Experiencia que tienen los creyentes de la transformación, La, por Witness Lee

APRENDER A CRISTO

Muchos de ustedes han aprendido múltiples enseñanzas y doctrinas cristianas. Sin embargo, la carga que tengo en mi corazón, en cuanto a estos capítulos, es tener comunión con ustedes sobre las maneras específicas en las que pueden experimentar las cosas que han aprendido. En otras palabras, tengo la carga de que entren en la realidad de lo que ya conocen.

Efesios 4:20 dice: “Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo”. Debemos prestar atención a la frase aprender a Cristo y entenderla apropiadamente. Aprender a Cristo no significa que como Cristo amó a las personas, nosotros también debemos amar a las personas. Cuando yo era niño, me enseñaron que como Cristo amaba a los pobres, nosotros también debíamos amar a los pobres. Me enseñaron erradamente que ese tipo de imitación era aprender a Cristo. Aprender a Cristo no quiere decir que debemos imitarle; lo que quiere decir es que nosotros, dentro de quienes Cristo mora, tenemos a Cristo como nuestra vida en todo lo que hacemos. Esto significa que cuando consideramos las cosas, tomamos a Cristo como vida de manera subjetiva y le expresamos en nuestro vivir. Aprender a Cristo no es algo objetivo; no se trata simplemente de tomar al Cristo que está fuera de nosotros y seguir Su ejemplo. Más bien, es algo muy subjetivo. Está completamente relacionado con el hecho de que Cristo está en nosotros, mora en nosotros y es vida para nosotros. Para que nosotros aprendamos a Cristo significa que Su mente llega a ser nuestra mente, Su amor llega a ser nuestro amor y Su corazón llega a ser nuestro corazón. Debemos tomar Su mente como nuestra mente y, por tanto, renunciar a nuestra propia mente. Ésta es la manera correcta de aprender a Cristo.

En el siguiente versículo Pablo dice: “Si en verdad le habéis oído, y en Él habéis sido enseñados, conforme a la realidad que está en Jesús” (v. 21). Toda la realidad que está en Cristo debe ser nuestro disfrute y llegar a ser nuestra porción. Por ejemplo, el amor y a luz son realidades. Estas realidades están en Cristo. Ya que hemos sido regenerados, Cristo está en nosotros. Por lo tanto, todo lo que Él tiene en Sí mismo —en este ejemplo, el amor y la luz— han llegado a ser nuestra porción. Así que, debemos disfrutar todas las realidades que están en Él. La manera de disfrutar estas realidades nos es dada en los versículos 22 al 24. Primeramente, debemos despojarnos “del viejo hombre”. Despojarnos del viejo hombre es algo que hicimos de una vez y para siempre cuando nos bautizamos. Segundo, debemos ser renovados “en el espíritu de [nuestra] mente”. Esto es algo que debemos experimentar constantemente. Tercero, debemos vestirnos “del nuevo hombre”. De la misma manera que ya nos despojamos del viejo hombre, esto también ya se ha cumplido plenamente. Por ende, tenemos tres asuntos: despojarnos del viejo hombre por una parte, vestirnos del nuevo hombre por otra, y en medio de estos dos está la renovación del espíritu de nuestra mente. Si el despojarnos del viejo hombre y el vestirnos del nuevo hombre son experiencias reales que tenemos cada día o no, dependerá de si tenemos o no la experiencia de ser renovados en el espíritu de nuestra mente. El punto central es que seamos renovados en el espíritu de nuestra mente.

Podemos conocer el hecho y la doctrina de que en Cristo nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos vestido del nuevo hombre, y podemos estar conscientes de que somos una nueva creación (2 Co. 5:17) y de que las cosas viejas pasaron y todas fueron hechas nuevas. Pero en nuestra experiencia, ¿son estos hechos una realidad para nosotros, o son meramente doctrinas? Quizás hablemos frecuentemente de cómo fuimos crucificados juntamente con Cristo, de cómo a nuestro viejo hombre se le dio muerte en la cruz, y de cómo nos hemos revestido de Cristo y por ende estamos en Él (Gá. 3:27). Sin embargo, es muy posible que para nosotros estas cosas sean sólo enseñanzas. Es posible que no sepamos cómo hacer que estas cosas sean reales en nuestro vivir. Tenemos que desafiarnos a nosotros mismos y, en lo que concierne a estos hechos, preguntarnos: “¿Es esto una realidad para mí? ¿Es real para mí que yo, como viejo hombre, he muerto? ¿Es real para mí que yo me he vestido del nuevo hombre?”. De nuevo, si estas cosas son reales para nosotros o no, dependerá únicamente de que experimentemos la renovación en el espíritu de nuestra mente.

La manera de ser renovados en el espíritu de nuestra mente es muy simple. En primer lugar, debemos amar al Señor. Sencillamente debemos amarle con todo nuestro ser. Si amamos al Señor a lo sumo, Él ganará terreno en nuestro ser y tendrá la plena libertad de ocupar todo nuestro ser. Entonces nuestra mente será renovada en gran manera. Segundo, debemos tener comunión con Él; es decir, debemos permanecer en contacto con Él. Día tras día y momento a momento, jamás debemos salirnos de la presencia del Señor. Más bien, debemos siempre permanecer en Su presencia.

Tercero, debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu mediante la oración. Cuanto más oramos, más ejercitamos nuestro espíritu. En la esfera física, las partes de nuestro cuerpo que ejercitamos más, llegan a ser las más fuertes, y las partes que raramente usamos permanecen débiles. Hace muchos años atrás estuve gravemente enfermo y me confinaron a estar en cama por seis meses. Debido a que permanecí en cama, no pude usar mis piernas ni mis pies durante todo ese tiempo. Nunca se me ocurrió que al final de mi enfermedad yo no podría caminar. Di por hecho que iba a ponerme de pie y caminar. Para mi sorpresa, cuando traté de salir de la cama, no podía ponerme de pie. Como yo no había usado mis piernas ni mis pies por tanto tiempo, esos miembros de mi cuerpo se habían debilitado tanto que no podía ponerme en pie. Lo mismo sucede con nuestro espíritu. Si ustedes no oran, tengan por seguro que permanecerán débiles en su espíritu. La razón por la cual muchos de ustedes están débiles cuando vienen a la reunión de oración y a la mesa del Señor, es porque raramente oran. Si día tras día oraran mucho, cuando vengan a la reunión, su espíritu sería muy fuerte y les sería fácil orar en las reuniones. Necesitamos orar y ejercitar nuestro espíritu a fin de que nuestro espíritu sea fuerte. De esta manera, el Señor como el Espíritu tendrá una vía libre por la cual extenderse a todas las partes de nuestro ser.

(Experiencia que tienen los creyentes de la transformación, La, capítulo 4, por Witness Lee)