Espíritu, El, por Witness Lee

EL VIENTO, EL ALIENTO, LA NUBE Y EL FUEGO

Nosotros los cristianos también debemos experimentar el Espíritu como el viento (Jn. 3:8; Hch. 2:2). Este viento nos trae al Espíritu como aliento (Jn. 20:22). El Espíritu como aliento nos refresca y nos hace nuevos interiormente. Además, este viento también nos trae al Espíritu como la nube (Éx. 14:20, 24; 1 Co. 10:2). En términos espirituales, el Espíritu como nube equivale a la presencia de Dios. Dios está simbolizado por la nube. Cuando el tabernáculo fue erigido, la nube lo cubrió (Éx. 40:34-38a). Esa nube que cubrió, protegió y guió el tabernáculo era Dios mismo. El viento espiritual nos trae la presencia de Dios. Si tenemos la nube, tendremos la presencia de Dios con nosotros. Podríamos afirmar que la nube es la presencia del Señor en forma condensada. Dentro de la nube había un fuego que ardía y alumbraba. Siempre que disfrutemos al Espíritu como nube, también tendremos al Espíritu como el fuego que nos quema y nos ilumina (Ez. 1:4c; Hch. 2:3-4).

(Espíritu, El, capítulo 4, por Witness Lee)