LA PERSONA DE CRISTO
En 2 Corintios 2:10 vemos la expresión: “la persona de Cristo”. La versión Reina Valera (1960) traduce esta frase como: “en presencia de Cristo”. La palabra griega usada comúnmente para denotar presencia es parousia, pero la palabra que aparece en este versículo es prosopon, que significa “persona”. Pablo dice: “Y al que vosotros algo perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en la persona de Cristo”. Pablo perdonó a un hermano, y lo hizo en la persona de Cristo. La palabra griega prosopon literalmente significa faz, y denota la parte que está alrededor de los ojos, la expresión que muestra los pensamientos y sentimientos interiores, la cual exhibe y manifiesta todo lo que la persona es. Pablo perdonó a dicho hermano y lo hizo en la persona de Cristo, conforme a la expresión que indicaba la persona de Cristo, según se trasmite en Su mirada. Pablo no sólo vivía en la presencia del Señor, sino que también se conducía según la expresión de Sus ojos, la cual le comunicaba los sentimientos y pensamientos más íntimos de Cristo. Esto es algo muy profundo, tierno y delicado.
En cierta ocasión fui invitado a la casa de una amada pareja cristiana. Mientras estuve allí, observé que el hermano se conducía no sólo en la presencia de su esposa, sino también en la persona de ella. Con sólo mirarle los ojos a ella, sabía si su esposa aprobaba o desaprobaba lo que él hacía. No había necesidad de palabras. Este esposo había aprendido a conducirse en la persona de su esposa.
No alcanzo a expresar apropiadamente lo que sentí al descubrir el significado de la palabra “persona”. Ese día me incliné ante el Señor y le dije: “Señor, durante todos estos años nunca sospeché que no sólo debía conducirme en Tu presencia, sino también en Tu persona de una manera tan tierna”. Este no es sólo un asunto de vivir en la presencia del Señor, sino aún más, de vivir en Su persona misma. Dudo que muchos se conduzcan de una manera tan tierna en la persona de Cristo. Quizás algunos afirmen que viven, actúan y se conducen en la presencia del Señor, pero ¿quién de nosotros puede asegurar que se conduce en la persona de Cristo, de la misma forma en que lo hacía aquel hermano con su esposa? No obstante, en 2 Corintios 2:10 encontramos una frase que nos revela que Pablo era tal persona. El se conducía todo el tiempo conforme a lo que le indicaba la mirada del Señor, la cual le trasmitía los sentimientos y pensamientos íntimos de Su persona.
Pablo fijó su atención en la faz del Señor, en la expresión de Sus ojos, y entendió que debía perdonar a ese hermano. El lo perdonó no porque él mismo sintiera hacerlo, ni porque la razón se lo indicaba, sino porque eso era lo que sentía y pensaba Aquel que moraba en él. El se conducía en la persona de Cristo, de tal manera que cuando perdonaba, lo hacía en la persona de Cristo. Pablo dio a conocer a los corintios que él perdonaba a este hermano no por sí mismo, ni según su propia carne, sino en la persona de Cristo. Esto es lo que significa vivir por Cristo. El apóstol Pablo fue reducido a su espíritu a tal grado que no se conducía según su propia persona, sino según la persona de Cristo, en la expresión de Su rostro, es decir, en la expresión de los sentimientos y pensamientos de Cristo. Vivir en la persona de Cristo es algo muy tierno y profundo. Pablo era una persona que había sido limitada a tal grado, que tomaba a Cristo como su persona. El se conducía absolutamente en la persona de Cristo.
(
Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, La, capítulo 4, por Witness Lee)