Revelación y visión de Dios, La, por Witness Lee

APREHENDER, CONOCER Y EXPERIMENTAR LA ECONOMÍA DE DIOS

Si realmente vemos una visión, ciertamente responderemos con un deseo interior por aprehender, conocer y experimentar la economía de Dios. Podemos ver desde el comienzo del Nuevo Testamento, en Mateo 1, que el Dios Triuno desea impartirse a Sí mismo en el hombre.

A. El Señor Jesús como prototipo de la mezcla de Dios y el hombre

En Mateo 1, vemos al menos cuatro hechos: la genealogía de Jesús, la concepción de Jesús, el nacimiento de Jesús y el nombre de Jesús. No obstante, con respecto a Mateo 1 lo más importante no sólo es ver estos hechos, sino ver una preciosa visión en estos hechos y hacer que dicha visión sea nuestra experiencia. Debemos aprehender y experimentar estos hechos. Tomen por ejemplo estas tres palabras: el Señor Jesús. Si las leemos separadamente, palabra por palabra, es difícil entender su significado. Pero si las ponemos juntas y las leemos así, podemos descubrir su significado. Según el mismo principio, en Mateo 1 se presentan varios hechos que nos hablan de una realidad, y esta realidad consiste en que el Dios Triuno desea forjarse en el hombre.

1. La visión hallada en Mateo 1

En primer lugar, debemos ver que Mateo 1 menciona a Dios (v. 23); menciona al Hijo (v. 21), Jesús, quien era el Dios encarnado y nació como hombre; y también menciona al Espíritu (v. 18) como esencia y elemento básico de la concepción de la virgen María. Además de esto, este capítulo se refiere a Jehová porque en el nombre Jesús, Je es una forma abreviada de Jehová y sus quiere decir Salvador o salvación; además, Jesús es Aquel a quien se llama el Cristo (v. 18). Por tanto, este capítulo menciona a Dios, al Hijo, al Espíritu, a Jehová, al Salvador o la salvación y a Cristo. Cualquier persona que estudie la Biblia puede ver estos títulos divinos. Sin embargo, aquí todavía debemos recibir una visión.

2. El propósito de Dios al crear al hombre era que éste obtuviera la vida de Dios

Originalmente, Dios se hallaba fuera del hombre. Él creó al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza, y luego infundió en el hombre el aliento de vida, con lo cual lo dotó de vida y aliento. Dios no hizo estas dos cosas cuando Él creó los animales, ni tampoco cuando creó los ángeles. Él creó al hombre a Su propia imagen y sopló Su propio aliento, el aliento de vida, en el hombre. Esto fue algo muy especial. Sin embargo, Dios todavía se hallaba fuera del hombre; Él era Él, y el hombre era el hombre. A pesar de esto, los dos eran de la misma especie. En Génesis 1 cuando Dios creó todos los seres vivos, todo era “según su especie”. Los que hacen injertos de árboles, saben que no puede haber un injerto de árboles de diferentes especies; el injerto sólo es posible en árboles de la misma especie. En Su obra de creación, Dios realizó de antemano una obra de preparación; es decir, creó al hombre de tal modo que lo hizo conforme a Su propia especie, con miras a que el hombre pudiera entrar en una relación con Él, así como la relación que hay en un injerto.

Más tarde en la Biblia, el Señor Jesús mismo nos dijo categóricamente que Él es la vid verdadera, y nosotros los pámpanos (Jn. 15:1, 5). Pero tenemos que darnos cuenta de que no nacimos como pámpanos de la vid. Al contrario, nacimos como ramas silvestres (Ro. 11:17, 24), y es por fe que hemos sido injertados en Él, en la vid (v. 20, cfr. v. 23). Esto significa que aunque nosotros y el Señor Jesús somos “árboles” diferentes, somos de la misma especie. Cuando menos, tenemos la misma imagen que Dios y llevamos Su semejanza. Pero aparte del hecho de que somos de la misma especie de Dios, Él sigue siendo Él, y nosotros seguimos siendo nosotros. Él está fuera de nosotros, y nosotros fuera de Él. En vida y naturaleza, y especialmente en esencia, nosotros y Él no estamos absolutamente relacionados.

Por favor, discúlpenme por decir que en este punto radica la mayor deficiencia de la teología que impera en el cristianismo. En el cristianismo hay una escuela llamada teología reformada. Los que pertenecen a dicha escuela niegan por completo que las personas salvas posean interiormente la naturaleza divina; sobre todo ellos reconocen que hemos sido reformados. Afirman que originalmente éramos personas muy malas, pero que ahora hemos sido reformados; asimismo, la sociedad antes era mala, pero ahora se ha reformado y mejorado. En el siglo pasado, esta clase de enseñanza era muy prevaleciente. Este grupo de personas abogan por que este mundo, en lugar de volverse peor y peor, llegará a ser cada vez mejor. Por tanto, el mundo se convertirá en una utopía incluso antes del regreso del Señor Jesús. Una utopía es un reino ideal donde todos son felices y todo es bueno. Pese al hecho de que hoy existe la maldad, llegará el día en que nada será malo y todo será una utopía. ¿Cómo puede suceder esto? Primero, mediante la predicación del evangelio la gente se arrepiente y es conducida a reformarse de sus errores y a volverse a las buenas obras; segundo, mediante la enseñanza de las verdades bíblicas los creyentes son exhortados a reformarse. Pero dado que las verdades bíblicas aún no se han extendido al mundo entero, cada persona debe esforzarse por predicar el evangelio y conducir a las personas al arrepentimiento. No obstante, este grupo de personas no le presta ninguna atención a la regeneración; sólo hacen énfasis en que se enseñe la verdad para que la sociedad humana cambie y se convierte en una utopía, un mundo ideal.

Al final del siglo pasado, esta escuela de teología era muy prevaleciente y poderosamente influyente en Europa. Pero a comienzos de este siglo, en 1914, se originó la guerra en Europa, y la lucha fue muy difícil. Esto dio un fuerte golpe contra la teología reformada. Después de la guerra en Europa, la teología europea puso un énfasis particular en el estudio de las profecías. Durante ese tiempo, el recobro del Señor apenas estaba surgiendo en la China. Muchos de los libros espirituales que yo leí procedían de Europa, y todos trataban sobre las profecías. Esto se debió a que toda la gente sentía que el mundo se estaba volviendo cada vez más caótico y más perverso, de modo que ellos ya no escucharon las enseñanzas sobre la utopía. En lugar de ello, querían ver lo que decía la Biblia. Después, la situación mundial empeoró aún más. En 1931 Japón invadió el noroeste de China, y otra vez la guerra se desencadenó. Luego, Italia invadió Etiopía y Hitler invadió los países alrededor de Alemania. Para 1939 Europa se vio envuelta en otra gran guerra que con el tiempo se convirtió en la Segunda Guerra Mundial, la cual abarcó un área de mayor extensión y fue más grave que la Primera Guerra Mundial. Después de esto, nadie creyó más en la teología reformada.

Sin embargo, ahora, cuarenta años después de la última gran guerra, esta escuela parece mostrar señales de levantarse otra vez gradualmente. Siempre hace énfasis en que los cristianos poseen únicamente una sola naturaleza y que no tienen otra naturaleza interiormente. Además, enfatiza que la regeneración obedece meramente a un cambio en la naturaleza original de la persona. Esto es semejante a lo que los chinos quieren decir con “darle vuelta a la página cada día” y “desarrollar la virtud brillante”, de modo que lleguemos a ser “gente renovada”; esto significa que nos hemos reformado. Muchos estudiantes de los seminarios en los Estados Unidos han sido influenciados por esa doctrina y la han aceptado, así que ellos no creen que los cristianos tenemos dos naturalezas y dos vidas. No obstante, la Biblia expone claramente que cuando somos regenerados, nacemos del Espíritu (Jn. 3:6) y recibimos la vida y naturaleza de Dios en nuestro ser (vs. 15-16, 36; 2 P. 1:4), a fin de ser hechos una nueva creación. Esto no es simplemente una reforma de la naturaleza original del ser humano.

La razón por la cual les hablo tanto de este asunto es que quiero mostrarles que hay muchos cristianos hoy día que no tienen ninguna claridad de lo que es la regeneración. Hace veinte años atrás, cuando fui por primera vez a los Estados Unidos, liberé un mensaje en el que les dije a las personas que necesitamos la regeneración no sólo porque somos seres caídos, sino que, aunque Adán no hubiera caído, aunque todos los hombres no hubiesen caído y no tuviesen el menor indicio de pecado, con todo y eso necesitaríamos ser regenerados. Tomemos el ejemplo del injerto. El injerto no se lleva a cabo porque el árbol haya caído y, por tanto, una de sus ramas debe ser cortada e injertada en otro árbol que no haya caído. Todos sabemos que el injerto no tiene nada que ver con que el árbol haya o no haya caído. El injerto es una cuestión de la vida y naturaleza interiores. Aun si en calidad de árboles usted y el Señor Jesús son de las mismas especies, la vida y la naturaleza suya son demasiado inferiores, por lo cual usted necesita ser injertado en el Señor Jesús, cuya vida y naturaleza son las mejores. Es por esto que en Génesis 2, antes que el hombre cayera, Dios lo puso frente al árbol de la vida. Dios quería decirle al hombre que la vida en su interior era meramente la vida humana y no la vida divina. Por consiguiente, Dios puso al hombre frente al árbol de la vida para que el hombre recibiera la vida del árbol de la vida, la cual es una vida más elevada.

En Mateo 1:21 el Ángel del Señor le habló a José en un sueño, diciendo: “[María] dará a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados”. Es verdad que aquí se halla el problema del pecado. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que nuestra necesidad de recibir la vida de Dios se relata en Génesis 2 antes que el pecado viniera a existir; el pecado no fue introducido sino hasta Génesis 3. Esto comprueba que no es debido a nuestra caída que necesitamos que Dios entre en nuestro ser; antes bien, esto es algo que Dios ordenó en el principio. Dios nos creó como Sus vasos (Ro. 9:20-24) para contenerle. Romanos 9 dice que somos vasos de misericordia, y luego llegaremos a ser vasos para honra y finalmente vasos para gloria. La honra de un vaso no depende del vaso mismo, sino de su contenido. Cuando Dios creó al hombre, no entró de inmediato en éste; por ende, el hombre era cuando mucho un vaso de misericordia que no tenía a Dios, ni tampoco la gloria. Sin embargo, hoy contenemos a Dios, así que hemos llegado a ser vasos para honra; en el futuro cuando estemos en la gloria, seremos vasos para gloria.

El propósito de un vaso es contener algo. Un vaso puede caer en el basurero por descuido, pero eso no significa que deje de ser un vaso y ya no necesita contener cosas. Es cierto que debido a que habíamos caído en el basurero del pecado y nos ensuciamos, necesitábamos que Dios nos lavara para ser limpios. Pero el propósito que Dios tiene al limpiarnos es que podamos contenerlo a Él. En este respecto, aun si no hubiésemos caído en el basurero del pecado y hubiésemos permanecido limpios, si Dios no hubiera entrado en nuestro ser, todavía estaríamos vacíos. Debemos ser llenos con Dios. Éste es el propósito que Dios tenía al crear al hombre, como se revela en la Biblia.

(Revelación y visión de Dios, La, capítulo 6, por Witness Lee)