EL HOMBRE EXTERIOR SE VA DESGASTANDO,
PERO EL INTERIOR SE RENUEVA
En 2 Corintios 4:16 dice: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. El hombre interior consta del espíritu regenerado como su vida y persona, y del alma renovada como su órgano. En cambio, el hombre exterior se compone del cuerpo como su órgano físico, y del alma como su vida y persona. El hombre exterior está pereciendo, desgastándose, debilitándose y consumiéndose; no obstante, el hombre interior está siendo renovado, refrescado, alentado y fortalecido al ser nutrido con el suministro fresco de la vida de resurrección. Mientras nuestro cuerpo mortal, nuestro hombre exterior, está siendo consumido por la operación de la muerte, nuestro hombre interior, es decir, nuestro espíritu regenerado, junto con las partes interiores de nuestro ser (Jer. 31:33; He. 8:10; Ro. 7:22, 25), está siendo renovado de día en día metabólicamente mediante el suministro de la vida de resurrección.
El hombre exterior debe consumirse y está en proceso de desgastarse, pero el hombre interior está siendo renovado y refrescado. Para entender plenamente lo que Pablo expresa aquí, debemos unir los primeros cuatro capítulos. En el capítulo uno dice que fueron abrumados sobremanera (v. 8), y en el capítulo cuatro describe de qué manera estaban siendo oprimidos en todo aspecto (v. 8). En 2 Corintios 4:7-18 vemos que, a fin de llevar a cabo el ministerio, los apóstoles vivían una vida crucificada en resurrección, o sea, que vivían la vida de resurrección bajo el aniquilamiento efectuado por la cruz. Aunque Pablo estaba oprimido y desconcertado, comprendía que las aflicciones y apuros en los que se encontraba eran necesarios para que el hombre exterior fuera consumido. Mientras el hombre exterior pasa por el proceso de ser reducido, el hombre interior se renueva y se refresca de día en día. Esto muestra que debemos mantenernos alejados de nuestra alma, la cual está representada por el desierto y el Lugar Santo, y que debemos mantenernos completamente en el Lugar Santísimo. Es menester que vivamos y nos conduzcamos en el Lugar Santísimo.
Las discusiones sólo alimentan la vida del alma; cuanto más discutimos, más se fortalece el hombre exterior. Frecuentemente los esposos se sienten tentados a disputar o debatir. Por ejemplo, supongamos que la esposa de un hermano se enoja con él, y que él, para no seguir la contienda, evita responderle a ella; este hermano no le responde a su esposa porque ha aprendido a sufrir. Permítanme decirles que esta clase de comportamiento concuerda más con la práctica de los seguidores de Confucio y de Buda, que con la práctica cristiana. Si usted me pregunta por qué no discuto con mi esposa, le diré que no lo hago porque no me gusta alimentar a mi alma. Cuanto más discuto con mi esposa, más nutro a mi alma. Debemos aprender la lección de dejar que nuestra alma sufra hambre y se desgaste. El hombre exterior debe ser consumido. Es importante comprender que todo lo que nos sucede tiene un propósito: Dios se ha propuesto desgastar nuestro hombre exterior a fin de que nuestro hombre interior se fortalezca, se refresque, se aliente, se nutra y se renueve de día en día.
En tanto nuestro hombre exterior se desgasta y el interior se renueva, permanecemos en el Lugar Santísimo. En este Lugar Santísimo, nuestro espíritu, podemos disfrutar y experimentar a Cristo; es allí donde experimentamos, en Dios y con Dios, todas las realidades divinas. De esta manera, gradualmente llegaremos a ser el ministerio mismo; no sólo seremos ministros, sino que seremos ministros que tienen un ministerio. Así ministraremos en otros la vida, a Dios y las riquezas de Cristo, no meras enseñanzas, doctrinas y conocimiento. Entonces, todo lo que hagamos ministrará a Cristo, a Dios, en los demás. Esto es lo que se necesita hoy.
(
Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, La, capítulo 2, por Witness Lee)