A. PARTICIPANTES DE LA NATURALEZA DIVINA
Recientemente leí una carta escrita por el decano de cierto instituto bíblico. En esa carta él me acusaba de enseñar herejía debido a que digo, conforme al Nuevo Testamento, que los creyentes poseen la naturaleza de Dios. Tal vez quien hizo esta falsa acusación no está familiarizado con 2 Pedro 1:4, un versículo que nos dice que somos participantes de la naturaleza divina. Participar de la naturaleza de Dios es disfrutarla y ser partícipes de la misma. Podemos testificar que no solamente poseemos la naturaleza divina, sino que también la disfrutamos diariamente. Como creyentes, ciertamente poseemos la naturaleza divina en nuestro ser. Hay ciertos sufrimientos y adversidades que nos es imposible soportar por nosotros mismos, pero podemos sobrellevarlos en virtud de la naturaleza divina.
1. Disfrutar lo que Dios es
Tenemos que prestar mucha atención a este asunto de ser participantes de la naturaleza divina. En 2 Pedro 1:4 se nos dice: “Por medio de las cuales Él nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”. Por medio de las preciosas y grandísimas promesas dadas por Dios nosotros, los creyentes en Cristo, quien es nuestro Dios y Salvador, hemos llegado a ser participantes de Su naturaleza divina en una unión orgánica con Él. Hemos entrado en esta unión por medio de la fe y el bautismo (Jn. 3:15; Gá. 3:27; Mt. 28:19). La virtud de esta naturaleza divina nos lleva a la gloria de Dios, nos introduce en la plena expresión del Dios Triuno.
Por medio de las “preciosas y grandísimas promesas” podemos llegar a ser participantes de la naturaleza divina. Recibimos la vida divina simplemente al creer, y la naturaleza divina es la sustancia de la vida divina. Aunque recibimos la vida divina cuando creímos, es necesario que disfrutemos continuamente de la naturaleza divina. Este disfrute requiere de la gracia de Dios. Cuanto más disfrutamos de la naturaleza divina, más poseemos Su virtud y, por ende, más somos introducidos en Su gloria.
Participar de la naturaleza divina es disfrutar lo que Dios es. A fin de que disfrutemos lo que Él es, Dios hará muchas cosas por nosotros conforme a Sus preciosas y grandísimas promesas. Esto nos capacitará para disfrutar Su naturaleza, disfrutar lo que Él es. Una de Sus preciosas y grandísimas promesas es que Su gracia nos basta (2 Co. 12:9). Esta gracia de Dios operará en nuestro interior día tras día a fin de que podamos disfrutar Su naturaleza.
La naturaleza divina se refiere a las riquezas de lo que Dios es. Todo cuanto Dios es, lo es en Su naturaleza. Por tanto, cuando participamos de la naturaleza divina, participamos de las riquezas divinas. Habiendo recibido la vida divina en el momento de nuestra regeneración, tenemos que proceder a disfrutar lo que Dios es en Su naturaleza.
Este disfrute es tanto para el presente como para la eternidad. Por la eternidad continuaremos participando de la naturaleza divina. Esto se halla ilustrado por el árbol de la vida y el río de agua de vida presentados en Apocalipsis 22:1 y 2. Del trono de Dios y del Cordero fluye el río de agua de vida. Esto significa que Dios fluye para el disfrute de Sus redimidos. Ese río que fluye saturará toda la ciudad de la Nueva Jerusalén, y el árbol de la vida que crece en el río y a orillas del mismo suministrará a los redimidos con Dios como suministro de vida. Éste es un cuadro de lo que significa ser participantes de la naturaleza divina.
2. Constituidos de la naturaleza de Dios
Así como somos constituidos físicamente con los alimentos que comemos, del mismo modo, quienes creemos en Cristo debemos ser constituidos de Dios, del cual somos partícipes. Ésta debe ser nuestra experiencia día tras día. Si disfrutamos a Dios y somos partícipes de Él, estaremos constituidos de Él mismo. Debemos ser íntegramente constituidos de la naturaleza misma de Dios.
Todos somos constituidos físicamente con los alimentos que ingerimos. Por ejemplo, alguien que come mucho pescado puede ser constituido con dicho pescado al grado de incluso oler a pescado. Del mismo modo, podríamos llegar a estar constituidos de Dios al grado que expresemos a Dios en todo cuanto somos y hacemos. Es posible que incluso una “fragancia” divina emane de nosotros. Si somos partícipes de Dios día tras día, con el tiempo habremos de ser participantes de Él sin siquiera tener conciencia de ello. Cuando los demás entren en contacto con nosotros, verán en nosotros la expresión del Dios Triuno. Todos los santos deben ser saturados de la naturaleza de Dios. Cuanto más somos saturados de Dios, más le expresaremos.
Ser participante de la naturaleza divina equivale a ser participante de los elementos, los ingredientes, del ser mismo de Dios. Cuando somos partícipes de Dios, los diversos aspectos de lo que Dios es llegan a ser disfrutados por nosotros. Esto es disfrutar los elementos constitutivos de la naturaleza divina.
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Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 001-020), capítulo 7, por Witness Lee)