Visión que nos rige y nos regula según se halla en la Biblia, La, por Witness Lee

LOS CINCO GRANDES MISTERIOS EN LA ECONOMÍA DE DIOS

Regresemos a la economía de Dios. En la economía de Dios hay cinco grandes misterios: el primero es el Dios Triuno; segundo, Cristo como la corporificación de Dios; tercero, el Espíritu como Cristo hecho real a nosotros; cuarto, el Cuerpo de Cristo; y quinto, la Nueva Jerusalén. Ustedes hermanos deben aprender a presentar estos cinco misterios de una manera detallada. Hemos visto la economía de Dios, el Cuerpo de Cristo y la Nueva Jerusalén. Ahora proseguiremos para ver algo en cuanto al misterio del Espíritu.

En síntesis, el Espíritu fue procesado para llegar a ser el Espíritu consumado, compuesto, todo-inclusivo, vivificante, que mora en nosotros y ha sido siete veces intensificado. Cuando ustedes hablen del Espíritu, deben abarcar estos seis puntos. Este Espíritu fue consumado y, por tanto, llegó a ser compuesto y todo-inclusivo. Una vez que el Espíritu cumple estos tres requisitos, llega a ser el Espíritu vivificante a fin de impartirnos la vida; como resultado, este Espíritu vivificante llega a ser el Espíritu que mora en nosotros. No sólo eso, sino que desde que la iglesia cayó en degradación, el Señor intensificó al Espíritu siete veces en Su economía a fin de que nosotros venzamos la degradación de la iglesia por medio del Espíritu siete veces intensificado.

Juan 7 dice que antes de la resurrección de Cristo “no había el Espíritu” (v. 39). ¿Qué significa esto? Prácticamente nadie en el cristianismo hoy es capaz de dar una explicación clara al respecto. La frase aún no había el Espíritu significa que el Espíritu aún no había sido consumado. A fin de ser consumado, el Espíritu tuvo que pasar por varios procesos. El Espíritu fue consumado en la resurrección de Cristo. La resurrección de Cristo fue la culminación de los procesos por los que el Dios Triuno pasó. El primer paso que dio el Dios Triuno fue que llegó a ser carne, el segundo paso fue que llevó una vida humana, el tercero fue que sufrió la muerte, y el cuarto fue que entró en resurrección. Cada uno de estos pasos fue un proceso. Cuando Dios se hizo hombre, Él no simplemente se hizo hombre en un abrir y cerrar de ojos, aunque por ser el Dios todopoderoso ciertamente pudo haberlo hecho. En vez de ello, entró en el vientre de una virgen y permaneció allí por nueve meses, siguiendo el proceso apropiado según la manera humana apropiada. Mateo 1:20 dice claramente: “José [...] no temas recibir a María tu mujer, porque lo engendrado en ella, del Espíritu Santo es”. Antes de que Cristo naciera, Dios primero había nacido en María por medio de Su Espíritu. Él estuvo en el vientre de María por nueve meses; esto fue un proceso. Después de que nació, este hombre Jesús vivió en la tierra por treinta y tres años y medio; éste fue otro proceso. Las aflicciones, problemas y dificultades humanas que Él experimentó también fueron procesos. Luego en determinado momento, Él se entregó a los hombres. Los hombres no lo atraparon, sino que más bien Él mismo se entregó voluntariamente (Jn. 10:17-18; 18:1, 11). Cuando los que le arrestaban dijeron que buscaban a Jesús el Nazareo, Él en seguida les dijo: “Yo soy”. Ellos sabían que “Yo Soy” era el nombre de Jehová; por lo tanto, cuando Jesús dijo “Yo soy”, ellos retrocedieron atemorizados y cayeron a tierra (18:5-6). Finalmente, el Señor se entregó a los que venían a arrestarle; Él fue juzgado por el sanedrín judío y más tarde llevado ante Herodes y Pilato, los gobernadores romanos, para ser juzgado durante toda la noche (Lc. 23:6-12). Al día siguiente, ellos lo obligaron a cargar Su propia cruz hasta llegar a Gólgota, donde fue crucificado (Jn. 19:17-18). Éste fue un proceso por el cual pasó. Además de esto, fue crucificado y puesto en la tumba. Él estuvo en la tumba por tres días, y después resucitó. ¿No fueron todos éstos procesos por los cuales pasó? Fue por medio de todos estos procesos que Dios entró en la resurrección y llegó a ser el Espíritu consumado.

(Visión que nos rige y nos regula según se halla en la Biblia, La, capítulo 3, por Witness Lee)