EL SEÑOR SE HIZO TAN PEQUEÑO
QUE PUEDE ENTRAR EN NOSOTROS
Hermanos y hermanas, debemos ver lo significativo de este caso. Las personas se dirigen al Señor según sus propios conceptos religiosos y lo consideran un hombre grandioso, pero El nos revela claramente que eso no es acertado. No debemos conocerle según nuestros conceptos religiosos, sino según lo que nos revela Su Palabra. En la actualidad, la mayoría de las personas ven a Cristo como lo vio la mujer cananea. Por eso, algunos afirman que El era un maestro religioso, otros, que El fue el fundador de una religión o que fue un hombre muy destacado. Eso es lo que dicen los incrédulos. Para los creyentes, Cristo es mayor y más elevado. No niego que el Señor sea grandioso y altísimo, pero sí debemos comprender que tales conceptos concuerdan con las ideas religiosas del hombre. Desde que Dios creó al hombre, se le ha revelado y se le presentó como árbol de vida. Sabemos que los árboles frutales no son muy altos. Por ejemplo, el manzano y la vid no son árboles altos. Pero árboles como el abeto o el ciprés, cuya madera se usa para hacer postes, son bastante altos. Si los árboles frutales tuvieran una altura de cien metros, sería muy difícil comer su fruto. Por eso, estoy convencido de que el árbol de la vida presentado en la Biblia era pequeño y de baja altura. Algunos eruditos piensan que el árbol de la vida era una vid, porque el Señor declaró: “Yo soy la vid verdadera”. Aparte de este argumento, el árbol de la vida con seguridad no podía ser muy alto.
¡Aleluya! Cuando Dios apareció al hombre por primera vez, no se le presentó como un árbol enorme, sino como un árbol que estaba a su altura. Más tarde, cuando vino Jesús, el hombre lo consideró un gran líder religioso, pero El dijo: “Yo soy el pan de vida”. El pan es aún más pequeño que un árbol. Dios siempre se presenta al hombre como un ser accesible, y no como un ser enorme. Ello se debe a que solamente siendo pequeño puede entrar en el hombre. Cuando le ingerimos, El se deleita.
Muchos conocemos las epístolas de Pablo. Permítanme preguntar: en dichas epístolas ¿cuántas veces se nos exhorta a inclinar la cabeza y postrarnos ante Dios? Sólo en unos cuantos casos, pero con frecuencia Pablo usa las expresiones “Cristo en mí” y “Cristo en vosotros”. Por ejemplo, dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”; “agradó a Dios ... revelar a Su Hijo en mí”; “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”; “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”; “para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones” (Gá. 2:20; 1:15-16; 4:19; Col. 1:27; Ef. 3:17). Cuando algo entra en uno, ¿qué es mayor: la persona o lo que ingirió? ¡Aleluya! La persona es mayor. Cuando alabe al Señor puede decirle confiadamente: “Señor, te alabo porque soy más grande que Tú. Señor, Tú eres más pequeño que yo”. Si uno no se atreve a alabar al Señor así, demuestra que lo detienen sus conceptos religiosos. En la madrugada, trate de decirle al Señor con osadía: “Aleluya. Yo soy grande, y Tú eres pequeño”. Si lo hace, le garantizo que su espíritu brincará de gozo. El Señor le dirá: “He aquí un hombre que me conoce bien”.
No me entiendan mal. No digo que la persona del Señor Jesús sea menor que nosotros. El en Sí mismo es muy superior a nosotros. Sin embargo, El se hizo pequeño, el hombre Jesús, a fin de que le podamos comer y disfrutar. Además, cuando El salió de Jerusalén y se retiró a la región de Tiro y Sidón, se convirtió en las migajas que caen de la mesa. El pan que está sobre la mesa es relativamente grande, comparado con las migajas que caen, las cuales son muy pequeñas. “Jesús. Te alabo por ser las migajas que caen bajo la mesa. Ahora Tú no eres el Jesús entero, sino Jesús en migajas”.
Hace unos quince años en un adiestramiento que tuvimos aquí, me dediqué a escudriñar toda la Biblia buscando todos los títulos adjudicados al Señor que pudiera encontrar. El es Cristo, Emmanuel, el Hijo de Dios, y así sucesivamente. Encontramos unos doscientos setenta títulos, pero no incluí el título “migajas”. Esta mañana quisiera añadirlo. El Señor Jesús también es llamado migajas. El no sólo es el pan de vida, sino también las migajas.
Repito que Jesús mismo es grandioso, pero a fin de que nosotros le pudiéramos comer, El estuvo dispuesto a humillarse y a tomar la forma de esclavo. El hombre, en sus ideas religiosas, le llama Hijo de David, lo cual concuerda con la forma en que la tradición se dirige a El, pero el Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan de los hijos; más aún, soy las migajas. No soy ni siquiera las migajas que quedan sobre la mesa, sino las que caen bajo la mesa”. El Señor Jesús vino al mismo lugar donde nosotros estamos, a la condición caída de Tiro y Sidón. Estas dos ciudades no eran lugares de prestigio, pero el Señor Jesús descendió allí. Aunque el es santo, se humilló y se solidarizó con nosotros, para acercarse a los pecadores y los injustos. Aunque es el gran Dios, se acerca a los hombres viles.
(
Comer al Señor, capítulo 2, por Witness Lee)