EVA ES HECHA DURANTE EL SUEÑO DE ADAN:
LA IGLESIA ES PRODUCIDA POR MEDIO DE
LA “MUERTE NO-REDENTORA” DE CRISTO
Ya vimos que Eva no fue hecha del polvo, sino de Adán; Adán fue el material con el cual Eva fue hecha. Del mismo modo, Cristo es el material de la iglesia. Dios usó a Cristo para formar la iglesia. Ahora veremos cómo Eva fue hecha, y cómo la iglesia fue formada.
Leamos Génesis 2:21-23: “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada”.
Dios produjo la iglesia por la muerte de Cristo. En cuanto a la muerte de Cristo, Génesis 2 contiene palabras muy especiales: “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán” (v. 21). Este versículo no dice que Dios hizo morir a Adán, sino que hizo caer sueño profundo sobre Adán. Si se hubiese mencionado la muerte, entonces el pecado estaría involucrado, porque el versículo 17 en el pasaje anterior afirma que la muerte y el pecado están relacionados. El sueño de Adán representa el aspecto de la muerte de Cristo que no estaba relacionado con la redención. En la muerte de Cristo había un aspecto que no estaba relacionado con la redención, sino con la liberación de Sí mismo. No estamos diciendo que la muerte de Cristo no está destinada a redimirnos (eso lo creemos firmemente), sino que Su muerte incluía un aspecto que no estaba relacionado con la redención. Este aspecto es la liberación de Sí mismo para crear la iglesia. No tiene nada que ver con el pecado. Dios está tomando algo de Cristo y lo usa para crear la iglesia. Por consiguiente, el “sueño” es usado aquí para tipificar Su muerte por medio de la cual el hombre recibe vida.
La redención y el hecho de recibir vida son dos cosas distintas. La redención tiene que ver con un aspecto negativo, el de llevar por nosotros nuestros pecados. Hemos pecado y merecemos morir; por consiguiente, Cristo vino para llevar nuestros pecados. Su muerte cumplió la redención por nosotros. Este aspecto de Su muerte está relacionado con el pecado. Pero existe otro aspecto de Su muerte que no está relacionado con la redención: es la impartición de Sí mismo dentro de nosotros para que recibamos vida por medio de Su muerte.
El sueño de Adán no se produjo con miras a la redención de Eva; se produjo a fin de que una costilla fuera sacada para la creación de Eva. (El pecado todavía no había entrado en el escenario; ese relato se encuentra en Génesis 3.) Eva llegó a existir por medio de Adán. Eva pudo recibir vida porque Adán durmió. Del mismo modo, un aspecto de la muerte de Cristo tiene que ver con la impartición de la vida a la iglesia.
Cuando Adán cayó en un sueño profundo, Dios sacó de él una costilla. Del mismo modo, cuando Cristo murió, algo sucedió a Su costilla, Su costado (véase Jn. 19:31-37). Su costado no fue traspasado para la redención, porque esto sucedió después de Su muerte. El problema de la muerte ya estaba solucionado. Según la costumbre judía, cada crucificado debía ser retirado de la cruz antes de la puesta del sol. Si no eran muertos, los soldados les quebraban los huesos para acelerar su muerte. Los dos ladrones crucificados con el Señor no habían muerto; por lo tanto, sus huesos fueron quebrados. Pero cuando los soldados miraron al Señor Jesús y vieron que ya había muerto, no le quebraron los huesos. Más bien, abrieron Su costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Esto significa que cuando Su costado fue traspasado, la obra de redención ya estaba cumplida. Además revela que la obra de Cristo no incluía solamente el derramamiento de Su sangre para redimirnos de los pecados, sino también el agua que fluyó del costado, lo cual tipifica la impartición de Su vida en nosotros. Este aspecto no tiene relación con el pecado ni con la redención. La sangre acaba con los pecados, mientras que el agua nos hace recibir Su vida. Esto es lo que nos indica Su costado herido.
Todos debemos distinguir claramente entre estos dos aspectos de la muerte de Cristo. Un aspecto está relacionado con la redención, mientras que el otro no. El primer aspecto de Su muerte soluciona todo lo sucedido después de la caída del hombre en Génesis 3. Puesto que el hombre cayó, Cristo vino a redimirlo para volverlo al propósito original que Dios tenía al crear al hombre. Pero el otro aspecto de Su muerte no tiene nada que ver con los pecados. Sirve enteramente para liberar Su vida, para que Su vida sea impartida en nosotros.
Debido a estos dos aspectos distintos de la muerte de Cristo, la Biblia usa dos substancias diferentes para tipificarlos. Se usa la sangre para la redención, y se usa el agua para el aspecto no-redentor. Que Dios nos abra los ojos para que veamos la importancia de este asunto. La sangre sirve para la redención, y el agua para impartir Su vida. Debido a que nosotros hemos pecado y somos pecaminosos ante Dios, la sangre está delante de El, y habla por nuestros pecados. Pero el agua tipifica al Señor mismo como vida. En Juan 19:34 vemos que el agua salió de El, y en el capítulo 20, el Señor mostró Su costado a Sus discípulos. Juan 20 no es un capítulo sobre la redención. El Señor dijo: “Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios” (v. 17). Este es un asunto de impartir vida.
Esto no es todo. Leamos nuevamente Génesis 2:22 y 23: “Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Una parte de las Escrituras nos describe como “carne y sangre” (1 Co. 15:50), pero cuando en las Escrituras se refiere al hombre en resurrección, se describe solamente como “carne y huesos”; no se menciona la sangre (véase Lc. 24:39). Dios usó la costilla de Adán para hacer a Eva; no usó la sangre de Adán. En toda la Biblia, la palabra “sangre” se menciona más de cuatro cientas veces, pero Génesis 2 no menciona la sangre porque no era una cuestión de redención. Cada vez que se menciona la sangre, la redención está incluida. La sangre sirve para la redención. El Antiguo Testamento relata cómo el hombre usaba la sangre de los animales para expiar los pecados. En el Nuevo Testamento, Hebreos 9:22 dice: “Sin derramamiento de sangre, no hay redención”. Tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo, vemos que la sangre está relacionada con la redención. Pero en la creación de Eva, la sangre no fue mencionada porque no existía el pecado; Dios no vio ningún pecado allí.
(
Iglesia gloriosa, La, capítulo 2, por Watchman Nee)