EL HOMBRE TRIPARTITO: ESPÍRITU, ALMA Y CUERPO
Definitivamente existe dicha parte llamada el espíritu humano dentro de todo hombre. Dios nos creó con un espíritu. Génesis 1:26 dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Dios llevó a cabo esto al formar el cuerpo humano del polvo de la tierra. Nuestro cuerpo físico no es otra cosa que polvo. Es una composición de elementos químicos, tales como sales minerales, sulfuro, cobre, hierro y otros compuestos. Dios usó el polvo de la tierra para formar el cuerpo físico del hombre. Luego, Dios hizo algo que no había hecho al crear ninguno de los animales: Dios insufló algo en el hombre. Aquí tomaron parte dos clases de elementos: el polvo de la tierra y el aliento de Dios. Dios usó el polvo para formar el cuerpo físico del hombre.
Además de formar el cuerpo del hombre, Dios insufló en el hombre el aliento de vida. Debemos tener bien en claro que este aliento de vida no era la vida divina de Dios, sino simplemente el aliento de vida procedente de la boca de Dios; una vez dicho aliento entró en el cuerpo del hombre formado del polvo de la tierra, el hombre fue hecho un alma viviente. Así pues, en Génesis 2:7 vemos el cuerpo físico del hombre formado del polvo de la tierra, y el alma humana, la cual resultó de la combinación del aliento de Dios y el cuerpo físico del hombre. Por tanto, tenemos el cuerpo y el alma. Además, no hay duda de que el aliento de Dios, el cual fue insuflado en el cuerpo físico del hombre, constituye el espíritu humano.
En el texto original del Antiguo Testamento, la palabra que en Génesis 2:7 se tradujo como aliento es la misma palabra que en Proverbios 20:27 se tradujo como espíritu, refiriéndose al espíritu del hombre. El espíritu humano no es otra cosa que el aliento que provino de la boca de Dios. El polvo del cual fue formado nuestro cuerpo es un elemento material, y el aliento divino, que es el elemento que formó nuestro espíritu, es un elemento espiritual. Por consiguiente, poseemos estas dos clases de elementos. Uno es el elemento material, el polvo de la tierra, del cual fue formado nuestro cuerpo, y el otro es el elemento espiritual, el aliento de Dios, del cual fue formado nuestro espíritu. Cuando este aliento entró en el cuerpo de polvo, se dio origen al alma humana. En este único versículo (Gn. 2:7) vemos estas tres cosas: el cuerpo, el alma, y el espíritu.
Por ello, el apóstol Pablo dice claramente en 1 Tesalonicenses 5:23 que el ser humano se compone de tres partes: el espíritu, el alma y el cuerpo. Todos tenemos un cuerpo, un espíritu y un alma. Dios nos creó de esta manera con un propósito. Del mismo modo en que una prenda de vestir, tal como una chaqueta, ha sido diseñada para el cuerpo humano, así también el hombre fue creado, no por mera casualidad sino conforme a Dios mismo. El hombre fue creado según el designio divino con un alma, la cual, a su vez, consta de tres partes: la mente, la parte emotiva y la voluntad. ¡Cuán maravillosa es la mente del hombre! La mente es capaz de recordar gran cantidad de palabras y vocablos, y ella coordina con la voluntad para tomar decisiones y escoger. Además, nuestra parte emotiva —con la cual amamos u odiamos, nos alegramos o entristecemos— también coordina con nuestra mente. Así pues, nuestra mente, parte emotiva y voluntad actúan conjuntamente. Sin embargo, existe en el hombre un órgano aún más profundo, al cual la Biblia llama el espíritu. El espíritu humano existe con el propósito único, simple y exclusivo de que nosotros podamos recibir a Dios. El pequeño receptor que existe dentro de toda radio fue hecho deliberadamente con una sola función, la de recibir las ondas radiales presentes en la atmósfera; pues bien, nosotros poseemos un espíritu en nuestro interior, el cual también fue hecho con un solo propósito, a saber: recibir a Dios a manera de ondas espirituales que se hallan en los cielos.
Ciertamente usar nuestro espíritu no es una actividad innata en nosotros. Si bien inmediatamente después de nacer nos valemos de nuestro cuerpo físico al ejercitar nuestros miembros, y nos valemos de nuestra mente, especialmente al ser educados, jamás se nos enseñó a ejercitar nuestro espíritu. Por ello, cuando hablamos de ejercitar nuestro espíritu, ello forma parte de un nuevo lenguaje para nosotros; no obstante, esto debe ser algo que practiquemos en nuestra vida diaria. Por ejemplo, puede haber ocasiones en las que una pareja de esposos creyentes argumente y discuta. En tales casos, ¡ambos deben callar y ejercitar su espíritu! No exhorte al otro a hacerlo; más bien, usted simplemente ¡ejercite su espíritu!
La Biblia dice que el propio Dios es quien extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu del hombre (Zac. 12:1). Este versículo nos muestra que estos tres elementos —los cielos, la tierra y el espíritu del hombre— son cruciales en el universo. Los cielos fueron creados para la tierra, la tierra fue creada para el hombre y el hombre con su espíritu humano fue creado para Dios. Todo esto tiene como finalidad la realización de la economía de Dios, y es por ello que la Biblia afirma que el hombre tiene un espíritu. La Biblia también nos dice que el espíritu del hombre es la lámpara de Dios (Pr. 20:27). Todos sabemos que aquí se nos habla de una lámpara de aceite. La lámpara por sí misma no produce luz; lo que produce la luz es el aceite que arde dentro de la lámpara. Dios equivale al aceite, y nuestro espíritu dentro de nosotros equivale a la lámpara. Tal como el aceite arde a fin de brillar a través de la lámpara, así Dios brilla a través de nuestro espíritu.
(
Dos grandes misterios en la economÃa de Dios, Los, capítulo 3, por Witness Lee)