Exhortación amorosa a los colaboradores, ancianos y los que aman y buscan al Señor, Una, por Witness Lee

DEBEMOS CUIDARNOS DEL ORGULLO

También debemos tener cuidado con el orgullo. Tal vez no hagamos alarde abiertamente, pero es posible que secretamente nos ufanemos de nuestra capacidad, habilidad y aptitud espirituales. Algunas veces las personas se jactan, diciendo: “Vean cuán hábil soy. ¿Puede comparar su habilidad con la mía? Inclusive una persona sin mucha capacidad puede jactarse de que puede hacer lo que otros no pueden. Otra vez les pregunto: “¿Quién no se exalta a sí mismo y menosprecia a los demás?” He visto muchas situaciones, he experimentado todas estas cosas y he aprendido esta lección. Por lo tanto, tengo una carga dentro de mí que me motiva a hablarles a todos ustedes, y creo que éste es el momento de decirles unas palabras llenas de amor en cuanto a la ambición, el orgullo, la justificación propia y el no conformarnos a la muerte de Cristo.

Ser orgulloso también es tener un concepto más alto de sí mismo que de otros. Ciertamente, ésta es una enfermedad común entre los cristianos. Por lo tanto, Pablo nos encargó lo siguiente: “Digo, pues, mediante la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí de tal manera que sea cuerdo, conforme a la medida de fe que Dios ha repartido a cada uno” (Ro. 12:3). Aunque el Señor ya hace casi dos mil años que se fue, ¿por qué parece que nada se ha cumplido en cuanto a la edificación del Cuerpo? Debido a todos estos “topos”. Pablo estaba muy consciente del orgullo. El dijo que a un recién convertido no se le debe asignar responsabilidad no sea que, cegado por el orgullo, caiga en la condenación del diablo (1 Ti. 3:6). He visto esto. Al asignar cierta responsabilidad existe el riesgo de que algunos se hagan daño por su orgullo.

(Exhortación amorosa a los colaboradores, ancianos y los que aman y buscan al Señor, Una, capítulo 3, por Witness Lee)