Estudio-vida de Juan, por Witness Lee

II. LOS ASPECTOS RELACIONADOS CON EL PECADO

A. Nadie está libre de pecado

Los religiosos estaban haciendo todo lo posible para encontrar alguna falta en el Señor Jesús. Después de los capítulos 5 y 7, ellos intentaron poner a Jesús en una situación difícil. Ellos sorprendieron a una mujer pecadora y la trajeron al Señor Jesús. Según la ley tales mujeres debían ser apedreadas hasta que muriesen, pero los religiosos no lo hicieron. Al contrario, la trajeron ante el Señor con la intención de atraparlo. Ellos dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?”. Los religiosos fueron bastante atrevidos. Ellos le hicieron al Señor una pregunta muy astuta. Si Él hubiera dicho que debían apedrearla hasta que muriera, habría perdido Su posición de Salvador y Redentor. ¿Podría un Salvador decir que tal pecadora debía ser apedreada hasta que muriera? Por supuesto, el Señor, como Salvador y Redentor, no podía decir esto. Pero por otro lado, si Él hubiera dicho que no debían apedrearla hasta morir, entonces ellos habrían replicado que estaba quebrantando la ley. Esta pregunta era un sutil truco del enemigo. Los religiosos pensaron que eran muy sabios, pero en realidad eran unos insensatos. Ellos pensaron que le sería muy difícil al Señor Jesús contestar, y que tendrían una excelente oportunidad para atraparlo.

Cuando le hicieron esta pregunta, el Señor no contestó ni una sola palabra. La manera más sabia de contestar una pregunta es no contestar, contestar más tarde, o hacerlo lentamente. La primera reacción del Señor consistió en que no contestó rápidamente. Nosotros también debemos aprender esta sabiduría. Cuando otros vengan a nosotros con una pregunta urgente, debemos aprender del Señor. Él simplemente se inclinó a escribir en el suelo. El silencio calma a las personas, así como el agua fría enfría el agua hirviendo. Cuando el Señor se inclinó a escribir, estaba calmando la situación. Al mismo tiempo, mientras calmaba la tensa situación, la mujer pecadora era confortada. Creo que al inclinarse a escribir en tierra, el Señor Jesús indicaba a los religiosos que no debían ser tan orgullosos, que debían humillarse un poco. Ellos tenían que entender que eran tan pecaminosos como aquella mujer.

Cuando era joven, traté de descubrir lo que el Señor Jesús escribía en la tierra. A través de muchas generaciones nadie ha podido afirmar lo que Él escribió. Yo supongo que el Señor Jesús pudo haber escrito: “¿Quién de vosotros no tiene pecado?”. Mientras los fariseos le preguntaban qué debían hacer con la mujer, el Señor pudo haber escrito en grandes letras: “¿Quién entre ustedes está sin pecado?”. Todos observaban al Señor mientras Él se inclinaba a escribir en el suelo. Entonces Él se levantó y dijo: “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (8:7). Es como si el Señor les dijera: “Vosotros tenéis permiso de apedrearla, pero alguien debe tomar la iniciativa. Nadie está capacitado para tomar la delantera en esto, excepto aquel que no tenga pecado. Dejad que aquel de entre vosotros que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Esta palabra traspasó sus conciencias. Creo que aun antes de que el Señor dijera esto, mientras Él todavía escribía en el suelo, sus conciencias fueron conmovidas. ¿Qué hicieron los religiosos? Comenzando por los más viejos y continuando hasta el más joven, salieron uno a uno (v. 9). Los más viejos, por ser los más sabios, se retiraron primero. Ellos reconocían que no estaban calificados para ser los primeros en apedrear a la mujer hasta matarla. Pero sí estaban calificados para tomar la delantera en escaparse. Todos los más jóvenes, les siguieron.

¿Quién está sin pecado? Nadie. Nunca condene a otros, porque al hacerlo usted es igual a ellos. Usted no está calificado para condenar a otros, pues son pájaros del mismo plumaje. Si condena a otro “pájaro”, simplemente se condena a sí mismo. Sólo el gran Yo Soy está sin pecado, y solamente Él está calificado para condenar el pecado. ¡Qué sabiduría la del Señor Jesús! Después de que los religiosos se fueron, noten cuán tierna y gentilmente el Señor se expresó con la mujer pecadora. Él le preguntó si alguien la había condenado, y ella dijo: “Ninguno, Señor”. Entonces Jesús le dijo: “Ni Yo te condeno” (v. 11). Estas palabras fueron melodía para el alma aterrorizada de la mujer.

Este caso manifiesta la sabiduría del Señor. La gente vino a condenar a la mujer pecadora, pero la respuesta del Señor los convenció de su propia pecaminosidad. Cuando los demás vengan a usted con preguntas, debe tener cuidado y devolverles las preguntas. Debe contestarles preguntándoles acerca de ellos mismos. Entonces usted penetrará sus conciencias y los dejará convictos. Finalmente ellos serán convencidos y se alejarán.

(Estudio-vida de Juan, capítulo 19, por Witness Lee)