A. EN CRISTO
COMO EXPRESIÓN INDIVIDUAL EN LA CARNE
La manifestación de Dios tuvo lugar primero en Cristo como expresión individual en la carne. A este respecto, Colosenses 2:9 dice: “En Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. En este versículo “la plenitud” no se refiere a las riquezas de Dios; más bien, se refiere a la expresión de las riquezas de Dios. Lo que habita en Cristo es la expresión de las riquezas de lo que Dios es. Debemos ver que la plenitud de la Deidad es la expresión de la Deidad y que dicha expresión está en Cristo individualmente.
Cristo es la corporificación de la plenitud de la Deidad. Esto significa que la plenitud del Dios Triuno habita en Cristo corporalmente. El hecho de que la plenitud de la Deidad habite corporalmente en Cristo significa que habita en Él de una manera que es tanto real como práctica. Aquí se halla implícito el cuerpo físico de Cristo en Su humanidad; esto indica que toda la plenitud de la Deidad habita en el Cristo poseedor de un cuerpo humano. Antes de Su encarnación, la plenitud de la Deidad habitaba en Cristo como Palabra eterna, pero no habitaba en Él corporalmente. Después que Él se encarnó, la plenitud de la Deidad comenzó a habitar corporalmente en Él. Por tanto, Él es la manifestación de Dios, la expresión individual de Dios, en la carne.
La expresión la plenitud de la Deidad hace referencia a la totalidad de la Deidad, al Dios completo, en quien están incluidos el Padre, el Hijo y el Espíritu. Debido a que la Deidad incluye al Padre, al Hijo y al Espíritu, no sería correcto decir que la plenitud de la Deidad incluye únicamente a Dios el Hijo, pero no a Dios el Padre y a Dios el Espíritu. Puesto que la Deidad incluye al Padre, al Hijo y al Espíritu, la plenitud de la Deidad tiene que ser la plenitud del Padre, el Hijo y el Espíritu. Cristo, como corporificación de la plenitud de la Deidad, no solamente es el Hijo de Dios, sino el Dios completo.
Juan 1:1 y 14 también revelan que Dios fue manifestado en Cristo como expresión individual en la carne. El versículo 1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. En el versículo 14, esta Palabra, la cual es Dios, se hizo carne. Esto hace referencia al Cristo encarnado. En el principio Él no solamente estaba con Dios, sino que Él era Dios mismo. El Cristo encarnado es Dios manifestado en la carne (1 Ti. 3:16).
Además, Juan 1 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” (v. 18). Esto declara que Cristo, al ser el Hijo unigénito de Dios, es la expresión de Dios. Nadie jamás ha visto a Dios; no obstante, el Hijo le declara. El Padre es el Dios invisible, el Dios escondido; Cristo es el Dios manifestado.
Cuando decimos que Cristo es la Palabra, estamos diciendo que Él es la expresión de Dios. Yo podría tener dentro de mí muchos sentimientos con respecto a algo, pero si no tengo las palabras correspondientes, mis sentimientos no podrán ser expresados. Cuando mis sentimientos son expresados en palabras, entonces usted podrá entenderlos. Cristo es la Palabra de Dios. Aunque nadie conoció a Dios, Cristo como Palabra habla por Dios, define a Dios e incluso proclama Dios.
Debido a que Dios es abstracto, misterioso e invisible, es necesario que Dios sea la Palabra a fin de que Él mismo se explique, defina y revele. La Palabra en Juan 1:1 se refiere al Dios definido, al Dios explicado y expresado, al Dios revelado y dado a conocer a los seres humanos. Esta Palabra es nuestro Señor Jesucristo, la Palabra viviente de Dios. La Palabra es la corporificación del Dios Triuno. Aunque el Dios Triuno es misterioso, Él está corporificado en la Palabra. La Palabra es la definición, explicación y expresión del Dios misterioso e invisible. El Dios Triuno corporificado en la Palabra es explicado, definido y expresado.
En Juan 1:14 la Palabra, la corporificación del Dios Triuno, se hizo carne. En el Cristo encarnado, Dios es expresado en un hombre en la carne. Esto es conforme al plan de Dios. El plan de Dios es manifestarse Él mismo en el hombre y mediante el hombre en la carne.
Luego Juan 1:14 dice que la Palabra, después de haberse hecho carne, “fijó tabernáculo entre nosotros (y contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre), llena de gracia y de realidad”. Esto indica que la Palabra se encarnó para dar a conocer a Dios. Por ser la manifestación de Dios, Cristo dio a conocer a Dios de una manera que estaba llena de gracia y de realidad. Él dio a conocer a Dios al presentarse como gracia y realidad. Dios, el Dios del disfrute, llega a ser gracia y realidad para nosotros en Cristo a fin de ser nuestro disfrute. Al disfrutarlo a Él, nosotros le obtenemos como gracia y realidad. Tal disfrute es la manera en que Él da a conocer a Dios al hombre.
Cuando disfrutamos a Dios en Cristo como gracia y le aprehendemos en Cristo como realidad, hallamos las riquezas inescrutables de Cristo. Juan 1:16 dice: “De Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia”. En el Cristo encarnado habita toda la plenitud, la expresión de las riquezas de Dios (Col. 2:9). Mediante la encarnación de Dios en Cristo, nosotros podemos recibir las riquezas de la gracia y la realidad procedentes de Su plenitud divina.
Cristo como Hijo unigénito del Padre dio a conocer a Dios por medio de la Palabra, la vida, la luz, la gracia y la realidad (Jn. 1:1, 4, 9, 14). La Palabra es Dios expresado, la vida es Dios impartido, la luz es Dios que resplandece, la gracia es Dios disfrutado y la realidad es Dios hecho real a nosotros. Es por medio de estas cosas que Dios es dado a conocer en el Hijo como Su expresión individual. Cristo explicó, definió, dio a conocer y expresó a Dios al ser la Palabra encarnada que es vida y luz para el hombre trayéndole gracia y realidad para el disfrute del hombre. De esta manera, Dios fue dado a conocer al hombre en el Hijo.
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Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 001-020), capítulo 13, por Witness Lee)