NUESTRA URGENTE NECESIDAD
DE PRACTICAR CON DILIGENCIA
Hoy en día nuestra urgente necesidad es poner en práctica la nueva manera con diligencia. Los ancianos, los hermanos que sirven de tiempo completo y los colaboradores deberían ser los primeros en tomar la nueva manera. Todos los ancianos deberían tomar la delantera en salvar nuevos y en tener dos o tres nuevos bajo su cuidado. Ocuparse meramente de los asuntos de la iglesia no es lo adecuado. En cierto sentido, el Señor no tiene Su interés en eso. El Señor desea que los pecadores sean salvos, regenerados, santificados y transformados para que sean Sus miembros vivos. No es suficiente solamente tener un gran número de personas reunidas en una iglesia local, ya que ellos podrían estar reunidos en la forma en que el cristianismo lo hace: reuniéndose en el día del Señor solamente para conseguir que haya una numerosa asistencia. No deberíamos gritar “¡Aleluya!”, simplemente por tener una asistencia numerosa. Tenemos que preguntarnos si los que asisten son bien nutridos, son santificados, renovados de día en día y transformados. Algunos podrían decir que ellos no son capaces de seguir muy rápidamente lo que estoy hablando y que necesitan más tiempo antes de poder empezar a practicar este tipo de cuidado por los nuevos creyentes. Sin embargo, no podremos decirle eso al Señor cuando Él venga a arreglar cuentas con nosotros. El Señor ya ha esperado casi dos mil años.
Lo que más le agrada al Señor es que aquellos que le aman y le buscan tengan dos o tres nuevos bajo su cuidado. Después de que los hijos se casan, los padres quieren ver nacer un nuevo niño. Si un hijo ha estado casado por tres años y no tiene hijos, es posible que sus padres no estén felices de visitarlo. Los padres no desean ver el jardín de rosas que tiene su hijo; ellos quieren ver nietos. Si hay dos o tres nietos en el hogar, los abuelos querrán quedarse allí todo el día para jugar con ellos. El Señor desea que nuestra mano de cuidado se encargue de criar dos o tres nuevos. Quizás nos excusemos diciendo que es demasiado difícil hacer que las personas sean salvas, pero el Señor podría simplemente admitir que Él es un hombre duro, que recoge donde no sembró (Mt. 25:24-26).
Hoy en día en todas partes hay una urgente necesidad de un nuevo comienzo. Los ancianos no deben esperar a los jóvenes, y los jóvenes no deben esperar a los ancianos. Todos debemos empezar a practicar esta manera. Yo les propondría que todos los ancianos, los hermanos que sirven de tiempo completo y los entrenantes tomen la iniciativa en hacer que la personas sean salvas, cueste lo que cueste, y se olviden de lo que hagan los demás santos, dejándolos tanto en las manos del Señor como en sus propias manos.
A mí no me gusta pescar porque requiere mucha paciencia. Al pescar, uno tiene que echar la red y luego recogerla, y es posible que no haya ningún pescado en ella. Uno también puede tirar un anzuelo y esperar un día entero. Pescar es una verdadera prueba. De la misma manera, hacer que las personas sean salvas no es fácil. Sin embargo, al mismo tiempo no es demasiado difícil. Podemos visitar a las personas tocando a sus puertas, o podemos hacer llamadas telefónicas o pedirles a los santos que nos presenten a sus familiares. Debemos hacer todo lo posible por hallar a alguien a quien visitar para llevarle el evangelio. En una manera u otra necesitamos empezar a practicar la nueva manera.
Después de que hemos bautizado a las personas, las valoramos mucho. Ellos serán nuestro tesoro y nuestros bebés. Luego tendremos que encargarnos de ellos, cuidarlos con ternura y nutrirlos, no sólo por unos pocos días, sino por un periodo considerable de tiempo. Algunos nuevos necesitarán que los cuidemos medio año, mientras que otros necesitarán todo un año. La meta es alimentarlos para que puedan crecer. Tenemos que poner esto en práctica.
No es necesario que vayamos a cuidar a otros todos los días. Es suficiente hacerlo una vez a la semana por dos o tres horas. En el día del Señor debemos reunirnos como por dos horas en la mañana para tener la mesa del Señor y para hablar la palabra del Señor unos a otros. Todos los santos, nuevos y viejos, deben asistir a la reunión el día del Señor por la mañana para tomar la mesa del Señor y disfrutarle corporativamente, y también para aprender a hablar por Él. Nosotros hablamos y al mismo tiempo escuchamos a otros. En esta clase de reunión oiremos la palabra y experimentaremos espontáneamente mucha edificación. Debemos hacer todo lo posible por dejar libre la mañana del día del Señor para esto. Luego, una noche a la semana debemos asistir a la reunión de oración. No menosprecien la reunión de oración. Al orar sólo una vez en la reunión de oración, podemos recibir más edificación que al asistir a otra clase de reunión. También recibiremos mucha iluminación y seremos puestos al descubierto para nuestro beneficio. Luego, una noche por semana debemos asistir a una reunión de grupo para tener comunión, para recibir perfeccionamiento y para perfeccionar a otros. La reunión del día del Señor en la mañana, la reunión de oración y la reunión de grupo son las tres reuniones básicas de la iglesia. Esto nos deja cinco noches libres, las dos tardes de fin de semana y una mañana del fin de semana. Incluso si usamos todo el sábado para diferentes asuntos, todavía tendremos cinco noches y una tarde libres. Debemos usar una de esta seis oportunidades para salir a predicar el evangelio, bien sea visitando a las personas al tocar a sus puertas, haciendo llamadas telefónicas, o yendo a las casas de los nuevos para alimentarlos. Esto es fácil de hacer. Sería aún mejor si saliéramos dos veces por semana; por ejemplo, una tarde y una noche, o dos noches en la semana.
Tal vez algunos digan que esto es difícil de llevar a cabo en la práctica. En la escuela en la que estudié, había muchos tipos de deportes, pero a mí no me gustaba jugar casi ninguno de ellos. Me era difícil participar en muchos de esos deportes simplemente porque no practicaba. Tenemos que practicar el salir una o dos veces por semana para llevar el evangelio. Aun si no sabemos cómo hacerlo, sencillamente debemos hacerlo. Es posible que nunca hayamos sido entrenados para tocar puertas, pero esto no nos debe importar. Después de salir durante un mes, nos parecerá fácil. Cuando veamos al Señor no podremos excusarnos diciendo que la nueva manera era demasiado difícil. Necesitamos practicar.
Por muchos años, he dicho a los santos que tenemos que aprender a tener contacto con la gente, especialmente después de las reuniones. Sin embargo, hemos tenido poca práctica en este aspecto. Después de una reunión, una hermana podría irse a hablar con otra hermana a quien ella conoce. Pero en esa reunión puede haber varios nuevos a los que nadie presta atención. Hablar solamente con un santo a quien uno conoce es ofender al Señor y a la iglesia. Después de la reunión deberíamos mirar a nuestro alrededor para hallar a los nuevos. Esto le agrada al Señor y a la iglesia. Debemos adquirir el hábito de cuidar de los nuevos. Practicar esto no es difícil. No es como aprender hebreo o griego. Simplemente vamos a un nuevo, nos presentamos y le invitamos a comer. Es necesario que se desarrolle el hábito para hacerlo. No necesitamos saber cómo alimentar a alguien después de que se le bautiza; simplemente necesitamos hacerlo. No debemos preguntar: “¿Con qué lo voy a alimentar?”. Simplemente debemos ir y alimentarlo. La mayoría de los nuevos aprecian ser visitados. Si hacemos esto, aprenderemos. La primera y la segunda vez que vayamos, posiblemente no sabremos cómo alimentar a los nuevos, pero gradualmente aprenderemos. Yo no estudié en un seminario, y no se me enseñó a hablar. Yo simplemente practiqué, y cuanto más practiqué, más aprendía al hacerlo.
Debemos salir para poder tener a dos o tres nuevos bajo nuestro cuidado. Si no podemos hacer esto, debemos regresar a orar y ayunar, y luego salir de nuevo. Nuestro servicio en los asuntos prácticos de la iglesia puede ser piadoso y fervoroso, pero tal vez no sea tan agradable al Señor como salir a tocar puertas para ganar a las personas. Es mejor salvar y bautizar pecadores y traerlos a la reunión de la iglesia. Hemos estado aquí por años pero todavía vemos las mismas caras. Hasta en las reuniones de grupo es posible que los mismos ocho o diez santos sigan repetidamente reuniéndose sin nuevos creyentes. Necesitamos nuevos hermanos; necesitamos corderos a los cuales alimentar.
(
Práctica de las reuniones de grupo, La, capítulo 8, por Witness Lee)