I. TIENE A CRISTO COMO SU CENTRALIDAD
Y SU UNIVERSALIDAD
Si hemos de ser vencedores, debemos tener claridad en cuanto a la economía de Dios. Cristo es la centralidad y la universalidad de la economía divina (Col. 3:10-11). De hecho, la economía de Dios es simplemente Cristo. Lo que Dios desea es tener a Cristo. Cristo es el beneplácito de Dios y es Su única meta.
El Nuevo Testamento nos muestra esto en Efesios 1 y 3. Estos capítulos hablan del beneplácito de Dios (1:5, 9) y de Su propósito eterno, el deseo que hay en Su corazón (3:11). El beneplácito de Dios es Cristo. Una iglesia sin Cristo como su centralidad y su universalidad no le agrada a Dios. Dios jamás se agradaría de una iglesia que no tenga a Cristo. Dios no quiere ver meramente un grupo de personas que se reúnen y sirven juntas; El desea ver a Cristo en medio de ellas y lo que le interesa es qué tanto de Cristo hay entre ellos. Qué tanto se agradará Dios depende de qué tanto Cristo tengamos. Todo lo que hacemos debe ser hecho en Cristo, con Cristo, por Cristo, mediante Cristo y para Cristo.
El fin de la predicación del evangelio que se practica en el cristianismo es ganar almas; pero nuestra predicación es la práctica del sacerdocio neotestamentario del evangelio, el cual tiene como fin salvar a los pecadores para hacerlos miembros de Cristo y parte de El. Luego presentamos los miembros de Cristo como ofrenda a Dios (Ro. 15:16). En el Antiguo Testamento los sacrificios que ofrecían los sacerdotes, eran tipo de Cristo. Hoy en la economía neotestamentaria, ofrecemos los miembros de Cristo. En otras palabras, ofrecemos el Cuerpo de Cristo. Predicar el evangelio con el mero objetivo de ganar almas no es suficiente. Nosotros predicamos el evangelio para hacer de los pecadores miembros vivos de Cristo, aquellos que constituyen el Cuerpo de Cristo, a fin de poderlos ofrecer a Dios para que constituyan el Cuerpo de Cristo.
Nosotros como sacerdotes del evangelio debemos visitar a otros con regularidad para llevarles el evangelio. D. L. Moody en cierta ocasión tomó la decisión de que iba a predicarle el evangelio por lo menos a una persona cada día. Una noche después de acostarse, recordó que no le había predicado el evangelio a nadie ese día. Salió a la calle, y la única persona que vio fue un policía. Se le acercó al policía y le instó a que creyera en el Señor Jesús. Luego Moody corrió a casa. Más adelante, el policía tuvo el deseo de conocer a la persona que le había hablado de creer en el Señor. El policía se enteró de que tal persona era D. L. Moody. Entonces fue a verlo, y fue salvo. Esto nos muestra que nosotros debemos cumplir el deber que tenemos como sacerdotes del evangelio de visitar a otros con regularidad para poder hacerles miembros de Cristo con miras al aumento y la edificación del Cuerpo de Cristo.
(Caos Satánico en la vieja creación y la economía divina para la nueva creación, El, capítulo 4, por Witness Lee)