Dos grandes misterios en la economía de Dios, Los, por Witness Lee

BAUTIZADOS EN CRISTO

Luego, en Romanos 6, el Nuevo Testamento nos dice que bautizar a las personas equivale a introducirlas en Cristo. Además, según Romanos 6, el Cristo en el cual bautizamos a las personas ya no es solamente el Cordero. Si Él fuese solamente el Cordero, no sería posible bautizar a las personas en Él; ¡pero este Cordero ha sido crucificado, sepultado y resucitado como el Espíritu! Ahora, este mismo Cristo mencionado en Romanos 6, ya no es solamente el Cordero, sino también el Espíritu vivificante.

En cierta ocasión, mientras daba un mensaje en Indianápolis, una hermana me interrumpió para preguntarme cómo podíamos nosotros permanecer en el Señor y el Señor permanecer en nosotros. Ella lo había intentado una y otra vez, pero le había sido imposible lograrlo. Le contesté recordándole cuán fácil es para nosotros permanecer inmersos en el aire y que el aire permanezca dentro de nosotros. Por ejemplo, ahora mismo estamos dentro del aire y el aire está dentro de nosotros. Cuando Cristo resucitó, Él llegó a ser el pneuma, el cual es similar al aire. Él es el pneuma. El pneuma equivale al Espíritu, el aliento, el cual es como el aire. Cristo es el pneuma viviente. Podemos habitar en el Señor del mismo modo en que podemos habitar en el aire. Si el aire de este salón se agotara, en menos de cinco minutos todos moriríamos. Nuestra vida depende del aire. Habitamos en el aire, y éste habita en nosotros. Así que, es fácil bautizar a las personas introduciéndolas en Cristo, porque Cristo hoy es el Espíritu. El Espíritu es el pneuma, y el pneuma es como el aire.

Pero, ¿cómo podemos ser bautizados en la muerte de Cristo? ¿Dónde se encuentra la muerte de Cristo? He leído algunos libros que dicen que por fe debemos considerar la muerte de Cristo como nuestra. En el pasado yo me consideré bautizado en la muerte de Cristo y lo creí; pero no bastó esto para experimentarlo. En el libro de Watchman Nee titulado La vida cristiana normal hay un capítulo entero sobre este asunto de considerarnos muertos. No obstante, esos mensajes fueron dados por Watchman Nee en los inicios de su ministerio, antes de 1939, y son mensajes muy incipientes. Más adelante, después de 1942, él aprendió que experimentar la muerte de Cristo no consiste meramente en considerarnos muertos. Por ello, después de 1942, el hermano Nee nos dio nuevos mensajes, diciéndonos que la verdadera experiencia de la muerte de Cristo no se halla en Romanos 6, sino en Romanos 8. Romanos 6 sólo presenta el hecho objetivo de Su muerte. Pero si hemos de experimentar este hecho subjetivamente, tenemos que experimentar Romanos 8. La realidad de la muerte de Cristo no se halla en la tumba, sino en el Espíritu todo-inclusivo.

En la Biblia, según la tipología del Antiguo Testamento, el ungüento compuesto representa al Espíritu compuesto (Éx. 30:23-33). En este ungüento compuesto están incluidas la divinidad de Cristo, Su humanidad, Su muerte, Su resurrección, la eficacia de Su muerte, el poder de Su resurrección y Su ascensión. Este compuesto, este ungüento, contiene varias clases de especias. El Espíritu de Dios, antes de la crucifixión de Cristo, no era un compuesto; era simplemente el Espíritu divino, sin poseer humanidad, sin el elemento de la muerte de Cristo y la eficacia de ésta, sin la resurrección de Cristo ni Su ascensión. Pero una vez que Cristo pasó por el proceso de Su muerte, resurrección y ascensión, Él descendió sobre nosotros; ahora Él es el Espíritu compuesto. Todos poseemos estos maravillosos elementos contenidos en tal Espíritu compuesto. ¡Este Espíritu compuesto es Cristo mismo, el Espíritu vivificante! Al bautizar a las personas en este Cristo compuesto, las introducimos en Su muerte. Para ello, no es necesario considerarnos muertos. Simplemente somos introducidos en el nombre, en el Espíritu compuesto y en la muerte de Cristo, la cual es uno de los elementos que componen este Espíritu. Cuando introducimos a las personas en el nombre, en Cristo y en Su muerte, a la vez las bautizamos en el Cuerpo de Cristo.

(Dos grandes misterios en la economía de Dios, Los, capítulo 4, por Witness Lee)