EL MINISTERIO
La epístola de 2 Corintios aborda el tema del ministerio, el cual se constituye, se forma y se produce en nosotros cuando experimentamos las riquezas de Cristo mediante los sufrimientos, las presiones que nos consumen y la obra aniquiladora de la cruz. El ministerio no consiste meramente en tener un don o una habilidad. Una persona puede ser elocuente, expresarse con fluidez, dar buenos ejemplos y recitar proverbios, pero esto sólo forma parte de su habilidad natural. Lo que necesita la iglesia, el Cuerpo, es el ministerio. Hoy el Cuerpo de Cristo necesita hermanos y hermanas que hayan sido plenamente infundidos por Dios, que tengan a Cristo forjado en su ser, no como simple conocimiento mental que los capacite para dar enseñanzas a otros, sino que posean las riquezas de Cristo en su espíritu a fin de impartirlas en los demás. Espero que tales hermanos y hermanas salgan por doquier a tener contacto y comunión con otras personas. Con el tiempo, en los lugares que ellos visiten se verá el crecimiento en vida de los santos y la edificación. En la actualidad abundan las enseñanzas, el conocimiento y los dones, pero hay una gran escasez de ministerio; esto debe despertar en nosotros un anhelo de participar en tal ministerio. Debemos orar: “Señor, concédeme Tu gracia para que sea librado de mi concepto en cuanto a los dones. Anhelo que en mi ser se forje Dios en Cristo por el Espíritu. Forja el elemento divino en mí para que lo ministre en otros, y así tenga el ministerio divino de Cristo”. La iglesia necesita el ministerio mucho más que de los dones.
(Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, La, capítulo 1, por Witness Lee)