Experiencia que tienen los creyentes de la transformación, La, por Witness Lee

LA NECESIDAD DE QUE EL ALMA SEA TRANSFORMADA

Lamentablemente, es común que los cristianos sean transformados en su espíritu, pero permanecen sin ser transformados en su alma. En un gran número de creyentes, apenas podemos notar que Cristo haya entrado en su mente, parte emotiva y voluntad. Por ejemplo, quizás un hermano, que fue salvo por el Señor, sea regenerado.. Esto significa que su espíritu ha sido transformado. Pero este hermano puede tener un alma que es lenta en todo, por lo que hace todo despacio conforme a su alma. Aun si el Señor quisiera hacer algo rápidamente, este hermano sólo puede hacer las cosas lentamente. Aunque el Señor mora en el espíritu del hermano, él permanece con su lentitud porque el Señor aún no se ha extendido hasta su alma. Es posible que, aun cuando el Señor lo inspire en su espíritu, él siga actuando muy lentamente conforme a su alma y no responda a la inspiración interior del Señor. Mientras que algunas personas son muy lentas, otras son muy rápidas en todo lo que hacen. Son rápidas para pensar, sentir y actuar. Padecen los mismos problemas que el hermano lento, pero al revés. La situación de ellos indica que aunque han sido transformados en su espíritu, en su alma siguen siendo muy naturales.

Cuando yo era joven, frecuentemente escuchaba a un predicador quien conforme a su alma era muy lento. En un mensaje él dijo: “Hermanos, miren las Escrituras. No hay un solo ejemplo de que Dios haya actuado rápidamente. El Señor siempre es lento”. Este hermano pensó que como él era lento, Dios también era lento. Poco después de escuchar a este hermano, conocí a un joven ministro que era muy rápido. Él me dijo: Al menos en una ocasión el Señor actuó tan rápidamente que tuvo que correr para hacerlo. Entonces se refirió a Lucas 15:20, donde el padre corre para encontrar al hijo pródigo. Este joven predicador usó este versículo para probar que el Señor actúa con rapidez. Estos dos predicadores eran dos tipos de personas diferentes: una era de naturaleza lenta, y la otra de naturaleza rápida. El predicador que era de naturaleza lenta insistía en que el Señor era lento, mientras que el que era de naturaleza rápida insistía en que el Señor era rápido. Con esto podemos ver que independientemente de nuestras características individuales, nuestra alma es natural y tiene que ser transformada. Nunca debiéramos permanecer en nuestra mente natural. Nuestra mente, parte emotiva y voluntad naturales tienen que ser transformadas de modo que podamos tener la imagen de Cristo.

Génesis 1:26 nos dice que Dios creó al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza. Un ejemplo que describe esto es un guante, que está hecho a la imagen de una mano. Un guante es hecho a la imagen de la mano con el propósito de contener la mano. De igual manera, el hombre fue hecho a la imagen de Dios con el propósito de contener a Dios. Así como la mano se mete dentro del guante, la intención de Dios era ponerse a Sí mismo dentro del hombre. Un guante está diseñado con cinco dedos porque la mano tiene cinco dedos. De igual manera, debido a que el Señor tiene una mente, una parte emotiva y una voluntad, Él nos creó con una mente, una parte emotiva y una voluntad (Fil. 2:5; Ro. 9:13; Ap. 4:11). Es debido a que fuimos creados a la imagen de Dios que tenemos un alma con una mente, una parte emotiva y una voluntad.

El día que recibimos a Cristo como nuestra vida, Él entró en nosotros. Primero, Él entró en nuestro espíritu, como una mano entra en la parte del guante que tiene la forma de la palma. Cuando inicialmente el Señor entró en nuestro ser, Él quedó limitado a nuestro espíritu. Ahora, día tras día, el Señor quiere extenderse gradualmente desde nuestro espíritu a todas las partes de nuestro ser. Él quiere extenderse gradualmente desde nuestro espíritu a nuestra mente, y desde nuestro espíritu a nuestra parte emotiva y a nuestra voluntad. Que el Señor se extienda a las diferentes partes de nuestra alma, se asemeja a los dedos de la mano cuando entran en los dedos del guante. Después que ocurre esta propagación gradual de Cristo a nuestro ser interior, podremos decir que tenemos la mente de Cristo (1 Co. 2:16). Aunque podemos afirmar con certeza que ahora tenemos el Espíritu de Cristo en nuestro espíritu, muchos de nosotros no podemos decir que tenemos la mente de Cristo en nuestra mente, los sentimientos de Cristo en nuestra parte emotiva y la voluntad de Cristo en nuestra voluntad. Sin embargo, un día seremos capaces de decir esto con toda certeza. Nuestra mente, parte emotiva y voluntad fueron hechas de tal modo que la mente, la parte emotiva y la voluntad de Cristo pudiesen entrar en ellas.

La razón por la cual la mayoría de nosotros no podemos decir que tenemos la mente, la parte emotiva y la voluntad de Cristo, es que dichas partes de nuestro ser permanecen en su condición caída y aún no han sido transformadas. El Señor desea extenderse desde nuestro espíritu a todas las partes de nuestra alma. El Señor se extiende en dichas partes cuando crecemos en Cristo en todas las cosas (Ef. 4:15). Este crecimiento no se debe a una acumulación de conocimiento sobre doctrinas y enseñanzas. Para un cristiano crecer significa que Cristo se expande continuamente desde su espíritu a su mente, parte emotiva y voluntad.

En una ocasión, el esposo de una hermana falleció. Esa hermana tenía cierta madurez y había crecido en Cristo en muchas cosas. No sólo tenía al Señor en su espíritu, sino que también lo tenía en su mente, en su parte emotiva y en su voluntad. Al experimentar una pérdida así, usualmente las personas están muy dolidas y son inconsolables. Sin embargo, esta hermana era capaz de agradecer y alabar al Señor. Los santos que la acompañaban en ese tiempo, podían percibir que el Señor no sólo estaba en su espíritu, sino también en su alma, especialmente en su parte emotiva. En contraste con esta hermana, había otra hermana que también perdió a su esposo. Ella era realmente muy joven en el Señor y no era muy madura en Él. Después de la muerte de su esposo, aunque fuimos a tener comunión con ella, simplemente no podía escucharnos; todo lo que podía hacer era llorar amargamente. Por más que le hablábamos, simplemente no podía escucharnos. En ella vimos una persona que, sin duda, tenía al Señor en su espíritu, pero en ese tiempo, no tenía al Señor en su parte emotiva, ni en el menor grado. En estas dos hermanas que perdieron a sus esposos vemos un gran contraste. Mientras que la hermana madura había experimentado una gran transformación en su alma, era notorio que la parte emotiva de la joven hermana aún no había sido transformada. Esto comprueba que aun cuando el Señor entró en nuestro espíritu en el momento que fuimos salvos, todavía necesitamos experimentar la transformación de nuestra alma.

(Experiencia que tienen los creyentes de la transformación, La, capítulo 3, por Witness Lee)