VI. LAS PALABRAS DE LA DONCELLA (1:12-14)
A. El Cristo que mora en uno
siempre está presente (1:12-13)
El versículo 12 dice: “Mientras el Rey estaba en su reclinatorio, mi nardo dio su olor”. La Biblia presta especial atención al reclinatorio, la mesa, de Salomón (1 R. 4:22-23; 10:5). “El Rey estaba en su reclinatorio”. Esto se refiere al deleite que tienen los creyentes en las riquezas del Señor. Dichas riquezas se pueden dividir en dos categorías. (1) La harina y la comida, las cuales representan la vida y la persona del Señor Jesús y (2) las carnes, las cuales se refieren a Su obra y a Su muerte. Cuando el Rey está a la mesa, es el momento de alimentarnos y disfrutar. Cada vez que nos acercamos a la mesa del Rey, nos relacionamos con la comida. Comemos los sacrificios aceptados por Dios, es decir, la obra que Dios ha aceptado. (En el Antiguo Testamento parte de los sacrificios era apartada para ser consumida por el hombre.)
¿Cómo comemos los sacrificios aceptados por Dios? Cuando Dios ve la muerte del Señor, El ve una propiciación; cuando nosotros vemos la muerte del Señor, no sólo vemos una substitución, sino también una unión. Una vez que vemos esto tenemos la fragancia y la adoración. Si no hemos visto que el sacrificio que Dios aceptó es nuestro disfrute, no tendremos consagración ni alabanza. Pero cuando vemos que disfrutamos lo mismo que Dios disfruta, el nardo da su olor espontáneamente. (Podemos ver que el ungüento de nardo es derramado en la historia de María). Primero el Señor nos da a nosotros, y luego nosotros le damos a El. Primero hay un deleite y luego viene la consagración.
El versículo 13 dice: “Mi amado es para mí un manojito de mirra, que reposa entre mis pechos”. La mirra representa el sufrimiento que proviene de la cruz. Cuando el Señor estaba a punto de morir, alguien le dio a beber vinagre, lo cual significa amargura. Después de la muerte del Señor, Nicodemo ungió Su cuerpo con mirra, que representa la muerte. Cada vez que se usa la palabra noche en este libro, se refiere al tiempo en que Salomón está ausente. En términos espirituales, se refiere al lapso durante el cual el Señor está ausente, cuando no está en este mundo. Los pechos en la Biblia aluden a la fe y al amor (1 Ts. 5:8).
Los versículos 12 y 13 hablan del Cristo que mora en uno. Reclinado a su mesa en el versículo 12, seguramente indica que comemos juntos, y la condición necesaria para sentarnos juntos a la misma mesa es abrirle la puerta interna (Ap. 3:20-21). Si una persona no abre la puerta de su corazón, no podrá sentarse a la misma mesa con el Señor. La mirra representa al Cristo crucificado. Cuando Cristo no está con nosotros, debemos protegernos con la fe y el amor. Este es el comienzo de la comunión interna. Después de haber estado en las cámaras, después de haber visto la muerte del Señor y después de habernos consagrado verdaderamente, comenzamos a tener una comunión íntima con El. Cuando abrimos la puerta de nuestro corazón, lo disfrutamos a El y vemos la necesidad de consagrarnos de verdad. Sólo entonces podremos verdaderamente seguir al Cristo sufrido y crucificado. Seguimos al Cristo crucificado con el amor y la fe que están dentro de nosotros.
(
Cantar de los cantares, El, capítulo 2, por Watchman Nee)