LA DIFERENCIA Y LA RELACIÓN
QUE EXISTE ENTRE EL CARÁCTER Y LA VIDA
Permítanme ilustrarles la diferencia que existe entre el carácter y la vida. Consideren a una hermana que le gusta contar chismes, hablar mucho y que siempre está descontenta con los demás. Tal condición indica una carencia de vida, no de carácter. Otra hermana raras veces habla o se enoja, porque tanto su lengua como su carne han recibido el trato de la cruz. Sin embargo, es descuidada en su vivir y causa incomodidad a los que están a su alrededor. Cuando otros murmuran, ella no se enoja ni los condena. Esta hermana puede ser excelente en vida, pero carece de una cosa: un carácter apropiado. Este ejemplo muestra la diferencia entre el aspecto de la vida y el aspecto del carácter.
Sin embargo, tenemos que darnos cuenta de que la vida y el carácter no son independientes el uno del otro. La vida divina puede influir en nuestro carácter y en muchas ocasiones, hasta puede reemplazarlo. No obstante, el carácter no puede afectar la vida divina ni puede sustituirla. A menudo, la espiritualidad de una persona espiritual se convierte en su carácter y reemplaza su carácter. Éste fue el caso del Señor Jesús. El carácter del Señor Jesús fue casi una expresión de Su vida. Podemos decir que los aspectos del carácter del Señor, según se relatan en Marcos, eran la expresión de Su vida. En otras palabras, la mayor parte de Su vida fue también Su carácter.
No obstante, no podemos decir que el carácter es la vida, porque hasta un incrédulo tiene su carácter. Por ejemplo, la sobriedad de cierta persona es parte de su carácter, no de su vida. La espiritualidad de una persona espiritual, la cual resulta de permanecer en el Señor, puede hacerlo sobrio. El carácter de un cristiano no puede ser solamente su carácter. No debemos exhibir sobriedad, meticulosidad y consideración para con otros sólo de manera externa, sin tener nada de la vida interior. Debemos tener tanto la vida como el carácter. De hecho, debemos ir un paso más allá: nuestra vida y nuestro carácter deben compenetrarse y ser uno solo. Aunque el carácter no es igual a la vida, la vida puede convertirse en una gran parte de nuestro carácter. Soy cortés porque vivo en Cristo; también soy sobrio porque vivo en Cristo. Puedo ser cuidadoso porque Cristo es mi meticulosidad y puedo ser regulado porque Cristo es mi regulación. Por ende, la vida y el carácter se han hecho uno en mí.
Por lo general, una persona que ama al Señor, al principio busca la vida. Luego, gradualmente se da cuenta que su carácter es lo que lo limita impartir el Señor a otros. Entonces cambia la manera de conducirse; es decir, comienza a desarrollar su carácter. Al principio, este tipo de edificación del carácter es mayormente un esfuerzo humano. Pero a medida que crece en el Señor y la vida interior se fortalece, su carácter es introducido poco a poco en la vida. Con el tiempo, la vida dentro de él se mezcla con su carácter exterior. Al llegar a este punto, su sobriedad exterior procede de su vida interior. Su cortesía exterior y su sentido de orden también son el resultado de la vida que está en su interior. Su carácter está constituido predominantemente con el elemento interno de vida. Ésta fue la realidad de nuestro Señor cuando estaba en la tierra y tiene que haber sido la realidad de Pablo. Nuestra necesidad actual delante del Señor es prestar atención al hecho de que en el servicio del Señor, si no tenemos vida, entonces no tenemos nada que ministrarle a otros. De igual manera, si tenemos solamente vida pero carecemos de un carácter apropiado, no hay manera de ministrar. En el servicio del Señor existe la necesidad tanto de vida como la de un carácter apropiado. Por lo tanto, tenemos que edificar cabalmente nuestro carácter y nuestra conducta humana.
(
Carácter, capítulo 3, por Witness Lee)