GENESIS: EL DESEO DE DIOS ES
QUE EL HOMBRE COMA DEL ARBOL DE LA VIDA
¿De qué habla la Biblia de principio a fin? Todos los estudiosos de la Biblia reconocen que hay un principio básico en la Biblia: cuando la Biblia menciona algo por primera vez, establece el significado inmutable de ese tema en su desarrollo posterior. Por consiguiente, si deseamos conocer la debida relación entre Dios y el hombre, debemos ver lo que Dios quería que él hiciera cuando lo creó. Cuando El creó a Adán, no le dijo: “Adán, te he creado para que me adores”. No notamos estas cosas en la Biblia, pues los pensamientos del hombre son religiosos. No digo con esto que tales conceptos sean malos, sino que son religiosos y provienen de la mentalidad del hombre caído; no son el pensamiento original. Cuando Adán fue creado, Dios lo puso frente al árbol de la vida y le dijo que podía comer gratuitamente del fruto de los árboles del huerto. Lo primero que Dios deseaba era que el hombre comiera, comiera y comiera. Por eso decimos que la Biblia es un libro que habla de comer. Pero ¿comer qué? Comer a Dios. Comer al Señor.
Sin embargo, podemos ver que de inmediato el hombre cometió el error de comer lo que no debía, y cayó. Es terrible comer lo que no debemos. Adán cayó porque comió. Comer físicamente es un símbolo de esto. Lo que comamos, sea de la vida animal o de la vida vegetal, es nuestra provisión vital. Si comemos lo que no debemos, podemos intoxicarnos. En algunos casos, nos podemos enfermar, y en casos más serios, hasta podemos morir. Lo mismo se aplica al ámbito espiritual. Solamente Dios es la verdadera comida; debemos comerlo únicamente a El. Si comemos otro alimento, comemos lo que no debemos. No nos debe sorprender que todos los seres humanos estén intoxicados. La última oración del libro de Génesis dice, refiriéndose a José: “Lo embalsamaron y lo pusieron en un ataúd en Egipto” (50:26). Tal fue el fin de José, y ése es precisamente el final del género humano. Este fue el resultado de que el hombre que Dios creó se hubiera intoxicado. Después de que el hombre se envenenó, murió, luego fue puesto en un ataúd, y permaneció en Egipto.
(Comer al Señor, capítulo 1, por Witness Lee)