V. LOS TRES —EL PADRE, EL HIJO Y
EL ESPIRITU— SIENDO UNO
A. El Hijo Siendo el Padre
Isaías 9:6 dice: “Un niño nos es nacido, hijo nos es dado... y se llamará su nombre...Dios fuerte, Padre eterno”. En este versículo, el Dios fuerte iguala al niño, y el Padre eterno iguala al Hijo. Sí, El es el niño, sin embargo, El es el Dios fuerte: El niño que nació en el pesebre de Belén era el Dios fuerte. Tal como el niño y el Dios fuerte son uno, así también el Hijo y el Padre eterno son uno. El Hijo es el Padre eterno. Verdaderamente, es difícil explicar completamente este asunto, sin embargo las Escrituras lo han dicho así. Un hijo nos es dado y se llamará su nombre Padre eterno. ¿No dice esto claramente que el Hijo es el Padre? Si el Hijo no es el Padre, ¿cómo podría el Hijo ser llamado el Padre? Si reconocemos que el niño del cual habla este versículo es el Dios fuerte, entonces tenemos que reconocer también que el Hijo del cual habla este versículo es también el Padre eterno; de otro modo, no estamos creyendo en la revelación claramente afirmada por las Escrituras. Pero si creemos profundamente de acuerdo con las palabras aquí, que el Señor Jesús que se hizo el niño es el Dios fuerte; y el Señor Jesús que es el Hijo también es el Padre eterno. Nuestro Señor es el Hijo, y El es el Padre también.
Juan 14:7-11 dice: “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo pues dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí”. En estos versículos el Señor claramente nos revela el misterio de que El y el Padre son uno. El es en el Padre y el Padre es en El; cuando El habla, es el Padre el que obra; cuando los hombres le ven a El, ven al Padre; cuando le conocen a El, conocen al Padre, porque El es el Padre; El y el Padre son uno (Juan 10:30).
B. El Hijo (el Postrer Adán)
Haciéndose el Espíritu Vivificante
Primera de Corintios 15:45 dice: “El postrer Adán se hizo Espíritu vivificante” (lit.). El postrer Adán, por supuesto, es el Señor Jesús encarnado, y el Espíritu vivificante, por supuesto, es el Espíritu Santo. Jamás puede haber otro Espíritu vivificante aparte del Espíritu Santo. Por lo tanto, este versículo nos dice claramente también que el Señor Jesús es el Espíritu Santo. El Señor fue hecho carne y llegó a ser el postrer Adán, y más tarde, después de la muerte y resurrección, El se hizo el Espíritu vivificante. Las palabras habladas por el Señor en Juan 14:16-20 también confirman este punto. Aquí el Señor nos dice que pasará por la muerte y resurrección para llegar a ser otro Consolador, es decir, el Espíritu de realidad el cual vendría para morar con nosotros y habitar en nosotros. En el versículo 17, el Señor dice que el Espíritu de realidad “mora con vosotros y estará en vosotros”. Luego en el versículo 18 El dice: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”. Hace más de treinta años en Shanghai, cuando el hermano Watchman Nee nos estaba explicando este pasaje, él nos señaló enfáticamente que El (el Espíritu de realidad, o el Espíritu Santo) en el versículo 17 es Yo (el Señor) en el versículo 18. El Señor dijo en efecto: “Cuando El viene, Yo vengo. El es Yo; Yo soy El”. El Espíritu Santo es el Señor Jesús, y el Señor Jesús es el Espíritu Santo. También, en el versículo 17 el Señor dice: “El Espíritu de realidad...estará en vosotros”, y luego en el versículo 20 El dice: “Yo en vosotros”. Esto también comprueba que el Espíritu Santo que está en nosotros es el Señor que murió y resucitó y que ahora vive en nosotros.
C. El Señor (el Hijo) Siendo el Espíritu
Segunda de Corintios 3:17 dice: “Porque el Señor es el Espíritu.” El “Señor” del cual se habla aquí, por supuesto, es el Señor Jesús, y el Espíritu, por supuesto, es el Espíritu Santo. ¿No nos dice esto clara y definitivamente que el Señor Jesús es el Espíritu Santo? Nuestro Señor es el Espíritu Santo. El es el Padre, y El también es el Espíritu. ¡El es todo!
(
Lecciones de la verdad, nivel uno, tomo 1, capítulo 2, por Witness Lee)