NO CONFIAR EN NOSOTROS MISMOS, SINO EN DIOS
En el primer capítulo de 2 Corintios, Pablo dice que él y sus colaboradores fueron abrumados sobremanera más allá de sus fuerzas, de tal modo que aun perdieron la esperanza de vivir (v. 8). Dice además que tuvieron en ellos mismos sentencia de muerte, para que no confiasen en sí mismos, sino en Dios que resucita a los muertos (v. 9). Esta declaración: “para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios”, debe impresionarnos. El propio Dios, que está en los cielos, entró en nuestro espíritu mediante la redención que Cristo efectuó (Col. 1:27; 2 Ti. 4:22). Agradecemos al Señor que ahora El mora en nuestro espíritu, desde donde nos llama a abandonar todo lo perteneciente al alma y a volvernos a nuestro espíritu, para que tengamos contacto con El. No debemos confiar en nuestro yo ni en nuestra alma, sino en Dios, quien está en nuestro espíritu.
Quizás tengamos el entendimiento doctrinal de esto y se nos haga fácil decir que no confiamos en nosotros mismos sino en Dios, pero probablemente nuestra experiencia testifique de lo contrario. Por ejemplo, si la esposa no trata amablemente al marido, la reacción de éste será usar su mente para analizar la condición de ella; esto es un ejemplo de lo que significa confiar en nosotros mismos. Si en verdad hemos aprendido la lección de no confiar en nosotros mismos, no usaríamos nuestra mente primero, sino que ejercitaríamos nuestro espíritu. Debemos en tal caso volvernos de inmediato a nuestro espíritu y ejercitarlo para tener contacto con Dios. Esto es lo que significa, en la práctica, no confiar en nosotros mismos sino en Dios. Todos debemos obtener esta clase de experiencia.
(Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, La, capítulo 2, por Witness Lee)