Experiencia que tienen los creyentes de la transformación, La, por Witness Lee

CRISTO ESTÁ SIENDO FORMADO EN NOSOTROS

Gálatas 4:19 dice: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Que Cristo sea formado en nosotros es tener una mente, parte emotiva y voluntad renovadas. Cuando toda nuestra alma sea renovada de esta manera, no sólo tendremos la mente de Cristo para pensar como Él piensa, sino que Cristo mismo será quien piense en nuestro lugar. Si Cristo es formado en nosotros, en el momento que pensemos en algo, Él se extenderá desde nuestro espíritu hacia nuestra mente y a través de ella, a fin de ser el contenido mismo de nuestra mente. Después, a medida que Él se propaga, Él llegará a ser la persona que piensa dentro de nosotros. Aparentemente, somos nosotros los que pensamos, cuando de hecho Cristo es quien piensa en nosotros. Lo mismo sucede con nuestra parte emotiva. Si amamos algo o a alguien, no lo haremos nosotros solos, sino que Cristo en nosotros también lo amará. Respecto a nuestra voluntad, si decidimos hacer algo, no seremos nosotros solos los que decidimos; Cristo en nosotros lo decidirá. Si experimentamos que Cristo sea formado en nosotros, seremos “personas dobles”. Aunque aún seguimos siendo nosotros mismos, otra persona dentro de nosotros, Cristo, está en el proceso de ser formado en nosotros. A medida que esta Persona se forme en nosotros, Él se extenderá a cada parte de nuestro ser interior. Consecuentemente, al pensar, tendremos la mente de Cristo; al amar, tendremos el amor de Cristo; y al decidir, tendremos la voluntad de Cristo. No sólo Cristo estará en nuestro espíritu, sino que se habrá extendido a nuestra mente, parte emotiva y voluntad. A medida que Cristo se forma en nosotros, somos transformados gradualmente a Su misma imagen.

Amar al Señor

Si Cristo es formado en nosotros o no, y si nosotros somos transformados en nuestra alma o no, depende al menos de tres cosas. Primeramente, tenemos que amarlo a Él. Cuando el esposo y la esposa caminan juntos, con frecuencia van agarrados de la mano. Aunque son dos personas diferentes, en sus acciones y en sus gestos son una sola persona. De igual manera, si en verdad amamos al Señor, querremos ser iguales a Él en todo. Cuando estemos a punto de hacer algo, nos preguntaremos: “¿Es así como el Señor ama estas cosas? ¿Es así como el Señor actúa?”. Si nos examinamos así, ciertamente seremos corregidos en nuestra manera de pensar, sentir y decidir. Al descubrir que nuestra forma de pensar no es la del Señor, y que nuestra mente no es Su mente, renunciaremos a nuestra forma de pensar y seremos orientados por la mente del Señor. Debemos someter nuestra mente a la mente del Señor, nuestra parte emotiva a la parte emotiva del Señor, y nuestra voluntad a la voluntad del Señor. Simplemente debemos someternos a Él. Si amamos al Señor de tal manera, le daremos la libertad, el terreno y la oportunidad de ocupar todas las partes de nuestro ser, una tras otra. Nuestro problema radica en que, aun cuando hemos sido regenerados y tenemos un corazón que ama al Señor, no lo amamos al máximo. Como resultado, parece que el Señor no tiene la oportunidad de hacer nada en nuestra mente, parte emotiva y voluntad. La razón por la que el Señor no tiene el terreno para ocupar nuestra mente se debe a que sencillamente no lo amamos mucho.

Muchas veces, aunque amamos al Señor hasta cierto grado, no somos uno con Él. Después de haber visitado muchos hogares a través de los años, me di cuenta de que entre los cónyuges, incluso entre aquellos que se aman uno al otro, también se da esta misma situación. Aunque estas parejas con frecuencia actúan y piensan como una sola entidad, he notado que a menudo el esposo y la esposa no son uno. He visto que la esposa se propone hacer exactamente lo opuesto a lo que hace el esposo, y viceversa. Muchas veces tenemos esta misma clase de relación con el Señor. ¿Cuántas veces le hemos dicho al Señor: “Tú toma Tu camino, y yo iré en el mío”? Si ésta es la condición en que está nuestra relación con el Señor, no sólo sufriremos el fracaso de no ser renovados en nuestra mente, sino que ésta se hará cada vez más independiente del Señor, hasta dejar al Señor fuera de nuestra mente. Sin embargo, si amamos al Señor de manera absoluta, en toda situación pondremos nuestros ojos en Él y le diremos: “Señor, te amo. Quiero saber cómo consideras Tú mi situación. ¿Qué tienes en mente respecto a esta situación? Deseo tomar Tu mente como la mía y quiero que Tu mente se extienda a mi mente. Puesto que te amo tanto, quiero que mi mente esté saturada y mezclada con la Tuya”. Si amamos al Señor de esta manera, le daremos mucha libertad, terreno y oportunidad para que Él trate con nosotros respecto a nuestra mente. Necesitamos amarle a tal grado que nuestra mente pueda ser gradualmente renovada, llena, saturada y mezclada con la mente del Señor, es decir, con el Señor mismo. Así, cuando pensemos en los diferentes asuntos y los consideremos, las personas percibirán el sabor de Cristo en nuestros pensamientos y consideraciones (cfr. 2 Co. 2:14). Si queremos que Cristo sea formado en nosotros y que nuestra mente sea renovada, necesitamos amar más al Señor.

Tener comunión con el Señor

Segundo, a fin de ser renovados, necesitamos permanecer en comunión con el Señor. No sólo debemos permanecer en comunión con el Señor en nuestros tiempos de oración, sino que debemos mantenernos en contacto con Él aun en medio de nuestras actividades y conversaciones diarias. Mientras conversamos con las personas, al mismo tiempo debemos tener comunión con el Señor. Aun si estamos muy ocupados, debemos permanecer en comunión con el Señor. Esto requiere de práctica. Hace muchos años conocí a un hermano joven que llegó al punto en el que constantemente tenía comunión con el Señor. Este hermano me dijo que cuando él caminaba, se detenía cada una o dos calles para permanecer en comunión con el Señor. Si permanecemos en constante comunión con el Señor, le daremos al Señor muchas oportunidades de tomar posesión de nuestra mente, parte emotiva y voluntad.

(Experiencia que tienen los creyentes de la transformación, La, capítulo 4, por Witness Lee)