Vencedores, Los, por Witness Lee

VENCER EL JUDAISMO, EL CATOLICISMO Y EL PROTESTANTISMO

En las siete epístolas a las iglesias en Apocalipsis 2 y 3, vemos que no hay mucho acerca de vencer el pecado, el yo y el mundo. En lugar de eso, el Señor hace hincapié en que necesitamos vencer tres cosas, a las cuales yo llamo tres “ismos”. Cada “ismo” se refiere a una religión. A lo largo de la historia humana e incluso hasta el día de hoy, han existido tres religiones principales, tres “ismos”: el judaísmo, el catolicismo y el protestantismo.

En la epístola a la iglesia en Esmirna, el Señor se refirió a la “sinagoga de Satanás” (Ap. 2:9). La sinagoga es una señal notable del judaísmo. Desde que los judíos perdieron su templo y fueron esparcidos por todo el mundo, empezaron a adorar a Dios en otros lugares. Según Deuteronomio 12, uno no tiene el derecho de adorar a Dios en cualquier parte; sólo debe hacerlo en el lugar que El escogió, el lugar donde Su templo fue edificado. El templo sólo podía ser edificado en el sitio preciso que Dios había escogido. Jerusalén fue el sitio donde se edificó el templo; pero el príncipe romano Tito destruyó ese templo y no dejó piedra sobre piedra (Mt. 24:2). El templo y la ciudad de Jerusalén fueron devastados por completo en el año 70 d. de C. Desde entonces todos los judíos esparcidos han adorado a Dios en sus sinagogas. Así que, las sinagogas son señales notables de la religión judía. Los judíos se refieren a sus sinagogas como templos, no obstante ellas no son el templo. Aparentemente aquellos que estaban en las sinagogas estaban adorando a Dios, pero el Señor Jesús dijo que las sinagogas no eran de Dios, sino de Satanás. El judaísmo ha sido usurpado y muy utilizado por Satanás para perjudicar los intereses de Dios sobre esta tierra y para perseguir y martirizar a muchos fieles (véase Ap. 2:9, nota 95 de la Versión Recobro).

En la cuarta epístola, dirigida a Tiatira, vemos otro “ismo”, el catolicismo. En esta epístola el Señor se refiere a una mujer de nombre Jezabel (Ap. 2:20). En Mateo 13 El habla de una mujer que mezcló levadura con tres medidas de harina para leudar por completo la masa (v. 33). Esta mujer que se menciona en Mateo 13 es la Jezabel de Apocalipsis 2, y representa el catolicismo.

Podemos ver al protestantismo en la quinta epístola, dirigida a la iglesia en Sardis. El Señor les dijo a aquellos que estaban en Sardis, que ellos tenían nombre de que estaban vivos, pero que en realidad estaban muertos (Ap. 3:1). El cristianismo protestante está muerto y moribundo. Es posible que algunos consideren que la iglesia protestante reformada está viva; sin embargo, el Señor dijo que está muerta. Por lo tanto, ella necesita a el Espíritu viviente y las estrellas brillantes (v. 1).

Más adelante en este libro veremos que estos tres “ismos” —el judaísmo, el catolicismo y el protestantismo— son los factores perjudiciales sobre esta tierra que interrumpen y anulan los intereses de Dios. En las siete epístolas a las siete iglesias, el Señor nos exhorta a vencer principalmente estos tres “ismos”. Estas tres religiones fueron inventadas de acuerdo con la santa Palabra de Dios y basadas sobre ella; no obstante, todas se han desviado de la Palabra y se han convertido en algo diferente en naturaleza de la iglesia revelada en la Palabra santa. Todos tenemos que responder al mandato del Señor de vencer estas tres religiones.

Consideremos ahora el trasfondo histórico de la formación de estas tres religiones. En Génesis Dios creó al hombre a Su propia imagen y de tres partes, una de las cuales es el espíritu que tiene la plena capacidad de tener contacto con Dios, recibirle y retenerle (1:26; 2:7). Luego Dios puso al hombre delante del árbol de la vida con la intención de que el hombre le recibiera como vida (2:9). Sin embargo, inmediatamente Satanás vino e indujo a Adán a tomar del árbol equivocado. Ese árbol es el árbol de muerte, el árbol de la ciencia del bien y del mal. Eso devastó al hombre a quien Dios había creado para Su propósito.

Luego, este hombre corporativo al cual llamamos la humanidad, vino a ser carne, lleno de concupiscencias. Esto se revela claramente en Génesis 6 (vs. 3, 5-6). Dios no pudo tolerar más al mundo maligno, así que El decidió juzgarlo por medio del diluvio. El le mandó a Noé que hiciera un arca para que él y su familia fueran salvos del daño causado por Satanás, (vs. 11-14). Luego, Noé vino a ser un nuevo comienzo para Dios. No obstante, más tarde en Babel, que estaba llena de ídolos, los descendientes de Noé vinieron a ser uno con Satanás (Gn. 11:1-9). Así que, el hombre a quien Dios había creado fracasó totalmente en cumplir el propósito de Dios, viniendo así a ser uno con el enemigo de Dios.

Entonces Dios llamó a otro hombre, a Abraham. Por medio de él Dios obtuvo un pueblo al que sacó de Egipto y al que llevó hasta el monte de Sinaí. Allí, por medio de Moisés, Dios les dio la ley, el Pentateuco. Podríamos decir que éste fue el origen del judaísmo, el origen de la religión judía. La religión judía fue fundada en completa conformidad con la santa Palabra de Dios; pero gradualmente los hijos de Israel se corrompieron y se envilecieron debido a que abandonaron al mismo Dios que era su origen, la fuente de aguas vivas. En Jeremías 2:13, Jehová dijo: “Porque dos males ha hecho Mi pueblo: / Me dejaron a Mí, / fuente de agua viva, / y cavaron para sí cisternas, / cisternas rotas que no retienen agua”. Todos los ídolos son cisternas rotas que no pueden retener agua. Los dos males son abandonar a Dios y unirse a Satanás en la adoración de ídolos. Estos son los dos males que resultaron en el fracaso del pueblo de Israel, quienes eran los descendientes de Abraham en el sentido terrenal como el polvo de la tierra (Gn. 13:16). En el año 606 a. de C., Dios envió a los babilonios para que asolaran a Jerusalén y al templo y para que llevaran al pueblo en cautiverio. Por supuesto, Dios trajo de regreso un remanente después de setenta años para reedificar el templo (Jer. 29:10); sin embargo, ese recobro no duró mucho.

Los cuatro Evangelios nos muestran cuán maligno había venido a ser el pueblo judío en el tiempo cuando el Señor Jesús vino. Toda la tierra santa estaba llena de demonios. Adondequiera que el Señor Jesús iba, confrontaba demonios. El Señor Jesús vino al pueblo de Israel como su Pastor para apacentarlos y como su Salvador para rescatarlos; pero ellos lo rechazaron de plano.

En Mateo 23 el Señor Jesús se lamentó de ellos y les dijo: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta” (v. 38). Esto indica que el Dios Triuno los rechazaría. El Señor les dijo que desde ese día el templo, la casa de Dios, ya no sería la casa de Dios, sino la de ellos. Después, cuando los discípulos vinieron a El para mostrarle los edificios del templo, El les dijo: “¿Veis todo esto, verdad? De cierto os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada” (24:2). El Señor estaba prediciendo que el templo, junto con la ciudad de Jerusalén, sería devastado, y no quedaría piedra sobre piedra. Esto se cumplió en el año 70 d. de C. cuando Tito y el ejército romano destruyeron a Jerusalén, poco después de que el Señor ascendió a los cielos. Esa destrucción fue un evento sin precedentes en la historia. Josefo, el historiador judío, habló de la crueldad y la matanza de los habitantes de Jerusalén a manos del ejército romano.

Después de que Tito llevó a cabo esta destrucción, los judíos fueron esparcidos por toda la tierra. Desde ese entonces, como Oseas nos dice, el pueblo judío ha estado “sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin pilar, sin efod y sin terafines” (3:4). Entre los judíos, por casi veinte siglos, no ha habido reyes ni príncipes ni profetas ni sacerdotes ni tampoco sacrificios, debido a que no ha habido templo ni altar para recibir los sacrificios. Oseas predijo que ese tiempo de desolación duraría dos días, es decir, dos mil años (6:1-2). Según la historia, este período de dos mil años debió empezar con la destrucción de Jerusalén por medio de Tito en el año 70 d. de C. Desde ese día hasta hoy, entre los judíos, no ha habido reyes, ni príncipes, ni sacerdotes, ni profetas, ni sacrificios; y desde entonces tampoco ha habido ídolos entre los judíos. El pueblo judío inventó el sistema de sinagogas para adorar a Dios; no obstante, el Señor llamó las sinagogas de ellos la sinagoga de Satanás.

Poco después nació la iglesia, pero en poco tiempo se volvió mundana y se casó con el mundo. Esa iglesia mundana, con el tiempo, tomó forma al final del sexto siglo como la Iglesia Católica Romana, cuando el sistema papal fue establecido y el papa fue comúnmente reconocido. La Iglesia Romana es tipificada por esa mujer Jezabel, mencionada en Apocalipsis 2:20.

Leamos Apocalipsis 17:16: “Y los diez cuernos que viste, y la bestia, aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego”. Este versículo fue escrito al final del primer siglo, aproximadamente en el año 90 d. de C. Sin embargo, la mayoría de los cristianos no sabe que existe tal versículo en la Biblia. Ellos no saben que el Señor Jesús tocó la trompeta siete veces en Apocalipsis llamándonos a vencer, y tampoco saben qué es lo que tenemos que vencer. Mi carga es que veamos lo que debemos vencer, y Apocalipsis 17:16 nos ayudará a verlo. Los diez cuernos en este versículo son los diez reyes (v. 12), y la bestia es el anticristo (Ap. 13:1-10). La ramera que se menciona en Apocalipsis 17 es la Iglesia Católica Romana (vs. 1-6). El anticristo es la cabeza, y los diez reyes pertenecen al anticristo; así que, todos están de acuerdo en hacer la misma cosa. Ellos odiarán a la Iglesia Católica Romana y la dejarán desolada y desnuda, y devorarán su carne y la quemarán con fuego. Este será el fin de la Iglesia Católica Romana.

El anticristo tendrá poder para ser el último césar del Imperio Romano restaurado (véase Ap. 17:10-11, notas 101 y 111 de la Versión Recobro). Hará un pacto con Israel por los últimos siete años de esta era; pero después de tres años y medio quebrantará el pacto (Dn. 9:27). Se rebelará en contra de Dios y perseguirá toda clase de religión (2 Ts. 2:3-4). No permitirá que nadie adore algo o alguien que no sea él mismo. Luego, junto con los diez reyes bajo su mando, desolará a la Iglesia Católica Romana y la quemará. Apocalipsis 17:16 nos deja claro que al principio de la gran tribulación de tres años y medio, el anticristo dejará desolada la Iglesia Católica Romana y la quemará. Esto no es un fuego espiritual, sino un fuego físico. Muy pocos saben que existe tal versículo en Apocalipsis.

Las estadísticas recientes dicen que la Iglesia Católica Romana tiene cincuenta y cinco millones de miembros en los Estados Unidos, casi la mitad de quienes están en el cristianismo. Esto nos muestra que millones de personas han sido engañadas por el catolicismo. Ellos no se dan cuenta de que están en algo que es falso y hasta satánico y diabólico. El asunto principal de Apocalipsis 17 es que el Señor ha preparado un día para que el anticristo y sus diez reyes arrasen y quemen a la Iglesia Católica Romana. Apocalipsis 2:24 nos dice que las profundidades de Satanás están en la iglesia apóstata. Esto es satánico y diabólico. El Señor tolerará esto hasta el principio de la gran tribulación cuando el anticristo le pondrá fin a la Iglesia Católica Romana.

Consideremos ahora las iglesias protestantes de hoy a la luz de la revelación divina. Lo más sobresaliente de las iglesias protestantes es que ellas están llenas de cristianos nominales, cristianos falsos. En Mateo 13 el Señor usa la cizaña para representar a los cristianos falsos. De entre los cincuenta y cinco millones de católicos y los sesenta y cinco millones de protestantes en los Estados Unidos, ¿cuántos son creyentes verdaderos y cuántos son falsos? En la iglesia verdadera, todos son creyentes que han sido salvos, lavados con la sangre del Señor y regenerados por el Espíritu. Sin embargo, hay muchos en las iglesias protestantes que no creen en Cristo genuinamente; en lugar de eso, son cizaña, cristianos falsos. Con respecto al destino de la cizaña, el Señor dijo que en la consumación de esta era ellos serían recogidos y arrojados al lago de fuego (Mt. 13:30, 40-42).

En la cristiandad de hoy existen el trigo, que es los creyentes verdaderos, y la cizaña, que es los creyentes falsos. Mientras la cizaña y el trigo están creciendo juntos, es difícil diferenciarlos. Es imposible distinguir el trigo de la cizaña hasta que el fruto sea producido. El trigo da un fruto amarillo, y la cizaña produce algo negro. En la cristiandad de hoy a menudo es difícil discernir quién es un cristiano verdadero y quién es uno falso. Con respecto al trigo y la cizaña, el Señor dijo: “Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero” (Mt. 13:30). Esto tendrá lugar al final de la gran tribulación cuando el Señor Jesús regrese. El Señor enviará a los ángeles para atar a todos los cristianos falsos en manojos, y los arrojará al lago de fuego (Mt. 13:42). De esta manera el Señor Jesús erradicará la mezcla.

Al principio de la gran tribulación, el anticristo junto con los diez reyes dejará desolada y quemará a la Iglesia Católica Romana. Después de tres años y medio, al final de la gran tribulación, el Señor Jesús regresará y enviará Sus ángeles a atar a todos los cristianos falsos y a arrojarlos en el lago de fuego. Este será el final de los dos “ismos”, el catolicismo y el protestantismo. Esto no es mi idea ni mi enseñanza, sino que es la revelación divina, que nos muestra cómo terminarán los dos “ismos”, el catolicismo y el protestantismo. Primero, el anticristo acabará con el catolicismo a la mitad de los últimos siete años de esta era, al principio de la gran tribulación. Después, cuando el Señor regrese pondrá fin al protestantismo.

Lo que más asuela al cristianismo es la cizaña. Esta es la razón por la cual mucha gente en el mundo condena al cristianismo. Cuando uno intenta hablar con ellos acerca de Cristo, piensan que uno está tratando de inculcarles el cristianismo. Ellos ven la maldad y la hipocresía del cristianismo. Hoy en el recobro del Señor no predicamos el cristianismo; predicamos a Cristo. Deseamos sólo a Cristo; no deseamos ningún “ismo”. No predicamos ninguna religión. Sólo predicamos a una persona viviente, y esta persona viviente es Cristo, Dios mismo, quien se hizo hombre y murió en la cruz por nosotros. Lo predicamos para que la gente crea en El y sea salva. No estamos tratando de convencer a otros para que crean y reciban el cristianismo. Estamos diciéndoles a ellos que necesitan la persona de Cristo.

Necesitamos entender claramente estos tres “ismos” que están hoy sobre la tierra: el judaísmo, el catolicismo y el protestantismo. Hoy en día, el judaísmo tiene cerca de cinco millones de miembros en los Estados Unidos. Estados Unidos tiene una población de unos doscientos treinta millones de personas, y más de la mitad de éstas profesan ser cristianos católicos y protestantes. Necesitamos darnos cuenta de que tanto el catolicismo como el protestantismo son condenados por Dios. Uno será quemado con fuego sobre esta tierra, y la “cizaña” del otro será quemada en el lago de fuego. Por lo tanto, tenemos que vencer la religión judía, la Iglesia Católica y las iglesias protestantes.

Por supuesto, tanto en la Iglesia Católica como en el protestantismo, hay muchos creyentes que son salvos y genuinos. Pero hay una mezcla de los que son salvos y de los que no lo son. Hoy en día, tanto en la Iglesia Católica como en las iglesias protestantes, hay muchos creyentes verdaderos. Esta es la razón por la cual el Señor hizo el llamado a Su pueblo a salir de Babilonia (Ap. 18:4). Este llamado nos dice que el Señor no está satisfecho con que Su pueblo permanezca en el catolicismo y en el protestantismo. Esto también nos muestra que aun el Señor Jesús reconoció que habría cristianos verdaderos tanto en la Iglesia Católica como en las iglesias protestantes. De no ser así, El no habría hecho el llamado a Su pueblo a salir de Babilonia.

Hoy día el pueblo de Dios debe vencer estos tres “ismos” y volverse a la Persona única viviente, divina y humana. El es nuestro Salvador, nuestro Dios, nuestro Redentor, nuestro Señor y nuestro Amo, y El no tiene nada que ver con ningún “ismo”. El no tiene nada que ver con ninguna religión.

(Vencedores, Los, capítulo 2, por Witness Lee)