Estudio-vida de Deuteronomio, por Witness Lee

I. MOISÉS, EL PORTAVOZ DE DIOS, SE ASEMEJA A UN PADRE ANCIANO Y AMOROSO QUE HABLA A SUS HIJOS CON MUCHO AMOR Y CONSIDERACIÓN

El primer punto crucial en Deuteronomio es que Moisés, el portavoz de Dios, se asemejaba a un padre anciano y amoroso que hablaba a sus hijos con mucho amor y consideración. Este libro contiene la palabra de Dios más que cualquier otro libro de la Biblia: las palabras que Dios habló mediante este portavoz único.

Algunos podrían pensar que en Job hay más de la palabra de Dios que en Deuteronomio. Sin embargo, esta perspectiva no es correcta. El libro de Job en efecto contiene la palabra de Dios, pero también contiene las palabras de Job y de sus tres amigos, los cuales hablaron según la opinión, la lógica, la filosofía y la psicología humanas. Al final, el joven Eliú habló lo que estaba en el corazón de Dios. En el libro de Job, la palabra de Dios no es tan abundante como en el libro de Deuteronomio.

Cada palabra que Moisés habló en Deuteronomio era la palabra de Dios. Puede ser que Moisés haya expresado un poco su propio sentir, pero aun eso llegó a ser la palabra de Dios. Lo que Moisés habló en Deuteronomio es semejante a lo que Pablo habló en 1 Corintios 7. En dicho capítulo Pablo dijo: “No tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como uno a quien el Señor ha concedido misericordia para ser fiel” (v. 25). Luego, después de dar a conocer su parecer, él dijo: “Pienso que también yo tengo al Espíritu de Dios” (v. 40). Con el tiempo, puesto que Pablo era un hombre constituido de Dios, su opinión llegó a formar parte de la palabra de Dios como revelación divina en el Nuevo Testamento. En su hablar él fue uno con Dios; por consiguiente, lo que él habló era el hablar de Dios. Este mismo principio se aplica al hablar de Moisés en Deuteronomio. Moisés habló en representación de Dios durante cuarenta años, desde que tenía ochenta años hasta cumplir los ciento veinte. Él era una persona que no sólo estaba empapada y saturada de los pensamientos de Dios, sino que Dios mismo, el Dios que habla, era el elemento constitutivo de su ser. Por tanto, las palabras que procedían de su boca eran las palabras de Dios habladas mediante este portavoz único.

(Estudio-vida de Deuteronomio, capítulo 2, por Witness Lee)