EL PERFECCIONAMIENTO DE LOS SANTOS
MEDIANTE LA ENSEÑANZA EN MUTUALIDAD
La comunión, la intercesión, el cuidado mutuo y el pastoreo de la primera sección de la reunión de grupo son el principio y la base de las reuniones de grupo. Sin tal base, no es posible tener reuniones de grupo eficaces. No obstante, estos elementos de la primera sección de la reunión de grupo no pueden cumplir el propósito de la reunión de grupo ni alcanzar la meta de la misma. El propósito y la meta de las reuniones de grupo es el perfeccionamiento de los santos por medio de la enseñanza en mutualidad.
La manera de tener la debida enseñanza en una reunión de grupo no es esperar que hable un maestro asignado; antes bien, la mejor manera es enseñar por medio de preguntas. No hay maestros asignados en las reuniones de grupo; todos los asistentes son maestros. Aunque las hermanas no deben enseñar con autoridad al definir y decidir el significado doctrinal en cuanto a la verdad divina (1 Ti. 2:12), con todo, ellas pueden enseñar a manera de exhortación. Una hermana puede decir: “Hermanos y hermanas, todos necesitamos ser separados del mundo y santificados para Dios por medio de la Palabra santa”. Luego, otra hermana podría preguntar qué es la santificación, y un hermano puede dar una definición del significado de la santificación. Él podría decir: “Ser santificado es ser separado del mundo”. Otro hermano puede decir: “Santificación es ser hecho santo para Dios en nuestra posición”. Tal vez un tercer hermano diga: “Santificación es ser hecho santo para Dios también en nuestra manera de ser”. Un cuarto hermano tal vez diga: “Anteriormente estábamos mezclados con el mundo, pero la santificación nos separa para Dios de esa situación. Luego, esta santificación continúa y nos separa de las cosas negativas de nuestra manera de ser. Esto equivale a ser transformados”. De esta manera cada asistente en la reunión de grupo puede enseñar, no importa cuán poco pueda hacer. Cada respuesta a las preguntas que se hacen en una reunión de grupo, se convierte en parte de la enseñanza transmitida en esa reunión.
La meta de la reunión de grupo es perfeccionar a los santos. Si no hay enseñanza, es imposible alcanzar dicha meta. En una reunión de grupo, la mejor manera de enseñar es hacer preguntas. Incluso si tenemos la carga de enseñar y exhortar a otros en cuanto a un asunto en particular, no debemos liberar la carga directamente. Más bien, debemos convertir nuestra enseñanza en una pregunta. Una vez que hacemos una pregunta, todos los asistentes a la reunión se verán obligados a decir algo y así vendrán a ser maestros. La mejor manera de aprender algo en detalle es enseñarlo. Con frecuencia aprendemos más al enseñar que al escuchar.
No debemos pensar que sabemos todo lo que se debe saber en cuanto a alguna enseñanza de la Biblia. En el asunto de saber no hay límite. Algunas veces uno que ha sido salvo recientemente dirá algo que es nuevo a los demás miembros. Mientras más asistentes haya en la reunión de grupo, más conocimiento habrá. Sin embargo, el conocimiento que está en los asistentes debe ser liberado. Las reuniones en la manera vieja y tradicional no les daban a los santos la forma de liberar lo que tenían por dentro; pero por medio de nuestras reuniones en la nueva manera, todo lo que hay en los santos puede ser liberado.
Las reuniones de grupo son nuestras reuniones. Por tanto, todos los que asisten a una reunión de grupo deben encargarse de la reunión. En nuestro ser natural y en la práctica tradicional del cristianismo no se tiene la idea de que todos los miembros deben encargarse de la reunión; pero en la nueva manera este concepto debe ser sembrado en nosotros. No debemos ir a las reuniones sin tener un sentido de responsabilidad. A menos que cada persona se ocupe de las reuniones, éstas serán pobres. Cada persona que esté en la reunión tiene que ser tanto un maestro como un aprendiz.
(Práctica de las reuniones de grupo, La, capítulo 6, por Witness Lee)