Exhortación amorosa a los colaboradores, ancianos y los que aman y buscan al Señor, Una, por Witness Lee

EL SEÑOR NO VINO A LLAMAR A JUSTOS SINO A PECADORES

En 1 Timoteo 1:15 dice: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”. Cristo Jesús vino al mundo, el cual ya vimos que no es positivo. El entró en el mundo, en el linaje humano, para salvar a los pecadores. Pablo, como Saulo de Tarso, fue el peor pecador. Si Cristo hubiese venido sólo a salvar a los hombres dignos, a los justos, Pablo habría quedado descartado y no habría podido participar en la salvación. Cristo, al venir a salvar a los pecadores, los tomó como objeto de Su salvación. En Su corazón tiene el deseo de salvarnos a nosotros, los pecadores del mundo.

En 1 Juan 4:10 dice “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. Tal vez nunca nos haya impresionado el significado intrínseco de versículos como éste. Por ejemplo, al decir Dios es amor; no es que nosotros amemos a Dios, sino que El nos amó a nosotros. Nunca nos importó Dios y lo abandonamos. Nosotros, en este versículo se refiere al mundo. Dios no sólo amó al mundo, sino que también nos amó a nosotros. Además, su amor se muestra en que envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados.

Mateo 9:10-13 dice: “Y aconteció que estando El reclinado a la mesa en la casa, he aquí que muchos recaudadores de impuestos y pecadores, que habían venido, se reclinaron a la mesa con Jesús y Sus discípulos. Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a Sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con recaudadores de impuestos y pecadores? Mas El, al oír esto, dijo: Los que están fuertes no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id pues, y aprendan lo que significa: ‘Misericordia quiero, y no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. La casa mencionada aquí no es una casa donde vivían corporativamente, sino la de pecadores y recaudadores de impuestos. Sin embargo, Jesús, el Dios-hombre, comía con ellos reclinado a la mesa. El disfrutó ese rato con todos los pecadores, los recaudadores de impuestos, y los antiguos “bandidos”. Esto ofendió a los fariseos, a quienes se les puede comparar aquí con algunos que establecen normas en las casas donde se vive corporativamente. Los fariseos de las casas de hermanos vinieron y le preguntaron a Jesús por qué comía con los “bandidos” y los “asaltantes”. El Señor respondió que los que están sanos no tienen necesidad de médico. Si tienen suficiente salud para vivir corporativamente siguiendo las normas, entonces no necesitan un grupo vital en donde recibir “tratamiento”. Un hombre fuerte y saludable no necesita ir a la clínica. Jesús, el Hijo de Dios, no vino a los fuertes, pues éstos no lo necesitaban; vino a los enfermos. Los grupos vitales no se forman para ayudar a los fuertes, sanos y capaces de vivir corporativamente, sino para los que regresan a la casa de los hermanos después de la medianoche. Dios desea misericordia, no sacrificio. A El no le agrada que sacrifiquemos muchas cosas, sin tener misericordia. En 1 Corintios 13:3 dice: “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a otros, y si entregase mi cuerpo para gloriarme, y no tengo amor, nada me aprovecha”. Darlo todo a otros sin amor, no vale nada. La misericordia nos conduce al amor. Amar a los pobres requiere que nosotros tengamos misericordia de ellos. El Señor no vino a llamar a justos, sino a pecadores. Así es Su corazón.

(Exhortación amorosa a los colaboradores, ancianos y los que aman y buscan al Señor, Una, capítulo 2, por Witness Lee)