LA DIVISION DAÑA LA UNIDAD
El apóstol Pablo habló del Cuerpo de Cristo y les advirtió a los creyentes que la división dañaba la unidad del Cuerpo. En el capítulo doce de Romanos, Pablo mencionó el Cuerpo al decir que “nosotros, siendo muchos, somos un solo Cuerpo en Cristo” (v. 5). En 1 Corintios, la siguiente epístola, abunda el disfrute de Cristo. En 1 Corintios se revelan veinte aspectos de Cristo como nuestro disfrute (véase nota 9-2 en 1 Corintios 1). Finalmente, 1 Corintios revela que este Cristo fue hecho el Espíritu vivificante; éste es el veinteavo aspecto. Los primeros diecinueve aspectos están incluidos en este último. Si El no fuera el Espíritu vivificante, nunca podría ser nuestra sabiduría, o sea, nuestra justicia, santificación y redención (v. 30). Si El no fuera el Espíritu vivificante, no podría haber entrado en nosotros y no tendría nada que ver con nuestra experiencia. Pero damos gracias que El es el Espíritu vivificante. Además, en 1 Corintios 6:17 dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Somos un espíritu con El porque El es el Espíritu que se mezcló con nuestro espíritu. Por lo tanto, tenemos una unión orgánica con El en nuestro espíritu.
La primera epístola a los Corintios es un libro maravilloso acerca del disfrute que tenemos de Cristo, pero también abarca el aspecto negativo, pues nos enseña cómo encarar la división, cómo tratar con ella y cómo evitarla. Efesios nos enseña sobre la unidad principalmente en el aspecto positivo, mientras que 1 Corintios nos enseña acerca de la unidad principalmente en el aspecto negativo.
Había divisiones entre los corintios
En 1 Corintios 1:10 dice que había divisiones entre los corintios. Ellos no hablaban una misma cosa. Igualmente, si todos hablamos cosas diferentes, habrá divisiones entre nosotros. Además, los corintios no estaban perfectamente unidos en un mismo sentir ni en un mismo parecer; podemos comparar esto con el ejemplo de afinar un piano. El piano no tendrá un sonido armonioso si no está afinado. Podemos compararnos con un piano, donde la mente es una nota, la parte emotiva es otra nota, la voluntad es aún otra y la conciencia otra más. Si no tenemos un mismo sentir, es decir, si no estamos afinados en una misma mente y en una misma opinión, no emitiremos notas armoniosas cuando Jesús venga a “tocarnos”. Debido a que nuestro sonido no es armonioso, necesitamos que el Cristo celestial nos afine.
No habrá armonía si un hermano se enoja con su esposa o si la esposa discute con su marido. Por lo tanto, es necesario que el Señor nos afine. El desea afinar nuestra mente y nuestra parte emotiva. Nuestra parte emotiva debe ser afinada, porque somos rudos en nuestros sentimientos. Además, nuestra voluntad es muy obstinada. Una vez que hemos decidido algo, nadie puede cambiarnos. Por eso el Señor tiene que afinar nuestra voluntad, para hacerla dócil y flexible. Creo que muchos de nosotros hemos experimentado esto; puedo testificar que a menudo he sido afinado. Es menester que todos seamos afinados a fin de tener un mismo sentir y un mismo parecer; entonces seremos como un piano de cola que armoniosamente emite música agradable.
La situación en Corinto no era así, pues allí había celos y contiendas entre los santos (1 Co. 1:11; 3:3). En la vida de iglesia, es posible que algunas de las hermanas jóvenes estén celosas unas de otras. Cuando oran, hablan la palabra o profetizan en las reuniones, ellas compiten para ver quien recibe más “amenes”. Por ejemplo, si muchos dicen “amén” cuando una hermana habla, pero pocos dicen “amén” cuando otra hermana habla, entonces la hermana que no recibió muchos “amenes” se ofende; éstos son celos. Algunos no dicen nada a menos que tengan la certeza de que habrá muchos “amenes” por parte de los santos. Si no tienen dicha seguridad, prefieren estar callados. Esto muestra que fácilmente hay celos y contiendas en la iglesia.
Los corintios también hicieron partidos, diciendo: “Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo” (1 Co. 1:12). Los partidos son divisiones. En nuestra iglesia local quizás haya cuatro o cinco oradores que ministran la Palabra. Cuando asistimos a una reunión del ministerio, tal vez preguntemos quién hablará. Si cierto hermano habla, no asistimos a la reunión, pero si habla otro, sí vamos. Conforme a nuestro sentir, este hermano es maravilloso y somos partidarios “de él”; eso es hacer un partido. Quizás pensemos que simplemente hemos decidido escuchar a un buen orador en vez de oír a uno malo; sin embargo, eso es hacer partidos. Debemos aprender a evitar todo lo que cause división. Esta clase de divisiones se hallaban presentes en Corinto.
(
Visión intrínseca del Cuerpo de Cristo, La, capítulo 6, por Witness Lee)