Visión intrínseca del Cuerpo de Cristo, La, por Witness Lee

LA MEZCLA DIVINA Y LA EDIFICACION REVELADAS EN EFESIOS 4

En el capítulo anterior vimos las dos secciones de Efesios 4. La primera sección, del versículo 4 al 6, muestra que en este universo hay una mezcla maravillosa de tres personas divinas y una persona humana. Estos versículos revelan que hay siete “unos”: un Cuerpo, un Espíritu, un Señor y un Dios y Padre, con una esperanza, una fe y un bautismo. Estos siete “unos” describen la mezcla universal, maravillosa y admirable del Dios Triuno y Su pueblo redimido y ascendido. El Espíritu, el Hijo y el Padre se han mezclado con el Cuerpo mediante el bautismo y la fe, infundiéndonos la esperanza de algo venidero.

Pablo prosiguió en Efesios 4 al mostrarnos que la edificación es la consumación del Cuerpo (vs. 11-16). Dicha edificación es realizada por Cristo, la Cabeza, no de forma directa sino indirecta. Cristo es el Victorioso, quien ganó la batalla. Según Efesios 4:8, El capturó a todos los que estaban bajo el cautiverio de Satanás y los hizo Sus propios cautivos. Cristo nos hizo Sus cautivos y nos llevó a los cielos. La versión en inglés The Amplified New Testament [Versión Amplificada del Nuevo Testamento], dice en Efesios 4:8 que El llevó un séquito de enemigos vencidos. El nos llevó a los cielos. Nosotros los cristianos queremos ir a los cielos; pero en realidad ya estuvimos allí, pues cuando Cristo ascendió a lo alto, nos llevó consigo mismo. Cristo nos llevó cautivos a los cielos y nos presentó al Padre como dádivas. Luego, el Padre nos regresó como dones a Cristo (Sal. 68:18). Cristo recibió estos dones, siendo uno de ellos Saulo de Tarso. Entonces Cristo, la Cabeza, dio esos dones al Cuerpo a fin de perfeccionar a todos los santos (Ef. 4:11-12). Los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros son dados por Cristo para perfeccionar a los creyentes. Ellos perfeccionan a los creyentes para que éstos hagan la obra del ministerio del Nuevo Testamento, esto es, edificar el Cuerpo de Cristo.

Sin embargo, en lugar de perfeccionar a los creyentes, la práctica tradicional del cristianismo anula por completo la función de los miembros del Cuerpo de Cristo. Por eso, el Señor nos mostró la nueva manera, la manera ordenada por Dios, de edificar el Cuerpo de Cristo. Gracias al Señor que hemos recibido esta visión. Hemos regresado a la Palabra pura, y estamos aquí practicando la nueva manera, en la cual todos y cada uno están siendo perfeccionados para funcionar en el Cuerpo.

La carga de este ministerio consiste en perfeccionar a los santos para que sean miembros vivientes, dinámicos y activos que funcionen en el Cuerpo de Cristo. Necesitamos ser perfeccionados para profetizar, para hablar por Dios e impartir a Cristo en otros al hablar; esto edifica la iglesia como Cuerpo de Cristo (1 Co. 14:4b). Mi carga es perfeccionar a los creyentes a que hagan lo mismo que los apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros, para llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios a fin de edificar el Cuerpo de Cristo.

El Cuerpo de Cristo se edifica asiéndonos a la verdad, la realidad (Ef. 4:15). En todo el universo, ¿qué es la verdad? ¿Qué es la realidad? Las cuatro personas reveladas en Efesios 4 —el Cuerpo, el Espíritu, el Señor y Dios el Padre— son la realidad. Aparte de estas cuatro personas todo es vanidad de vanidades. En todo el universo sólo Dios el Padre es real, sólo Cristo es real, sólo el Espíritu es real, y sólo la iglesia, el Cuerpo, que nos incluye a todos nosotros, es real; ésta es la realidad a la cual debemos asirnos. Debemos asirnos a Dios el Padre, al Hijo, al Espíritu y también a la iglesia, el Cuerpo. Y debemos asirnos en amor a esta verdad, a esta realidad. Entonces creceremos en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo. Ahora estamos en El, pero hablando honestamente, no estamos en El lo suficiente. Tenemos que estar en El más y más. Esta es la razón por la que Pablo nos exhorta a que crezcamos en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo (v. 15).

Nuestro crecimiento en Cristo debe manifestarse aun en la manera de peinarnos. Muchos nos peinamos de una manera que no corresponde a la norma de estar en Cristo, la Cabeza; en otras palabras, lo hacemos según nuestro propio gusto, y no en Cristo. Algunas hermanas gastan mucho tiempo peinándose; sin embargo, dicen que no tienen tiempo para el avivamiento matutino, lo cual muestra que ellas necesitan crecer en Cristo respecto a esto. Cuando los hermanos se compran un par de zapatos o una corbata, deben hacerlo en Cristo. Debemos estar en Cristo aun al escoger los zapatos y las corbatas que usamos. Debemos ser aquellos que crezcan en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo.

Cuando crecemos en Aquel que es la Cabeza, algo procede de El. Efesios 4:16 dice: “De quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”. Crecer en vida es crecer hasta la medida de la Cabeza, Cristo, y funcionar en el Cuerpo de Cristo proviene de El. Primero, crecemos hasta la medida de la Cabeza; luego, tenemos algo que procede de la Cabeza para edificar el Cuerpo.

El Cuerpo se mantiene unido por todas las coyunturas del rico suministro y es entrelazado por la función de cada parte en su medida. Por ejemplo, el factor que mantiene unido un edificio es la estructura de acero; luego, se entrelazan diferentes materiales para rellenar las áreas alrededor de dicha estructura. Al estar bien unido y entrelazado, el edificio llega a ser una entidad sólida. Asimismo, el Cuerpo de Cristo es unido y entrelazado por dos grupos de creyentes: las coyunturas y las partes. Mediante el funcionamiento de todos los miembros, el Cuerpo causa el crecimiento de sí mismo, y dicho crecimiento tiene como objetivo la edificación. Es decir, que el Cuerpo se edifica a sí mismo por medio de todos los miembros.

La primera sección de Efesios 4 muestra que se está llevando a cabo la mezcla, y la segunda sección, que se está llevando a cabo la edificación; por lo tanto, Efesios 4 revela la mezcla y la edificación. La mezcla se lleva a cabo con el Cuerpo, el Espíritu, el Señor y el Padre. El Espíritu, quien hace real a Dios el Hijo, es la esencia de la mezcla entre Dios y los creyentes; el Hijo, quien es el Señor y la corporificación del Padre, es el elemento de esta mezcla; y el Padre, el cual es sobre todos, por todos y en todos, es el origen, la fuente, de esta mezcla divina. Esta mezcla es la constitución del Cuerpo de Cristo.

Aunque actualmente se está efectuando dicha mezcla, podemos testificar que aún no estamos lo suficientemente mezclados con el Dios Triuno. Muchas veces el Dios Triuno no puede penetrar nuestra mente obstinada ni nuestros sentimientos fríos o ardientes. ¿Cómo puede el Dios Triuno mezclarse libremente con nosotros? Los tres de la Deidad tienen comunión entre Sí para buscar la manera de mezclarse con nosotros; Ellos tienen que buscar la forma de mezclarse con personas de mente tan obstinada y de sentimientos tan fluctuantes.

Los acontecimientos en nuestro entorno son dispuestos soberanamente para ayudarnos a mezclarnos con el Dios Triuno. Después de casarse, algunas parejas quizás piensen que su matrimonio fue un error. Durante el tiempo del noviazgo, el hermano pensaba que la hermana era maravillosa, y ella pensaba lo mismo de él. Sin embargo, después de la boda y de la luna de miel, ambos sienten que fue un error casarse; éste es el punto de vista del hombre. Pero el Señor sabe que el marido necesita a su esposa, y que ella lo necesita a él; eso es lo que Dios determinó. Muchas veces, sólo la esposa puede quebrantar al esposo. Esta amada esposa, la esposa “equivocada”, es la cruz de Cristo para su marido.

¿Creemos que es fácil que el Dios Triuno se mezcle con nosotros? Si mezclamos la harina con el aceite, la harina no lucha ni se opone, sino que es “obediente” y “sumisa”. Pero cuando el Dios Triuno viene a mezclarse con nosotros, ¿estamos nosotros dispuestos? La mayoría de las veces nos comportamos como niños malcriados. Por ejemplo, cuando una madre quiere darle una dosis de medicamento a su hijo, éste se niega y se resiste a tomarlo. Nosotros también hacemos lo mismo con el Señor. ¿Quién de nosotros es sumiso? ¿Nos sometemos a nuestras circunstancias, a nuestro entorno? Por lo general, no aceptamos las circunstancias que nos rodean. No somos sumisos, sino rebeldes; ésta es la causa de que se efectúe tan lentamente la mezcla entre nosotros y las personas divinas de la Trinidad. Puedo testificar que el Dios Triuno se ha estado mezclando conmigo por más de sesenta y seis años, pero dicha mezcla no se ha consumado todavía. La mezcla revelada en Efesios 4, la mezcla de la Trinidad Divina y el hombre, no ocurre tan fácilmente.

Efesios 4 muestra la mezcla divina y la edificación del Cuerpo de Cristo. Por una parte, se está llevando a cabo la mezcla divina. Por otra, se está efectuando la edificación. La mezcla y la edificación son inseparables; son como nuestros dos pies. Si la mezcla divina se detiene, la edificación también cesa. De parte de Dios, necesitamos la mezcla; pero de nuestra parte, necesitamos la edificación.

Por lo general, nos resistimos a los esfuerzos del Dios Triuno por mezclarse con nosotros. Esta es la razón por la que hay tantas dificultades para los ancianos en las iglesias. Ser un anciano conlleva muchas presiones debido a que nosotros, los hijos de Dios, somos “hijos malcriados”. En ocasiones me pregunto por qué Dios engendró a tantos hijos malcriados. Da la impresión de que Dios escogió a todos los hijos malcriados de la humanidad. En la reunión, quizás nos comportemos como caballeros y damas, pero cuando la reunión termina, inmediatamente empezamos a causar problemas.

Ya que éste es el caso, ¿cómo pueden ser edificadas las iglesias? ¿Cuándo veremos la edificación consumada? La mezcla no sigue su curso normal, y difícilmente se logra la edificación. ¿Todo es dulce y placentero en las iglesias locales? ¿Se está llevando a cabo la mezcla y la edificación con facilidad? ¿Son todos los días claros o nublados? Yo diría que son más que nublados. En la vida de iglesia en el recobro del Señor, periódicamente hay tormentas. Esto nos muestra que debemos entregarnos al Señor, para que la mezcla divina siga su curso y la edificación del Cuerpo llegue a su consumación.

Pablo recibió la visión de dicha mezcla y edificación. A él le sobrevino un éxtasis, en el cual vio todas estas cosas. Por eso, oró por nosotros para que también tuviéramos un éxtasis, esto es, para que Dios nos concediera un espíritu de sabiduría y de revelación (Ef. 1:17).

(Visión intrínseca del Cuerpo de Cristo, La, capítulo 5, por Witness Lee)