Carácter, por Witness Lee

EL SEÑOR NO UTILIZA LAS COSAS DEL HOMBRE

Quisiera repetir que el Señor nunca utiliza lo que tenemos. Éste es el significado del fuego que ardía sobre la zarza sin consumirla. El fuego ardía sobre la zarza, pero no utilizaba los elementos de la zarza como combustible. No piensen que su destreza, sabiduría, talento y virtudes puedan ser el material que Dios use. No es así. Nada nuestro puede contribuir a nuestra utilidad al Señor. El Señor quiere que le sirvamos, pero no desea que ministremos de lo que tenemos. Más bien, Él quiere que ministremos lo que Él tiene. Ministrar a otros lo que tenemos en nosotros mismos es sumamente ofensivo a Dios. Como indicó Pablo en 2 Corintios 4, esto sería predicarnos a nosotros mismos, ministrarnos a nosotros mismos y no al Señor, y Él lo condena.

En 2 Corintios 3 Pablo dijo que fuimos hechos ministros competentes de un nuevo pacto, no de nosotros mismos, sino de Dios. Luego, en el capítulo 4 nos mostró que él no sólo era insuficiente en sí mismo, sino que además no se predicaba a sí mismo; predicaba a Cristo Jesús como Señor. Pablo no se predicaba a otros ni se ministraba a otros, Pablo predicaba y ministraba a Cristo.

Moisés era igual. Él no dependía de su propia manera de hacer las cosas para tratar con Faraón; más bien, era la autoridad de Dios manifestada a través de Moisés la que trataba con Faraón. Faraón no se enfrentaba con la habilidad, el talento ni la sabiduría de Moisés, sino que encontró en Moisés algo que no era Moisés, esto es, era el fuego que ardía sobre la zarza.

El mismo principio se aplica a todos los que sirvieron al Señor en el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Ninguno de los profetas antiguotestamentarios, ya sea Jeremías, Isaías, Daniel o cualquier otro, podía traer a la obra del Señor su propia destreza, sabiduría o habilidad. En otras palabras, lo que aquellos profetas predicaron no fue su propia habilidad, sabiduría ni destreza, sino a Jehová, quien venía sobre ellos y a las palabras de Jehová. Además, en el Nuevo Testamento, Pedro, Jacobo, Juan y Pablo no podían añadir nada de ellos mismos al servicio del Señor. Lo que ellos ministraban a los santos y a las iglesias era solamente Cristo mismo. Este punto tiene que estar bien claro.

La cruz trabaja en nosotros para tratar específicamente con este asunto; nos quebranta y nos aniquila para tratar con este punto mismo. La cruz quebranta nuestra propia sabiduría y derriba nuestra persona que es tan capaz. ¿Por qué? Debido a que si nuestra destreza, sabiduría y habilidad no son subyugadas por el Señor, lo que hagamos definitivamente será de nosotros mismos y no del Señor. Por ejemplo, si Dios hubiese usado a Moisés a la edad de cuarenta años para salvar a Israel, su servicio hubiese estado lleno de su propia habilidad, destreza, sabiduría y conocimiento. Por ende, Dios le permitió chocar contra la pared. Ésa fue la cruz que quebrantó su talento, habilidad, sabiduría y destreza. Moisés fue un príncipe en el palacio y un capitán en el ejército. Sin embargo, fue disciplinado y se convirtió en un peregrino y en un pastor en el desierto. Dios utilizó todas estas experiencias para quebrantarlo.

Tenemos que ver que cuando servimos en la iglesia y participamos en la obra del Señor, de ninguna manera podemos ministrar lo que poseemos en nosotros mismos. En cualquier momento en que mezclemos lo que tenemos con el servicio del Señor, la cruz vendrá a nosotros. Esto es muy difícil de entender, porque Dios desea que trabajemos en Su obra, pero no quiere lo que nosotros tenemos.

El otro lado de este asunto es que aunque el Señor no desea usar lo que tenemos, Él quiere que le seamos útiles. Después de mucha consideración ante el Señor, creo que el asunto de ser “útil al dueño” tiene mucho que ver con el carácter de una persona. Nuestro talento y habilidad no se deben mezclar con el servicio del Señor. Sin embargo, nuestro carácter puede determinar si somos adecuados para ser útiles al Señor. El carácter de algunas personas le es útil, mientras que el de otros no. Aunque los que sirven al Señor no pueden traer lo que tienen al servicio, su carácter sí tiene que ser adecuado para el uso del Señor. Por esta razón, he estado repitiendo que para que seamos útiles al Dueño, tenemos que edificar un carácter que sea útil para Él. Hermanos y hermanas, tenemos una gran responsabilidad en este asunto.

(Carácter, capítulo 5, por Witness Lee)