Cantar de los cantares, El, por Watchman Nee

I. EL LLAMADO A SER LIBRADOS DEL YO (2:8-15)

En esta sección no se mencionan los pecados ni las faltas de la doncella. Vemos las etapas que tiene que experimentar una persona en su vida espiritual. La doncella tiene sus defectos y en esta sección vemos lo que ella debería haber obtenido y no lo ha hecho.

A. El poder de la resurrección (2:8-9)

El versículo 8 dice: “¡La voz de mi amado! He aquí él viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados”. Ella se goza al escuchar la voz de su amado y se complace en el gozo de su presencia, pero aún no sigue la voz de su amado ni muestra una verdadera obediencia.

El versículo 9 dice: “Mi amado es semejante al corzo o al cervatillo. Helo aquí está tras nuestra pared, mirando por las ventanas, atisbando por las celosías”. En algunas versiones aparece la palabra “gacelas” en lugar de “corzos”.

El único pasaje donde el Señor es asociado con un cervatillo es el epígrafe del salmo 22, donde aparece “el cervatillo del alba” o “el cervatillo de la mañana”. Todos los eruditos bíblicos concuerdan en que ésta es la mañana del primer día de la semana cuando Cristo resucitó. El alba es el comienzo del día, mientras que la resurrección es el comienzo de un día nuevo. Es el punto de partida de la vida espiritual de una persona y se representa por el nuevo día.

Los versículos 8 y 9 nos hablan de la vitalidad de la resurrección. En la Biblia los montes y los collados se refieren a las dificultades y los obstáculos. “He aquí él viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados”. Esto significa que nada puede detenerlo por alto o grande que sea.

El Señor es el Señor de la resurrección. Cristo resucitó; El venció todas las dificultades y las barreras, las cuales son cosas del ayer. El vive en el día siguiente. Todas las dificultades están debajo de Sus pies. Al saltar, todas las barreras quedan atrás.

En esta sección, el Señor manifiesta el poder de Su resurrección y le habla a la doncella de una manera viviente. Ella no había experimentado tales cosas en el capítulo anterior. Ella había corrido anteriormente, pero no sabía lo que significaba saltar sobre los montes y brincar sobre los collados. El Señor la llama para enseñarle la lección. Debido a que ella ya tiene una relación íntima con El, le es fácil reconocer Su voz.

Pero hay un problema obvio: existe una pared entre ella y el Señor. La pared la rodea a ella y deja al Señor por fuera. Aún así, ella no ve nada malo en la existencia de dicha pared. Por tanto ella no dice “mi pared” sino “nuestra pared”, dando a entender que la pared pertenece tanto a ella como al Señor. Ella tiene la intención de que esta pared los rodee a ambos y que mantenga fuera al mundo y a todo lo demás. Así ella podría tener comunión con el Señor, descansar en El y vivir feliz cercada por esta pared. Ella podría encontrar al Señor en su corazón en todo momento, olvidándose de las circunstancias, las personas, los hermanos y hermanas, los deberes cotidianos y las muchas pruebas. Ella podría volver su ser interior al Señor y olvidarse del mundo. Ella sólo conoce la dulzura de la comunión pero desconoce el poder de la obra y la ferocidad de la guerra. El único pensamiento que surge es el de hacer tres enramadas en el monte olvidando la multitud de pecadores que están abajo. Los demonios pueden estar con los pecadores en el valle, mientras arriba en el monte el Señor lleva a los pecadores en su corazón. Tal vez sea verdad que ella tenga la presencia del Señor, pero la vida que se experimenta en las “enramadas” priva a los pecadores de la experiencia de ser librados de los demonios. En otras palabras, ella se vuelve constantemente a su interior para buscar el gozo de la presencia del Señor. Esta es su pared y es el peligro que los creyentes enfrentan después de que se dan cuenta que Cristo vive en ellos.

Desde el punto de vista espiritual, esto no quiere decir que el Señor pueda salir de nuestro corazón. Estar detrás de la pared significa dos cosas. En primer lugar, indica que el Señor está de pie, no sentado. Anteriormente, El estaba sentado a la mesa. Ahora está listo para moverse. Uno se pone de pie antes de moverse. Así como al sentarnos nos disponemos a descansar, al pararnos nos disponemos a actuar. En segundo lugar, indica que el Señor está afuera. El poder de la resurrección puede saltar sobre los montes y brincar sobre los collados. En consecuencia, no debemos mantenerlo detrás de la pared.

La doncella necesita aprender a permitir que el Señor la ayude a salir. Ella no debe tratar de retener al Señor con su propia fuerza, sino que debe dejar que el Señor la lleve adelante. Debe confiar en la palabra del Señor y seguirlo usando su fe para saltar sobre los montes y brincar sobre los collados. Ella debe aprender a vivir con algo más que el sentimiento de la presencia del Señor. Damos gracias al Señor porque a pesar de que el hombre puede erigir una pared, Dios puede reservarse algunas ventanas. Si no hay ventanas grandes, habrá por lo menos algunas celosías pequeñas. Dios siempre puede encontrar la manera de iluminar el corazón de los que se consagran a El.

Esta pared es la pared de nuestra introspección, la cual impide que veamos al Señor. Pero Dios ha puesto ventanas y celosías para que podamos ver a través de ellas. Esta pared indica un intento por mantener al Señor encerrado. Cuando esto sucede, el mundo queda excluido. El Señor trata de liberar a la doncella de tal condición. El le enseña para que ella pueda darse cuenta de que Su presencia puede ser hallada en cualquier circunstancia; no es necesario buscarlo a El solamente dentro de ella. Ella debe aprender a conocer a Cristo más en las circunstancias que en el interior de ella. El Señor es omnipresente. Andrés Murray dijo una vez que debemos sentir la presencia del Señor no solamente en nuestra oración sino también en nuestro trabajo.

¿Qué hace el Señor fuera de nuestra pared? El está de pie, esperando poder actuar. Sin embargo, una persona que constantemente se contempla a sí misma y que se concentra en su propio gozo, no puede entender nada, ni aun después de saber lo que desea el Señor. Aunque puede escuchar la voz del Señor, no puede entenderla. El Señor tiene que hablar más de una vez a fin de que la persona entienda claramente.

(Cantar de los cantares, El, capítulo 3, por Watchman Nee)