Dos grandes misterios en la economía de Dios, Los, por Witness Lee

BAUTIZADOS EN UN SOLO CUERPO

En 1 Corintios 12:13 dice: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo”. Quisiera reiterar aquí que este asunto reviste gran profundidad y tiene hondo significado. Hoy en día el Cuerpo de Cristo es la iglesia. En la Biblia, “el Cuerpo” es sinónimo de “la iglesia”. La iglesia es el Cuerpo, y el Cuerpo es la iglesia. El Cuerpo se halla íntegramente en el ámbito del Espíritu. Todos nosotros fuimos bautizados en el Espíritu, en un solo Cuerpo. En el Espíritu, nosotros todos —Pedro, Juan, Jacobo, Pablo, Esteban, Martín Lutero, Juan Nelson Darby, el hermano Watchman Nee, usted y yo— fuimos bautizados al mismo tiempo y en el mismo lugar. Por tanto, no debiéramos pensar que fuimos bautizados en un tiempo o lugar distintos a aquel en el cual fueron bautizados Martín Lutero o el apóstol Pedro.

Es menester que todos nos percatemos de que el Cuerpo de Cristo es la iglesia. Por medio del bautismo, el Cuerpo es producido, generado y constituido. En el universo, a los ojos de Dios, existe algo maravilloso llamado el bautismo. Son muchos los cristianos que no se han percatado de este bautismo universal.

La Biblia afirma que los creyentes fuimos crucificados con Cristo. En realidad, lo que se tradujo “crucificados con Cristo” sería mejor traducirlo “conjuntamente crucificados con Cristo”; es decir, todos nosotros fuimos conjuntamente crucificados con Cristo cuando Él fue crucificado en el Gólgota. Fuimos crucificados y resucitados aun antes de haber nacido. Incluso fuimos sentados en los lugares celestiales antes de nacer. Éste es el mensaje del evangelio. Las buenas nuevas son que, incluso antes de nacer, ya habíamos sido crucificados, aniquilados y sepultados. Antes de nacer ya habíamos sido resucitados. Las buenas nuevas nos dicen que antes de que naciéramos, antes de que cometiéramos pecado alguno, fuimos crucificados, sepultados, se nos dio fin, y después fuimos resucitados y llevados a los cielos. Después de la crucifixión sigue la resurrección, la ascensión y el bautismo. El Señor descendió después de haber ascendido a fin de sumergir en Sí mismo a todos los escogidos de Dios. En esto consiste el bautismo. Todos nosotros, los escogidos de Dios, fuimos sumergidos en el Cristo que fue crucificado, resucitó, ascendió, y descendió a los Suyos. Fuimos sumergidos en el Cristo todo-inclusivo para conformar Su Cuerpo. Después de haber cumplido Su obra, Él descendió para sumergir en Él a todos los que Dios llamó. Al ser bautizados, al ser sumergidos, todos aquellos a quienes Dios llamó fueron bautizados en un solo Cuerpo. Así pues, al descender Cristo nos sumergió en el Cuerpo.

Ahora, no sólo disfrutamos de la crucifixión de Cristo, de Su resurrección y de Su ascensión, sino que además hemos sido sumergidos en Él; esto significa que hemos experimentado el ser sumergidos en Su Cuerpo. Ya no somos individuos aislados, sino miembros de Su Cuerpo. Por haber sido sumergidos en Él, fuimos hechos miembros de Su Cuerpo. Ya no somos simples seres humanos. Ahora somos miembros Suyos. Por todo ello, ahora debemos orar pidiendo: “Señor, muéstranos Tu Cuerpo”. En virtud de los hechos relatados en Hechos 10, pasamos a formar parte del Cuerpo de Cristo. Hubo un momento, único en la historia del universo, en el que el Cristo ascendido retornó a la tierra para sumergir en Sí mismo a todos los escogidos de Dios. Aun antes de que naciéramos, fuimos bautizados y hechos miembros del Cuerpo de Cristo. Debemos desechar nuestros conceptos y creer en las buenas nuevas del evangelio. Tenemos que creer estas buenas nuevas. Ya no somos pecadores, ya no somos individuos autosuficientes e independientes, sino que somos miembros del Cuerpo. Todos nosotros hemos sido bautizados en el Cuerpo por este Espíritu maravilloso. Hace dos mil años fuimos bautizados en Él. Desde la perspectiva divina, el tiempo no existe; no hay un antes ni un después. A los ojos de Dios, el factor tiempo no existe. Únicamente existen los hechos consumados. En el universo hay una realidad llamada la inmersión, es decir, el bautismo.

Tenemos que entender que todos nosotros, los que creemos en Cristo, hemos sido sumergidos en el Cuerpo de Cristo. ¿Cómo podemos aprehender este hecho en términos de nuestra experiencia personal? En 1 Corintios 12:13 dice: “Fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo ... y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. En términos de nuestra experiencia personal, aprehender este hecho consumado equivale a beber. Ciertamente nadie puede beber por nosotros; si bien la inmersión es un hecho consumado, la acción de beber todavía continúa. Cristo logró sumergirnos en Él, pero a nosotros nos corresponde beber. Cristo efectuó la inmersión, pero beber es nuestra tarea diaria, hora tras hora. La manera más sencilla de beber es invocar el nombre del Señor Jesús. Si invocamos Su nombre apenas por unos minutos, esto hará que le amemos cada vez más. Luego, se despertará en nosotros el deseo de llevar la vida de iglesia. Es posible que algunos digan que la vida de iglesia es deficiente o que no les satisface; sin embargo, cuanto más digamos: “Oh Señor, la vida de iglesia es deficiente”, más el Señor nos responderá: “Acude a la iglesia”. Quizás nosotros le digamos al Señor: “No me gusta la iglesia”; mas el Señor nos responderá: “A mí me gusta mucho la iglesia; la amo mucho”. Nadie que invoca al Señor puede criticar a la iglesia, acusarla ni condenarla. Cuando invocamos el nombre del Señor, aunque no tengamos la intención de beber del Espíritu, de todos modos le bebemos.

De igual manera, siempre que salimos a la intemperie y gritamos, tenemos que inhalar aire fresco. Ya sea que queramos o no, el aire entrará en nosotros. El Espíritu todo-inclusivo está aquí. Cuando creemos en el nombre de Cristo, hacemos nuestros todos Sus logros. En realidad, no sabemos todo lo que implica declarar: “Señor Jesús, creo en Ti”. El simple hecho de declarar estas sencillas palabras equivale a “firmar” un contrato divino; esto reviste gran importancia. Dicha firma hace nuestra la crucifixión de Cristo, Su resurrección, Su ascensión y Su descenso, el cual efectuó para sumergirnos en Su Cuerpo universal.

Beber es simplemente experimentar todo lo que Cristo ha logrado. Cuanto más bebemos de este único Espíritu, más somos saturados y completamente impregnados de Él. Romanos 12 nos insta a ser transformados en nuestra mente, lo cual implica que un elemento nuevo viene a reemplazar nuestro elemento viejo. Al ocurrir dicha transformación, el elemento de la naturaleza divina de Dios entra en nosotros. Esta naturaleza divina entra en nuestro ser e impregna nuestra mente, no para reemplazarla, sino para transformarla. Por tanto, Efesios 4:23 nos insta a ser renovados en el espíritu de nuestra mente; ello implica que nuestra mente está saturada del Espíritu, y el Espíritu, que antes era ajeno a nuestra mente, ahora es llamado el espíritu de nuestra mente. Esto indica que nuestro espíritu se ha extendido y ha llegado a impregnar todo nuestro ser, es decir, nuestra mente, parte emotiva y voluntad, lo cual incluye nuestra manera de pensar, de amar y de decidir. Así pues, dicho espíritu llega a ser el espíritu de nuestra mente, de nuestra parte emotiva y de nuestra voluntad. Así se realiza la plena transformación de nuestro ser y así ocurre el pleno crecimiento de la vida divina en nuestro ser.

Cuanto más sea saturado todo nuestro ser, mayor será nuestra participación en la vida de iglesia. Cuanto más nos empapemos de los atributos divinos, más inmersos estaremos en el Cuerpo. Realmente no tiene mucho valor simplemente declarar que quisiéramos estar en el Cuerpo de Cristo y que somos uno. Ciertamente es bueno declarar esto, pero no tiene gran trascendencia. Lo que realmente cuenta es que bebamos del Espíritu al invocar el nombre del Señor. Para beber debemos dejar de pensar tanto, pues cuanto más pensamos, menos bebemos. Así pues, beber es simplemente invocar al Señor, haciendo a un lado nuestros propios razonamientos y nuestra mentalidad. Nosotros todos hemos sido bautizados en un solo Cuerpo, lo cual nos ha puesto en posición de beber. Ahora bebemos y bebemos; finalmente no habrá nada que no podamos hacer, no por causa de lo que nosotros seamos, sino en virtud de haber bebido del Espíritu todo-inclusivo. En esto consiste la vida de iglesia. ¡Aleluya! El resultado es la edificación, pues la edificación se obtiene al beber nosotros del Espíritu.

Finalmente, Efesios 3:17 dice que Cristo hará Su hogar en nuestro corazón. Él tomará plena posesión de todo nuestro ser. Esto implica que nosotros verdaderamente somos uno con Él. Debido a ello, ahora podemos afirmar que somos la iglesia, que somos el misterio de Cristo, y que de una manera misteriosa hemos sido hechos miembros de Cristo, parte de Él mismo. Éste es el testimonio de Jesús. Ésta es la iglesia, y ésta es la vida del Cuerpo.

(Dos grandes misterios en la economía de Dios, Los, capítulo 4, por Witness Lee)