REUNIONES QUE SON VIVIENTES
Y TIENEN AL ESPÍRITU
Espero que todos puedan tener claro que nosotros los cristianos tenemos a Dios con nosotros. La presencia de Dios es como el aire. Por lo tanto, no debemos procurar tener cierto sentimiento. Cuanto más un asunto se relaciona con la vida, más normal debe ser. Lo que más necesitamos nosotros es el aire; sin embargo, respirar es algo muy común, pues lo hacemos sin sentir nada extraordinario. Cuanto más avanzo en la experiencia, más me doy cuenta de que nuestra vida espiritual es semejante a nuestra vida física; cuanto más normal es, menos problemas hay, y menos necesitamos de un sentimiento especial. Cuando terminamos de comer, la digestión empieza a ocurrir en nuestro estómago, sin que sintamos nada en absoluto. Si sentimos algo, eso es una señal de que hay algún problema. Cuanto más regularmente experimentamos las cosas espirituales, más ricos llegamos a ser, pero al mismo tiempo, no tenemos ninguna sensación espectacular. Ahora estamos reunidos aquí en el nombre del Señor. Aunque no sentimos la presencia del Señor de manera particular, no podemos negar que el Señor está con nosotros. Él está con nosotros de la misma manera que el aire está con nosotros. El nombre del Señor es el Señor mismo. Cuando estamos congregados en el nombre del Señor, entramos en la presencia del Señor.
Por lo tanto, espero que de hoy en adelante en nuestras reuniones nadie esté esperando. Una vez que vengamos a la reunión, debemos invocar el nombre del Señor, alabarlo y empezar a orar. Cuando alguien empiece y otro continúe, la reunión habrá empezado. Algunos pueden orar, otros pueden pedir un himno, y otros pueden testificar. El primero que venga a la reunión debe empezar la reunión. Entonces los que vengan más tarde deben continuar. A medida que vayan llegando más personas, la reunión se hará más y más rica. No hay formas ni rituales, puesto que la letra mata (2 Co. 3:6b). La letra se refiere a las ordenanzas de la ley del Antiguo Testamento. La era del Antiguo Testamento es la era de la ley. El Antiguo Testamento no nos habla de otra cosa que de la ley. Pero cuando llegamos al Nuevo Testamento, nada pertenece a la ley, sino que todo depende del Espíritu. Por lo tanto, siempre que nos reunamos, nuestra reunión debe ser viviente y debe tener al Espíritu.
(Presentación actual de la manera ordenada por Dios y las señales acerca de la venida de Cristo, La, capítulo 1, por Witness Lee)