IV. EL PENSAMIENTO CENTRAL
El pensamiento central del libro de Jeremías es que el Dios de amor, en Su amor imperecedero, anhela fervientemente que Israel, Su pueblo elegido amado pero que está distraído, se vuelva a Él dejando los otros dioses, todos sus ídolos (2:28; 11:13), a fin de que ellos puedan ganar a Su Cristo encarnado, Aquel que es justicia de Jehová para ellos como su ser central y expresión universal. Por tanto, pese al hecho de que el pueblo elegido de Dios sumido en degradación, según su naturaleza por nacimiento, son malvados (12:1; 30:23), tienen un corazón que es engañoso sobre todas las cosas (17:9) y les es imposible cambiar —tal como el cusita no puede cambiar su piel ni el leopardo sus manchas (13:23)—, ellos pueden ser redimidos de su condición caída por la obra redentora de Cristo y ser salvos no solamente de su pecado y maldad, sino incluso de su naturaleza pecaminosa, por medio de la vida divina de Cristo con su capacidad divina propia de la vida interna, y no con la ley externa de letras muertas, de modo que sean renovados (según es indicado por el nuevo pacto que recibieron de Dios) para que Dios pueda ser su Dios y ellos puedan ser el pueblo de Dios (31:31-33) a fin de participar en el disfrute de las riquezas del Dios Triuno. Dicha participación en las riquezas de Dios tendrá lugar en el milenio, en la era de la restauración venidera, y alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad.
Quizás ustedes se pregunten cómo sabemos que Jeremías habla sobre el Cristo encarnado. Esto es indicado por las palabras en 23:5 y 33:15 con respecto a Cristo como Renuevo justo que Dios levantará a David. Cristo será el descendiente de David, y esto significa que Él sería hecho un hombre en la carne. Éste es el Cristo encarnado. Este Cristo encarnado, el Renuevo justo, será la justicia de Jehová para Israel como su ser central y su expresión universal.
A fin de demostrar que lo dicho con respecto al pensamiento central de Jeremías es cierto, quisiera que consideremos tres pasajes de Jeremías y otro de Lamentaciones. Si consideramos estos pasajes en su conjunto, veremos que nuestro entendimiento del pensamiento central de Jeremías se conforma al contenido intrínseco de este libro y no es meramente una interpretación humana.
Con respecto a Israel, el elegido de Jehová, Jeremías 2:13 dice: “Dos males ha cometido Mi pueblo: / me han abandonado a Mí, / fuente de aguas vivas, / a fin de cavar para sí cisternas, / cisternas rotas, / que no retienen agua”. Tal vez Jeremías estuviese llorando mientras decía estas palabras. Estas palabras sobre la fuente de aguas vivas en realidad son un pensamiento neotestamentario. Lo dicho aquí por Jeremías es muy similar a lo que el Señor Jesús dijo en Juan 4:14 a la mujer samaritana: “El que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna”.
Lamentaciones 3:22-25 dice: “Por la benevolencia amorosa de Jehová no hemos sido consumidos, / pues no fallan Sus compasiones. / Nuevas son cada mañana [...] Mi porción es Jehová [...] por tanto, en Él espero. / Bueno es Jehová a los que en Él esperan”. Aquí Jeremías no habla del amor de Dios, sino de Su benevolencia amorosa y de Sus compasiones. La compasión es distinta de la misericordia. La compasión es un tierno sentimiento interno, y la misericordia es la expresión externa que corresponde a este sentimiento. Las compasiones de Jehová, como el rocío, son nuevas cada mañana. Inmediatamente después de hablar de la benevolencia amorosa y las compasiones de Dios, Jeremías dice algo muy personal: “Mi porción es Jehová [...] por tanto, en Él espero”. Aquí Jeremías parece decir: “Aunque los hijos de Israel han sido exiliados, todavía tengo esperanza en Jehová. Espero en Aquel cuya benevolencia amorosa y cuyas compasiones hacia nosotros no fallan. Él es mi porción, y Él es bueno, no solamente conmigo, sino para con todos los que en Él esperan”.
Jeremías 23:5 y 6 dice: “He aquí, vienen días, / declara Jehová, / en que levantaré a David Renuevo justo; / Él reinará como Rey, actuará con prudencia / y hará derecho y justicia en la tierra. / En Sus días será salvo Judá, / e Israel habitará seguro; / y éste es Su nombre con el cual será llamado: / Jehová, justicia nuestra”. Este “Renuevo justo” es el Cristo que se encarnó a fin de ser descendiente de David en la carne. En el tiempo en que estas palabras fueron escritas, los descendientes de David se habían vuelto malvados, y parecía que de la tribu de David no saldrían más reyes. Pero Jeremías profetizó que un día Dios levantaría un nuevo retoño, un nuevo vástago, un Renuevo justo, para que reinase como Rey y actuase con prudencia. Estas palabras acerca del reinado de Cristo como Rey serán cumplidas en el milenio. Como indica Isaías 53, lo dicho respecto de que Cristo actuará con prudencia se refiere a que actuará sabiamente en resurrección. Más aún, el hecho de que Su nombre será “Jehová, justicia nuestra” significa que Él tiene algo que ver con nosotros. Aquí Su nombre no es la justicia de Jehová, sino Jehová, justicia nuestra, lo cual indica que Él llega a ser uno con nosotros para ser nuestra justicia. Éste es también un pensamiento neotestamentario.
El cuarto pasaje que quisiera considerar es Jeremías 31:33-34: “Éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, declara Jehová: Pondré Mi ley en sus partes internas, y sobre su corazón la escribiré; y Yo seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo. Y ninguno enseñará más a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el pequeño de ellos hasta el grande, declara Jehová, porque perdonaré la iniquidad de ellos y no me acordaré más de su pecado”. La ley de la que se habla aquí está relacionada con la vida divina. Dios dice que Él pondrá Su vida en ellos y que con esta vida hay una ley. De hecho, esta vida es la ley. Podríamos valernos de un manzano como ilustración. Un manzano tiene su propia ley. La ley de un manzano es la vida del manzano. Debido a esta ley, un manzano espontáneamente produce manzanas. No hay necesidad de que usted diga: “Manzano, te ordeno que no produzcas plátanos, sino manzanas. Además, tus manzanas deben ser redondas y no cuadradas”. La vida del manzano regulará al manzano de modo que produzca manzanas. El principio es el mismo con nuestra vida humana. Nuestra vida humana tiene una ley que regula nuestro vivir como seres humanos. La vida divina es la vida más elevada, y esta vida dentro de nosotros es una ley interna que nos regula.
Según Jeremías 31:33, esta ley divina no solamente ha sido puesta en nuestro espíritu, sino que también está inscrita, grabada, en nuestros corazones. Esto corresponde con la enseñanza del Nuevo Testamento acerca de que la vida divina se propaga de nuestro espíritu a nuestro corazón y nuestra mente.
Jeremías 31:34 dice que toda la casa de Israel conocerá a Jehová, desde el pequeño de ellos hasta el grande. Esto también se aplica hoy a nosotros, los creyentes neotestamentarios. Lo que nos hace diferentes de los demás es que tenemos la ley interna de la vida divina con su capacidad y habilidad para conocer a Dios y para saber que Dios es nuestro Dios y que nosotros somos Su pueblo. Hoy en día nosotros, como nueva creación, debemos conducirnos conforme a la instrucción interna de la ley de vida. A la postre, Israel será igual como somos nosotros ahora; ellos también llegarán a ser una nueva creación en la vida divina y conocerán a Dios conforme a la capacidad de la vida divina.
Podemos comparar nuestra lectura del libro de Jeremías a recolectar fruta de los árboles en un huerto. Al recoger fruta no nos preocupamos por las ramas viejas ni por las hojas secas; lo que nos interesa es la fruta madura. Asimismo, en nuestro estudio de Jeremías no deberíamos recolectar “ramas” y “hojas”, sino “frutas”. Tanto los que prestan atención a las ramas y hojas como aquellos que sienten aprecio por la fruta están correctos, pero únicamente quienes recogen la fruta se benefician espiritualmente. En estos mensajes del estudio-vida de Jeremías, mi carga es presentar no las ramas ni las hojas, sino la fruta. Creo que incluso en estas palabras de introducción hay un número de “manzanas”, “duraznos” y “peras” que ustedes pueden disfrutar. Los pasajes que hablan sobre la fuente de aguas vivas, sobre el Renuevo justo que reinará como Rey, sobre la benevolencia amorosa y compasiones del Señor, sobre que Él es nuestra porción y sobre el nuevo pacto con la ley de la vida divina, con certeza son maravillosa fruta para nuestro disfrute e iluminación. Si bien muchos lectores de Jeremías se concentran en las ramas y las hojas, les insto a que se concentren en la fruta.
(Estudio-vida de JeremÃas y Lamentaciones, capítulo 1, por Witness Lee)