Cristo en Su excelencia, por Witness Lee

LAS COSAS QUE REEMPLAZAN A CRISTO

La cultura humana

Hoy en día vivimos en un período de la cultura humana que tiene seis mil años de historia. En estos seis mil años la sociedad humana ha tenido numerosos inventos, siendo el primero de ellos la cultura humana. Génesis 1 nos muestra que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza con el propósito de que el hombre le expresara a Él. Lamentablemente, antes de que se cumpliera este propósito, Satanás vino al hombre y lo indujo a que comiera del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, lo cual resultó en la unión del hombre con Satanás. Como consecuencia, el hombre no sólo se alejó de la voluntad de Dios, sino que también perdió a Dios. Una vez que el hombre perdió a Dios, ya no tuvo protección, satisfacción ni gozo, lo cual hizo que inventara la cultura humana como sustituto de Dios. Génesis 4 nos narra que en las primeras generaciones, los hombres no solamente inventaron diferentes clases de armas para su defensa personal, sino que también inventaron muchos tipos de herramientas para la ganadería y la agricultura a fin de proveer para su propio sustento y satisfacción. Además inventaron instrumentos musicales para su deleite (vs. 20-22).

Tener protección, satisfacción y deleite son las tres necesidades más grandes del hombre. En el principio, Dios era quien satisfacía estas tres necesidades humanas; sin embargo, después de que el hombre perdió a Dios, el hombre inventó la cultura humana para reemplazar a Dios y poder satisfacer estas tres necesidades. Hoy en día, todo aquello que se vende en las tiendas tiene como propósito brindarle protección, satisfacción y entretenimiento al hombre. El hombre recurre a estas cosas porque no tiene a Dios. Si tenemos a Dios, entonces Él llega a ser nuestra protección, satisfacción y gozo. Actualmente, todos los países, aun los más cultos, tratan de satisfacer estas tres necesidades, pues invierten una gran cantidad de dinero en la defensa nacional para su protección, desarrollan y mejoran la industria y la agricultura para su satisfacción y además promueven diferentes tipos de recreación y música para el entretenimiento de la gente. Esto nos demuestra que el hombre no tiene a Dios dentro de él, y al no tenerlo necesita estas cosas.

La religión

El hombre se percató de que la cultura humana, si bien le daba protección, sustento y entretenimiento, en realidad no satisfacía las necesidades más profundas de su ser. ¿Por qué? Debido a que estas cosas solamente pueden satisfacer las necesidades del cuerpo y del alma, mas no pueden satisfacer la necesidad del espíritu. Existe una necesidad en el espíritu del hombre que sólo y únicamente Dios puede satisfacer, y es a raíz de esta necesidad que el hombre inventó la adoración.

En los últimos seis mil años, toda nación, ya sea grande o pequeña, bárbara o civilizada, ha rendido culto a las aves, bestias, serpientes y otras clases de ídolos. Es por eso que Pablo dijo en Romanos 1 que el hombre había cambiado la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por ejemplo, los japoneses rinden culto a las serpientes porque creen supersticiosamente que las serpientes tienen el poder de eliminar la maldad. Los chinos rinden culto a los dragones porque creen que los dragones les traerán buena suerte. Los persas rinden culto al fuego. De hecho, existe un sin fin de actividades extrañas, pues la gente adora a toda clase de cosas, pero adoran de forma equivocada. Una palabra más civilizada para definir esta clase de adoración es la palabra religión, la cual es un invento humano; es decir, la religión es un producto de la cultura humana. La religión enseña a la gente a rendir culto según el objeto de su veneración, o sea, aquello a lo que se rinde culto constituye la base de su enseñanza. Además, la religión también sirve para regular el corazón del hombre, y es por eso que a través de los siglos los gobernantes nunca han rechazado la religión, pues según ellos la religión al lado de la cultura resulta en algo mucho más eficaz. Es decir, la religión le presta gran ayuda a la cultura.

Todos sabemos que basado en el marxismo, Lenin promovió el ateísmo y practicó el comunismo, cuyos resultados demostraron ser muy ineficaces. Ello se debe a que la religión es una necesidad inherente en todo ser humano. En la actualidad, el porcentaje de personas en la Unión Soviética que asisten a los cultos dominicales de la iglesia es mayor que en Inglaterra. El espíritu del hombre necesita a Dios, y es por eso que el hombre no puede estar sin Dios; aun los ateos necesitan a Dios. Aproximadamente en 1954, cuando estaba en Filipinas, leí un artículo de un periódico, el cual decía que en el momento de la ejecución de Beria, el principal agente secreto de Stalin, su verdugo le dijo que se le daría unos minutos para pedir lo que quisiese. A la hora de su muerte, Beria dijo: “Quiero una Biblia”. Un ateo como él, un verdadero comunista y jefe de los agentes secretos, pidió una Biblia antes de su muerte. Esto nos confirma que dentro del hombre existe la necesidad de Dios. Más tarde, Kruschev, el hombre que pronunció la pena capital para Beria, fue desterrado a Siberia. En otra ocasión leí un folleto que decía que Kruschev, estando en Siberia, se arrepintió y creyó en el Señor. Los chinos tienen un refrán que dice: “Un hombre habla el bien cuando está a punto de morir”. Cuando una persona está a punto de morir, ya no puede permanecer duro; se arrepentirá y creerá en Dios. Todos los hombres necesitan a Dios.

Creo que algunas personas han leído el libro autobiográfico, Mirra fragante, de una mujer francesa llamada la señora Guyón, quien nació en una familia francesa aristocrática hace más de trescientos años. Una tarde, la señora Guyón asistió a un baile de gala y bailó hasta muy entrada la noche. Una vez que regresó a su casa, sentada en su cuarto, ella se preguntó a sí misma: “¿Qué significado encierra todo esto? Tanto mi propia familia como la familia de mi esposo somos aristócratas y ricos. Tengo todo a mi disposición para mi deleite y además ya no sé ni a cuántos de estos bailes he asistido; aun así, ¿qué significado tiene el baile de esta noche para mí?”. Mientras más pensaba en ello una y otra vez, más sentía que todo aquello carecía de sentido. Después, se quitó los zapatos de baile y el traje de noche y los tiró en el suelo. En ese instante ella sintió que debía levantarse y orar al Señor. Ella oró al Señor desde lo profundo de su ser y, a raíz de esa oración, toda su persona cambió. Más tarde, la señora Guyón se convirtió en una persona muy espiritual, cuya experiencia del Señor llegó a ser mucho más profunda que muchos de los que vivieron durante los cien años después de la reforma iniciada por Martín Lutero. En los siguientes trescientos años, su experiencia espiritual brindó gran ayuda a aquellos que buscaban el crecimiento de la vida interior. Esto también nos demuestra que existe una necesidad en la parte más profunda del hombre que únicamente Dios puede satisfacer.

Con frecuencia la Biblia usa la palabra sed para describir esta necesidad del hombre. La necesidad que el hombre siente es como la necesidad por beber agua de una persona sedienta. Si una persona tiene sed, y usted le da billones de dólares en oro, plata y piedras preciosas, estas cosas no saciarán en absoluto su sed. Sólo un vaso de agua podrá saciar su sed.

La sed del espíritu humano sólo puede ser saciada por el agua viva. ¿Quién es esta agua viva? La Biblia nos dice que es Dios mismo, el Señor Jesús y el Espíritu (Jn. 7:37-39). Dios es la fuente del agua viva, el Señor Jesús es el curso del agua viva, y el Espíritu Santo es el fluir en nosotros del agua viva. Dios fluyó en Cristo, y Cristo vino a ser el Espíritu de vida que fluye en nosotros como el agua viva. Únicamente esta agua viva puede saciar la sed del espíritu del hombre. Por lo tanto, esta agua viva es lo que todos necesitamos.

(Cristo en Su excelencia, capítulo 2, por Witness Lee)