Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, La, por Witness Lee

UN ESPIRITU ABIERTO

Sobre la base de los versículos de la lectura bíblica podemos decir que la primera característica, la primera virtud, del espíritu del escritor de esta epístola es su apertura. Pablo tenía un espíritu abierto. Es más fácil cerrar nuestro espíritu que mantenerlo abierto. De hecho, quizás la mayor parte de nuestro tiempo estemos cerrados en nuestro espíritu. Cuanto más caída sea la condición del hombre, más cerrado se encontrará su espíritu; pero cuanto más emancipados seamos, cuanto más salvos seamos, más accesible será nuestro espíritu a otros. Para vivir la vida de iglesia es imprescindible tener un espíritu abierto.

Uno puede abrir la mente, los sentimientos y el corazón a los demás, pero aún así no abrir el espíritu a ellos. Al abrir nuestro espíritu a otros, estamos plenamente accesible a ellos. Es difícil que esto suceda en la sociedad en que vivimos, pues cuanto mucho las personas abren su alma, pero no su espíritu. La misma situación puede darse entre los cristianos. Sin embargo, para edificar la iglesia, para poner en práctica la vida de iglesia, debemos estar abiertos en el espíritu unos a otros. En la vida de iglesia yo debo abrir mi espíritu a usted, pero esto requiere la gracia del Señor; y para recibir la gracia, debo experimentar la obra de la cruz. Nuestro hombre natural debe ser quebrantado, pues sólo entonces podremos abrirnos unos a otros en el espíritu.

¿Es usted verdaderamente abierto en su espíritu, y desde él, a los hermanos? Aunque esto no sea fácil, es indispensable que tengamos tal apertura en nuestro espíritu hacia los demás. No fue fácil para el apóstol Pablo abrir su espíritu a los creyentes corintios. Cuando uno es bien recibido por un grupo de personas, es fácil abrir el espíritu a ellas; pero si uno es criticado, rechazado y menospreciado por ellos, uno se cierra como un caracol y se retrae por completo en una “concha dura”. De modo que si nos critican, nos escondemos, y si nos reciben bien, salimos a saludar. La concha en la cual nos ocultamos cuando otros nos menosprecian y critican, es la concha del yo. Cuando nos recluimos en esta concha, nadie puede tocarnos. Pero, ¿qué pasaría si todos los miembros de una iglesia local fueran “caracoles”? ¿Cómo podría prevalecer la edificación de la iglesia? Por el bien del Señor y la edificación de Su iglesia, todos debemos estar abiertos unos a otros. Nunca he visto que dos caracoles cooperen juntos en una tarea, pues son individualistas. Por eso requerimos el quebrantamiento divino, ya que éste rompe la concha, el cascarón del yo, y permite que podamos tener un espíritu abierto.

(Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, La, capítulo 9, por Witness Lee)