del Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas [...] Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías”. Estas palabras que afirman que se le quitará la vida al Mesías son las más claras del Antiguo Testamento en referencia a la crucifixión de Cristo. La crucifixión de Cristo es el hito demarcatorio de las eras; es el hito que marca el fin de la vieja creación para la germinación de la nueva creación en la resurrección de Cristo.
Cristo murió una muerte todo-inclusiva. Cuando Él murió, nosotros y toda la vieja creación morimos con Él. Por tanto, Su muerte fue una aniquilación todo-inclusiva. La muerte aniquiladora de Cristo introdujo la resurrección, y en la resurrección se dio inicio a la germinación de la nueva creación de Dios.
El segundo aspecto es la manifestación venidera de Cristo (2:34-35, 45). Él aparecerá como la piedra no cortada por mano que hiere a la gran imagen (vs. 31-45) en sus pies de hierro y barro cocido. Toda la imagen, que representa la totalidad del gobierno humano, será desmenuzada, no de la cabeza a los pies sino de los pies a la cabeza. La imagen será aplastada de los pies a la cabeza en la venida de Cristo, y esto es algo que únicamente Dios mismo puede hacer. Cuando Cristo regrese, todo el gobierno humano —desde Nimrod en Génesis 10 hasta el anticristo, el último césar del Imperio romano, en Apocalipsis 19— será desmenuzado y hecho como tamo que es llevado por el viento (Dn. 2:35). La venida de Cristo también será la apertura del reino eterno de Dios. Por tanto, la venida de Cristo será el hito que señalará el fin del gobierno humano e introducirá el reino eterno de Dios.
El tercer aspecto es que Cristo, como Hijo del Hombre, viene al trono de Dios para que le sean dados dominio y un reino (7:13-14). En Lucas 19 Cristo es presentado como un hombre de noble estirpe que se fue a un país lejano para recibir un reino y volver (v. 12). Daniel 7 describe el momento en el que Cristo va al trono de Dios para recibir el reino de parte del Dios de los cielos. Después que Cristo reciba el reino, Él regresará.
El cuarto aspecto es la excelencia de Cristo presentada en Daniel 10. Antes de que Daniel hablara en los capítulos del 10 al 12 con respecto al destino de Israel, él primero recibió una revelación de Cristo en Su excelencia. Todo aspecto de Cristo es excelente y precioso (vs. 5-6). Debemos primero ver y conocer a este Cristo excelente antes de poder conocer el destino del pueblo de Dios.
El último aspecto es Cristo como compañero de los testigos de Dios que sufren. En el capítulo 3, Nabucodonosor hizo que los tres compañeros de Daniel —Ananías, Misael y Azarías— fuesen arrojados a un horno de fuego ardiente debido a que ellos se rehusaban a postrarse ante la imagen de oro erigida por Nabucodonosor y adorarla (vs. 13-23). Estos tres fueron arrojados al horno, pero para su sorpresa, Nabucodonosor vio a una persona más dentro de aquel horno. La cuarta persona era “semejante a un hijo de los dioses” (v. 25). Esta Persona es el Cristo excelente, quien pasa por el mismo fuego ardiente por el que pasan Sus vencedores que sufren. Siempre que somos testigos de Dios, es decir, personas que testifican algo por Dios, es posible que pasemos por sufrimientos. No obstante, en medio de nuestro sufrimiento, Cristo como Hijo del Hombre —Aquel que es apto y capaz de mostrar conmiseración por el pueblo de Dios en todo— viene para ser nuestro compañero.
(
Estudio-vida de Daniel, capítulo 1, por Witness Lee)