Entrenamiento de perfeccionamiento, por Witness Lee

EL PROPÓSITO DE DIOS: VIVIR A CRISTO

Los puntos que usted ha expuesto con respecto a la peculiaridad son verdad, pero yo siento que esta palabra todavía no ha tocado el fondo del problema. La peculiaridad tiene un fondo, y es posible que nos sea muy difícil verlo. Tal vez entendamos que la peculiaridad es simplemente algo que es prejuicioso, torcido, natural, erróneo etc. Pero a medida que profundizamos en este asunto, es preciso que veamos de nuevo que nuestra vida cristiana no tiene ninguna otra razón de ser, sino de que vivamos a Cristo. La vida cristiana consiste en vivir a Cristo. Esto está revelado en el Nuevo Testamento de forma clara y enfática. Algunos de esos versículos son muy conocidos por los cristianos buscadores. Ellos conocen Gálatas 2:20, que dice que “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. También conocen Filipenses 1:21: “Para mí el vivir es Cristo”. Pero ustedes deben saber que versículos como éstos, o son pasados por alto por muchos cristianos o no los toman en cuenta o son malinterpretados. Algunos nos han condenado y nos han atacado por usar este versículo: “Porque para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Ellos dicen que esto es elevarnos al nivel de Cristo. Ellos condenan esto, pero al leer lo que escribían yo decía: “¡Sí, es verdad! ¡La salvación de Dios tiene como objetivo elevarnos al nivel de Cristo!”. Algunos también han escrito diciendo que Witness Lee rebaja a Cristo al nivel humano. Nuevamente dije: “¡Sí, ésa es la encarnación! ¡La encarnación realmente trae a Dios al nivel del hombre!”.

No olvidemos que Pablo escribió Filipenses 1:21 en las postrimerías de su ministerio. Al final de su jornada terrenal él iba a ser ofrecido como una libación para el Señor; estaba listo para ser martirizado. Pablo era tal persona; había pasado por tantas cosas y había laborado mucho. Pero al final de su ministerio, al final de su carrera cristiana, afirmó que para él vivir era Cristo. Esto nos habla de una persona muy madura en el Señor. En ese tiempo a él no le interesaba ninguna otra cosa; sólo le interesaba una sola cosa: vivir a Cristo. Para él, vivir era Cristo. Esto es lo que realmente significa vivir a Cristo. No consiste en realizar cierta clase de obra; solamente consiste en vivir a Cristo.

A principios de su ministerio Pablo había dicho que ya no vivía él, mas Cristo vivía en él (Gá. 2:20). En estos dos versículos podemos ver que el apóstol Pablo vivió una vida que no era para ninguna otra cosa, sino simplemente para vivir a Cristo. Debemos comprender que, de acuerdo con nuestra experiencia limitada, el factor más escondido que nos impide vivir a Cristo es la peculiaridad. La peculiaridad es un factor oculto en usted y en mí que nos ocupa todo el tiempo y nos impide vivir a Cristo. Todos nosotros podemos ver con facilidad que el mundo nos impide vivir a Cristo. En cierto sentido, no necesitamos hablar de ello. Sin embargo, no creo que muchos de nosotros hayamos condenado alguna vez nuestra peculiaridad. De hecho, la hemos apreciado. Si no condenamos nuestra peculiaridad, ésta nos mantendrá alejados de vivir a Cristo.

Tenemos que mirar este asunto de la peculiaridad desde este único ángulo: La intención de Dios es forjar a Cristo en nosotros. La intención de Dios es incluso hacernos Cristo. Nosotros debemos entender que la salvación que Dios efectúa consiste en hacernos Cristo. Ya no somos ignorantes; a lo largo de los años hemos sido iluminados. Sabemos que Cristo es el Hijo primogénito de Dios y, por medio de Él, todos fuimos hechos hijos de Dios y todos fuimos hechos hermanos de Cristo, aun Sus miembros. Nosotros formamos parte de Cristo. La intención de Dios es forjar a Cristo en nosotros y hacernos Cristo, a fin de que vivamos a Cristo. Pero debemos preguntarnos: ¿Cuánto vivimos a Cristo? Yo sé que usted no volverá al mundo. No irá a Las Vegas y entrará en los casinos. Probablemente, no va a ir ni al cine. Pero ¿se da cuenta de que inconscientemente está muy ocupado por su peculiaridad? La cultura no nos ocupa tanto. Incluso la opinión no nos ocupa tanto. El factor más escondido, más secreto, el más sutil que nos ocupa casi por completo es nuestra peculiaridad.

Algunas personas manifiestan su peculiaridad. Si menciono sus nombres, ustedes se reirían, porque en el pasado les ha impresionado su evidente peculiaridad. Pero permítanme decirles con franqueza que todos tenemos nuestra peculiaridad. No piense que usted no tiene peculiaridad. Aun los hermanos más comunes y las hermanas más bondadosas tienen sus peculiaridades. Yo las tengo, y todos ustedes también. En el pasado les he señalado que a nosotros nos es difícil controlar nuestro insignificante temperamento. Nadie puede jactarse de tener un éxito rotundo cuando intenta controlar su mal genio. Debido a mi edad avanzada, es posible que yo no pierda la paciencia exteriormente; pero interiormente es probable que la pierda bastante. No es tan fácil controlar con éxito nuestro temperamento. Pero existe otra cosa en nuestro interior con la cual nosotros quizás nunca hayamos tomado medidas, y es nuestra peculiaridad. Todos nos hemos sentido indignados por nuestro mal genio, pero tal vez nunca nos hemos sentido molestos por nuestra peculiaridad. Tal vez nunca hemos condenado nuestra peculiaridad. Debido a que algunos de ustedes han tenido contacto conmigo por años, seguramente han descubierto mis peculiaridades. Debido a mi contacto con ustedes, yo también he descubierto todo. He identificado a las personas rápidas, a las personas lentas, a las personas malas, a las personas buenas, a las personas bajas y a las magnánimas. He descubierto que todas estas personas tienen su peculiaridad. Para nosotros lo más difícil de confrontar es nuestra peculiaridad. Siempre que conocemos a alguien, percibimos de inmediato que ellos tienen cierta peculiaridad. Aunque no lo podemos identificar muy claramente, percibimos algo en ellos. En lo profundo de nuestro ser, sabemos que bulle algo que no es Cristo. Al contrario, es algo que estorba a Cristo, que molesta a Cristo, algo que perjudica nuestro vivir a Cristo. Uno no lo puede señalar ni identificar, pero en lo profundo de nuestro ser bulle una sensación interior, una convicción interior con respecto a nuestra peculiaridad. Con esto podemos ver que la peculiaridad es un factor muy sutil.

Para nosotros, los que estamos en el recobro del Señor, no es tan fácil decir una mentira o cometer ciertos pecados o hacer algo en la carne de forma muy aparente. No es nada fácil. Pero tampoco es muy fácil para nosotros vivir a Cristo. ¿Cuál es el problema? ¿Por qué no es tan fácil para nosotros vivir a Cristo? Tarde o temprano en su vida cristiana se darán cuenta de que su cultura es un problema que les impide vivir a Cristo. Además, su opinión también es un problema. Finalmente, existe un problema mayor, esto es, su peculiaridad. La peculiaridad es una gran montaña en nuestro ser que nos ocupa y no da cabida a Cristo. Nuestra peculiaridad ocupa casi todo nuestro ser; no le cede ningún lugar a Cristo. Usted ama al Señor y yo también. Todos nosotros amamos al Señor; sin embargo, no lo vivimos tanto, y Él no nos ocupa tanto. ¿Por qué? Porque Él no tiene terreno, no tiene espacio, en nuestro interior. Nosotros simplemente no le cedemos nada. La peculiaridad en nuestro interior nunca se rinde; entonces Cristo en realidad no tiene mucho terreno en nosotros. Él no ocupa mucho espacio en nuestro interior. Finalmente, vivimos por nosotros mismos. Nuestro yo está cubierto con muchos mantos bonitos, pero debajo de todos esos mantos está oculta nuestra peculiaridad.

Conozco a un hermano por casi treinta años. En las reuniones los hermanos y hermanas se han percatado de su peculiaridad manifestada, pero probablemente no muchos conocen cuál es su peculiaridad escondida. Debo testificar que yo conozco su peculiaridad escondida. Él ama mucho al Señor, pero después de tantos años no ha crecido en vida. Él permanece igual. ¿Cuál es el problema? ¡La peculiaridad! Debo ser franco y justo al decir que él ha mejorado bastante, pero mejorarse no significa crecer. En cierto sentido, todos se están mejorando. Si una persona permanece en la iglesia, ciertamente ella mejorará bastante. Pero el hecho de que uno mejore no significa que esté creciendo. El crecimiento en vida es algo completamente distinto. ¿Qué significa crecer en vida? Significa crecer por el crecimiento de Dios, por tener el aumento de Cristo. Yo he visto bastante mejoría en este hermano, pero no he visto mucho aumento de Cristo. ¿Por qué? Debido a que la peculiaridad sigue ahí. El terreno dado a Cristo no ha aumentado. Cristo tiene hoy tanto terreno en él como el que ocupaba treinta años atrás. La peculiaridad está ahí escondida interiormente como una gran montaña, frustrando el crecimiento en vida.

(Entrenamiento de perfeccionamiento, capítulo 9, por Witness Lee)