APRENDER A HABLAR
LA CRISTALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA DE DIOS
Al parecer aquello de lo que hemos tenido comunión en estos pasados días no es nada nuevo, sino más bien algo que ya hemos tratado en el pasado. Después de más de setenta años, podemos decir que nuestro hablar llegó a la cumbre el año pasado durante la conferencia del nuevo año chino. Sin embargo, mi mayor preocupación es que ustedes únicamente se queden con cierta terminología, y no necesariamente hayan captado la esencia intrínseca y la cristalización de estos asuntos. Aun después de captarlos, es posible que al intentar hablar de estas cosas, su hablar no sea el apropiado o incluso sea distorsionado. Cuando aprendemos las cosas nuevas y profundas, una cosa es entenderlas y otra es hablarlas clara y apropiadamente. Algunos creen que ya conocen la economía de Dios, pero su hablar es totalmente una desviación.
La expresión la economía de Dios se escucha raras veces en el cristianismo actual. La palabra griega oikonomía sin duda puede traducirse economía, pero las personas comúnmente utilizan el término plan; el hermano Nee también usó este término. Sin embargo, un plan es sólo parte de una economía, puesto que una economía se compone de muchos planes. Por ejemplo, usted puede tener un proyecto que desea llevar a cabo. Ese proyecto es su economía. La planta manufacturera, las maquinas, los obreros, los profesionales y las demás cosas que se requieren para ese proyecto son los diferentes pasos en la economía. Cada paso exige un plan. Por ejemplo, en la edificación de una planta manufacturera se requiere cierta consideración respecto al número de pisos que hay que construir; esto es un plan. Les doy este pequeño ejemplo para que puedan ver qué es una economía y qué es un plan.
En el verano de 1964, en los Estados Unidos, di una serie de mensajes cruciales que más tarde se compilaron y publicaron en un libro titulado La economía de Dios. En la década de los 80 hice aún más énfasis en la economía de Dios. Lo más completo que presenté al respecto fue una serie de mensajes que inicié en Stuttgart, Alemania, en 1984, y que continué en varias ciudades de los Estados Unidos; estos mensajes se compilaron y publicaron en el libro titulado La economía neotestamentaria de Dios, el cual consta de cuarenta y cuatro capítulos. Hoy mi preocupación es que a pesar de que tenemos la revelación, la visión y el hablar del Señor entre nosotros, y aunque tenemos todas estas cosas en forma impresa, es posible que no las valoremos debidamente.
Nuestro hablar acerca de la economía de Dios hoy es más claro, conciso y cristalizado que antes. La economía de Dios empezó cuando Dios se hizo carne para ser un hombre, y continuó llevándose a cabo con Su vivir humano, Su muerte, Su resurrección y Su ascensión, a fin de fuese producida la iglesia, el Cuerpo de Cristo, que es la casa de Dios, el reino de Dios y el complemento de Cristo. La totalidad de la iglesia, el Cuerpo, la casa de Dios, el reino de Dios y el complemento de Cristo alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén. Éste es un esbozo de la economía de Dios. Por lo tanto, la economía de Dios va desde la encarnación hasta la manifestación de la Nueva Jerusalén. Esto abarca todo el Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento de principio a fin trata acerca de la economía de Dios y empieza con la encarnación. El Evangelio de Mateo empieza de una manera maravillosa: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac; e Isaac engendró a Jacob” (1:1-2). Cuarenta y dos generaciones después, María y José, dos descendientes de David, fueron producidos, y Cristo nació de ellos. En realidad, José no tuvo nada que ver con el nacimiento de Cristo; él sólo estaba relacionado con Cristo en nombre conforme a la ley. Aunque era el esposo de María, Mateo 1 dice que Jesucristo nació de María (v. 16); no dice que Cristo hubiera nacido de José. Esto indica que el nacimiento de Cristo no tenía que ver con José. Cristo fue concebido del Espíritu Santo (v. 20) y nació de la virgen María. Jesús, quien es Dios hecho carne, tuvo una genealogía de cuarenta y dos generaciones; dicha genealogía es un extracto de todo el Antiguo Testamento. Por consiguiente, a fin de explicar la genealogía de estas cuarenta y dos generaciones, ustedes primero tienen que estudiar a fondo el Antiguo Testamento. Yo dediqué mucho tiempo a estudiar esta genealogía y en el verano de 1936 escribí un libro que titulé Gleanings of Christ’s Genealogy [Fragmentos de la genealogía de Cristo]; los puntos principales en este libro fueron posteriormente incorporados en las notas de la Versión Recobro del Nuevo Testamento.
Dios se hizo carne y nació para ser un hombre, y este hombre marcó el inicio de la economía de Dios; con este inicio vino la gracia. Por ello, Juan 1:14 dice que el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia y realidad. Pero esto aún no es lo suficientemente claro; así que el versículo 17 dice aún más claramente que la ley fue dada por medio de Moisés, pero que la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo. Estas palabras nos muestran que la ley, por estar muerta, no podía actuar por sí misma; por lo tanto, tenía que ser decretada y transmitida por Moisés. Pero la gracia, que es viviente, es capaz de venir; por lo tanto, ella vino por medio de Jesucristo. Esto significa que cuando Jesucristo vino, la gracia vino; es decir, comenzó la gracia. Mateo 1 nos presenta el comienzo del Nuevo Testamento, Juan 1 nos presenta el comienzo de la gracia y los últimos dos capítulos de Apocalipsis tienen que ver con la Nueva Jerusalén. La consumación de la Nueva Jerusalén es absolutamente la obra que realiza la gracia en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, el último versículo de Apocalipsis dice: “La gracia del Señor Jesús sea con todos los santos” (22:21). Esto nos muestra que desde la encarnación hasta la manifestación de la Nueva Jerusalén todo está relacionado con la gracia. Éste es el esbozo general de la economía de Dios, y el significado cristalizado de cada uno de sus pasos ya los abarcamos en el capítulo anterior. Todos los hermanos y hermanas entre nosotros, en especial los ancianos y colaboradores, deben aprender a hablar la cristalización de la economía de Dios.
(
Visión que nos rige y nos regula según se halla en la Biblia, La, capítulo 3, por Witness Lee)