UNA VISIÓN CLARA
La Biblia incluye muchos asuntos, pero entre todos ellos hay un asunto central, el meollo. Al considerar la Biblia en su conjunto, si lo hacemos basados en nuestra mentalidad y sin el debido ejercicio del espíritu, es probable que nos resulte muy difícil identificar este meollo o pensamiento central.
Podemos comparar esto con la vida biológica que anima nuestro cuerpo. Ciertamente podemos localizar las distintas partes de nuestro cuerpo, como la piel, la carne, los huesos y los músculos, pero no podemos ubicar dónde se halla nuestra vida. No importa qué instrumento usemos para ello, jamás podremos ver dicha vida con nuestros ojos. En términos humanos, esta vida no puede ser vista. Sin embargo, esto no quiere decir que tal vida humana no exista. Por el contrario, todos sabemos que la vida biológica, la vida humana, es absolutamente real. Si no fuera así, no podríamos hablar ni movernos. Podemos tener delante de nuestros ojos todas las partes tangibles del cuerpo humano, pero la capacidad de movernos no pertenece a la esfera de lo físico y visible, sino que es una realidad invisible. Sucede lo mismo con la Biblia, y a ello se debe que tantos estudiosos no vean lo que constituye el meollo de la Biblia. Todo lo que ellos logran captar es mucha historia y un poco de ciencia. Hay también quienes sólo ven en la Biblia una serie de doctrinas, narraciones y profecías, tales como la profecía de la gran imagen con la cabeza de oro presentada en Daniel. Pero todo cuanto concierne al misterio de Dios y Su economía sólo puede sernos revelado en nuestro espíritu. Al ejercitar nuestro espíritu, todas estas cosas surgen claramente en nuestro ser como una visión.
Habiendo recorrido el sendero de la vida cristiana durante más de cincuenta años, he tenido muchas experiencias. Agradezco a Dios que por Su misericordia, Su gracia me ha guardado en Su presencia. Pero puedo testificar que poseer una visión clara es un factor determinante por el cual he sido resguardado todo este tiempo. Una visión clara tiene el poder de resguardarnos. La Biblia trata sobre muchos asuntos, y el cristianismo tiene una historia que abarca unos dos mil años. La religión cristiana ha producido muchos libros en los que se han vertido miles de opiniones y conceptos. A nosotros que estamos en el recobro del Señor, tarde o temprano habrá de afectarnos alguna de estas opiniones. Por ejemplo, supongamos que usted entabla una amistad con un maestro cristiano. Es probable que dicha persona converse afablemente con usted y le pregunte, por ejemplo, si usted sabe algo sobre las setenta semanas mencionadas en Daniel 9. Tal vez usted esté muy interesado en dicho tema y quiera escucharlo, pero ello hará que usted caiga en una trampa; dicha trampa le habrá sido tendida por un orador muy elocuente que con una presentación atildada habrá despertado en usted extraordinario interés en el asunto de las setenta semanas. Hace cincuenta años yo escuché muchos mensajes sobre las setenta semanas. Además, escuché muchos otros mensajes sobre los 1,260 días, los 1,290 días y los 1,335 días. Todos estos asuntos se encuentran en el libro de Daniel. Esto ciertamente está en la Biblia, en la Palabra santa, pero al escucharlos podemos caer en la trampa de querer obtener más conocimiento.
(Dos grandes misterios en la economÃa de Dios, Los, capítulo 5, por Witness Lee)