CRISTO ES LA PIEDRA DEL EDIFICIO DE DIOS
Cuando les preguntaron a Pedro y Juan con qué poder y en qué nombre habían sanado al hombre cojo, Pedro aprovechó la oportunidad para hablar de Cristo como el Sanador. Por consiguiente, el capítulo cuatro es la continuación de la presentación que Pedro hizo del Sanador. En el capítulo tres él presentó a este Sanador en seis aspectos: el Siervo de Dios, el Santo, el Justo, el Autor de la vida, el Profeta y la simiente en la cual todas las familias de la tierra serán benditas. Todos estos aspectos del Sanador son de gran provecho para nosotros, pero en el capítulo cuatro, Pedro presenta un aspecto del Sanador que beneficia especialmente a Dios; él presenta a Cristo como la piedra del edificio de Dios.
El Salvador-Piedra
Hechos 4:12 dice: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Este versículo es muy usado para la predicación del evangelio, pero ¿ha oído usted alguna vez que lo hayan usado en conexión con el versículo 11? En Hechos 4:11 dice: “Este Jesús es la piedra menospreciada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo”. Estos versículos indican que la piedra del versículo 11 es el Salvador del versículo 12. La piedra rechazada por los edificadores ha llegado a ser la cabeza del ángulo, y en ningún otro nombre hay salvación. Podemos ser salvos únicamente en el nombre de Jesús, y El es la piedra. Esto indica que el Salvador que hemos recibido es el Salvador-Piedra. En los cuatro evangelios, vemos al Salvador-Rey en Mateo, al Salvador-Esclavo en Marcos, el Salvador-Hombre en Lucas y al Dios-Salvador en Juan. Ahora en el libro de Hechos, tenemos al Salvador-Piedra. Nuestro salvador no es solamente el Rey, el Esclavo, el Hombre y Dios; El es también la piedra del edificio de Dios.
En 4:7 les preguntaron a Pedro y Juan con qué poder y en qué nombre habían sanado al hombre cojo. Luego, en el versículo 10, Pedro dijo: “Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo el nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, en Su nombre está en vuestra presencia sano este hombre”. Pedro habló con denuedo acerca del nombre de Jesucristo. Luego, en el versículo 11, declara que este nombre es la piedra menospreciada por los edificadores. Pedro era un hombre iletrado e indocto (v. 13); no obstante, declaró que Jesucristo es la piedra menospreciada por los edificadores. ¿Quiénes eran los edificadores que menospreciaban esta piedra? Eran los líderes del sanedrín.
La edificación de la morada eterna de Dios
Al leer el libro de Hechos podemos encontrarnos todavía bajo la influencia de la teología tradicional. Esta influencia tal vez nos permita ver que en el nombre de Jesús podemos ser salvos, y que no hay otro nombre que nos pueda salvar. Pero quizás no profundicemos en el significado de la piedra y de los edificadores. Probablemente tampoco nos preguntemos qué edificaban dichos edificadores. Algunos pensarán que edificaban el judaísmo, es decir, una religión. Pero Dios no desea edificar el judaísmo ni ninguna otra clase de religión.
Los líderes judíos, los edificadores, no conocían la economía de Dios. Asimismo, pocos creyentes hoy saben lo que es la economía de Dios. Hemos publicado centenares de mensajes de estudios-vida, en los que hemos abarcado muchas temas acerca de la economía de Dios. Ya Hemos dicho que la economía de Dios consiste en edificar Su morada en el universo. Los cielos no son la habitación permanente de Dios; son Su residencia temporal. La Biblia revela claramente que Dios no está satisfecho con permanecer en los cielos para siempre.
La mezcla de Dios con el hombre
La Biblia revela que Dios tiene una economía. Esta economía es Su plan, la administración por medio de la cual realiza Su deseo. Lo que Dios anhela en Su economía es edificar Su habitación eterna. ¿Cuál es la habitación eterna de Dios? Su habitación es la mezcla de Sí mismo con el hombre. Ni los cielos ni la tierra constituyen la habitación de Dios para Su satisfacción. Sólo la mezcla de Dios con el hombre reúne los requisitos para ser la morada de Dios. En el Antiguo Testamento vemos poco al respecto, pero el Nuevo Testamento, y particularmente el Evangelio de Juan, revela esto plenamente.
Leamos Juan 1:14: “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. Este versículo se refiere a la encarnación: el Verbo, quien es Dios (Jn. 1:1), se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros. En este versículo, las palabras “fijó tabernáculo” son muy significativas. Indican que el Dios encarnado es la mezcla de Dios con el hombre. Esta mezcla es el tabernáculo de Dios, donde Dios puede morar. Además, en este tabernáculo, el pueblo elegido de Dios puede servir a Dios y permanecer con El. Por consiguiente, en Juan 1:14, vemos que Dios se mezcla con el hombre mediante la encarnación para producir en el tabernáculo de Dios, Su morada.
En Juan 14:23, el Señor Jesús declara: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. El Hijo y el Padre vendrán a aquel que ama al Señor Jesús y harán morada con El.
En Juan 15:4, el Señor añade: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. El Señor indica que El puede ser nuestra morada y que necesitamos ser Su morada. El Señor parece decir: “Permaneced en Mí, para que Yo pueda permanecer en vosotros. Sed Mi morada para que Yo sea la vuestra”. Con esto vemos que Dios se mezcla con el hombre a fin de establecer una morada mutua. ¿Había oído esto antes? Este concepto no existe en las enseñanzas teológicas tradicionales.
Un edificio en resurrección
En Juan 2:19, el Señor Jesús declara: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Según Juan 2:21, “El hablaba del templo de Su cuerpo”. el Señor parecía decir: “Vosotros, líderes judíos, debiendo ser los edificadores, finalmente destruiréis este templo, pero Yo lo edificaré en tres días. En resurrección edificaré lo que vosotros destruisteis.” Este edificio en resurrección no sólo incluye a Jesucristo, sino también a todos los que creen en El. Finalmente, El y todos los creyentes serán edificados juntamente como morada de Dios, que es llamada la casa de Dios, la iglesia, en el Nuevo Testamento (1 Ti. 3:15).
De este modo vemos que la economía de Dios consiste en edificar una morada eterna para Sí mismo y para Sus escogidos. Esta morada es en realidad la mezcla de Dios con Su pueblo escogido.
Una morada mutua
El pensamiento de que Dios es nuestra habitación también se halla en el Antiguo Testamento. Por ejemplo en Deuteronomio 33:27 dice que el Dios eterno es nuestra morada. En Salmos 90:1 Moisés declara: “Señor, Tú fuiste nuestra morada por todas las generaciones” (lit.). Estos versículos muestran claramente que Dios es nuestra morada. No obstante, en el Antiguo Testamento no podemos encontrar ningún versículo que indique que nosotros, el pueblo escogido de Dios, somos Su morada. Sin embargo el Nuevo Testamento revela claramente que existe un edificio universal, y que éste es la morada mutua de Dios y de Su pueblo escogido. En realidad, esta habitación es Dios como nuestra morada, y nosotros como morada de Dios. Esta morada maravillosa es el edificio de Dios.
Dios deseaba usar a Moisés, a los reyes, a los profetas y a todos los líderes judíos para edificar esta morada. Por consiguiente, los edificadores de Hechos 4:11 deben de referirse a los edificadores de la morada universal de Dios.
(
Estudio-vida de Hechos, capítulo 15, por Witness Lee)