I. LA CRUZ DESPUES DE LA RESURRECCION
Y EL FRACASO DE LA DONCELLA
(5:2—6:3)
A. El llamado (5:2)
En Cantar de los cantares 5:2 leemos: “Yo dormía, pero mi corazón velaba. Es la voz de mi amado que llama: Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, porque mi cabeza está llena de rocío, mis cabellos de las gotas de la noche”. En este momento, la obra y vida de la doncella han cesado. Ella parece estar dormida; no hay más actividad, obras, esfuerzos, luchas ni ansiedades. Ella se encuentra en perfecto descanso. La cruz no sólo ha eliminado todos sus pecados, sino que también ha quebrantado su carne. Ni el pecado ni el yo están activos ya. El hombre exterior ha sido conducido a una condición en la cual toda actividad ha cesado. Aunque ella actúa, no siente que lo esté haciendo por sus propias fuerzas; se considera una espectadora. En realidad duerme, pero esto no significa que carezca completamente de actividad y pensamientos, de esperanza y actividad, y de todas sus obras y su vida. La vida de resurrección del Señor está en ella, y el mismo Señor resucitado mora y vive en ella por medio del Espíritu Santo. Aunque el hombre exterior está quieto, el hombre interior está activo. Aquí vemos una separación completa entre el hombre exterior y el interior. Podemos estar dormidos por fuera pero internamente estamos despiertos y sin nada de sueño. Esto concuerda con las palabras de Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Esta es la expresión de una perfecta comunión con Cristo. Una persona que está perfectamente unida al Señor es rápida, muy sensible y alerta. Una persona así, puede sentir la voz del Señor o Su más leve movimiento. El hombre interior nunca duerme. Cuando el Señor habla, la doncella inmediatamente escucha y reconoce la voz de su amado.
¿Qué hace el Señor ahora? El le dice: “Abreme, hermana mía”. En este libro, el Señor se revela primero como Rey porque procura el trono de nuestro corazón. Luego El se dirige a la doncella guiándola a salir de detrás de la pared para introducirla en la vida de resurrección. Finalmente, El se le revela como Novio, teniendo una perfecta relación de amor con ella. Ahora revela algo completamente nuevo: “Mi cabeza está llena de rocío, mis cabellos de las gotas de la noche”. ¿Qué clase de escena es ésta? Esta es claramente Su experiencia en Getsemaní. Allí Su cabeza estaba verdaderamente llena de rocío. Aquella noche Su cabeza estaba llena de las gotas de la noche (Lc. 22:44). Aquí El se revela como un varón de dolores.
Antes habíamos visto la cruz, que efectúa la redención. También vimos la cruz con la cual nos identificamos. Ya vimos el sufrimiento y la muerte que producen la cruz, y cómo ésta nos libra del mundo y del yo. Vimos la victoria de la cruz y cómo somos conformados a ella. Después de que un creyente ve todas estas cosas, puede pensar que ya alcanzó la cumbre de la experiencia y que avanzará hacia la resurrección y la gloria. Muy lejos está de entender que existe otro aspecto de la cruz que él no ha experimentado. Aunque haya podido experimentar algo de este aspecto, habrá sido algo superficial. A pesar de que sabe de los sufrimientos de la cruz, no lo conoce al máximo. Ya sabe lo que es la conformación, ser moldeado por la cruz, con todo, no sabe a qué lo conformará este molde. El Señor ahora llama a Sus creyentes a pasar por una experiencia de la cruz que no han experimentado antes, o que han experimentado superficialmente.
El huerto de Getsemaní habla del rechazo de Dios y de todo lo relacionado con este rechazo (Is. 53:4b). Podemos entender el aspecto redentor de la cruz; sin embargo, también está el otro aspecto del rechazo externo de Dios hacia el Hijo, que lo sometió a un vituperio extremo. Todavía podemos encontrar alguna gloria en todos los sufrimientos anteriores, porque Dios está allí. Pero el Señor no sólo fue rechazado por el hombre, sino que también fue aparentemente rechazado por Dios. Tal parece que todo lo que le sobrevino era un castigo de Dios. Esta es la mano de Dios. Debido al castigo de Dios, El fue rechazado, y éste fue el mayor vituperio que El llevó.
El Señor no nos invita a participar en Su obra redentora. Pero sí nos pide que tengamos comunión con El en los otros aspectos de Su cruz. Los problemas a los cuales nos enfrentamos en el pasado se relacionan con el pecado, el mundo, Satanás y el yo. Aunque nos encontramos con los sufrimientos y con el proceso de ser conformados a la cruz, desconocíamos completamente el rechazo de Dios y el vituperio del hombre. Ahora el Señor nos llama diciendo: “Abreme”. Esto significa que El llama a cada creyente a abrirle el corazón una vez más y a recibir de nuevo al Señor, quien está lleno de las gotas de la noche. La doncella todavía debe aprender el significado de ser rechazada por Dios y de sufrir la confusión y el oprobio de la cruz. El la llama “hermana”; indicando así que la vida de Dios está en ella. “Amiga mía” indica que ella conoce la voluntad de Dios. “Paloma mía” se refiere a la naturaleza del Espíritu Santo, mientras que “perfecta mía” habla de su pureza, su castidad y su consagración. Sin embargo, El no la llama “esposa mía”, porque espera que ella le responda antes de estar seguro de su condición de esposa, una persona que está en completa unión con El.
El Señor le ruega que abra su ser a El. Previamente, ella había abierto su ser a El y lo había recibido como Rey. Ahora el Señor quiere que ella abra su ser y lo reciba como varón de dolores. Ahora el Señor la dirige al aspecto profundo de una vida de sufrimiento en unión con El y conformada a Su muerte. Sin embargo, el Señor nunca forzará a nadie a tomar un camino que no quiera. En consecuencia, El solamente llamará y pedirá; El tiene que esperar hasta que los creyentes estén dispuestos por ellos mismos.
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Cantar de los cantares, El, capítulo 5, por Watchman Nee)