IV. IMPARTIDA EN NUESTRO CUERPO
Romanos 8:11 dice que el Espíritu del propio Dios que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivifica nuestro cuerpo mortal, nuestro cuerpo moribundo, por el Espíritu que mora en nosotros. La palabra mortal usada en este versículo no sólo implica muerte, sino también debilidad. El cuerpo mortal es un cuerpo debilitado y moribundo. Romanos 7 llama a nuestro cuerpo caído el cuerpo de esta muerte (v. 24). Aun a este cuerpo débil, moribundo y mortal, un cuerpo de muerte, puede dársele vida.
Hasta ahora, podemos ver que la vida divina mencionada en Romanos 8:2 es impartida o depositada en nuestro espíritu en el versículo 10 y se extiende a nuestra mente en el versículo 6. Luego, se imparte a nuestro cuerpo mortal en el versículo 11. Por consiguiente, la vida divina se imparte a las tres partes de nuestro ser.
A. Por el Espíritu de Dios
que mora en nosotros
La impartición de la vida a nuestro cuerpo mortal la lleva a cabo el Espíritu que mora en nosotros. Sin que el Espíritu more en nosotros, la vida no puede extenderse del centro de nuestro ser a la circunferencia del mismo. El centro de nuestro ser es nuestro espíritu, y nuestro cuerpo es nuestra circunferencia. Por consiguiente, la vida divina primero es impartida en el centro de nuestro ser, y de ahí se extiende a la circunferencia. Entonces nuestro cuerpo es vivificado mediante el Espíritu que mora en nosotros.
B. Vivifica nuestro cuerpo mortal
Ya hemos abarcado este asunto, pero cuando presentemos esta lección, debemos detenernos en este punto. Muy pocos cristianos saben que la vida divina puede ser impartida incluso a su cuerpo. Debemos darles a los santos algunos ejemplos que les expliquen esto. Algunas veces en la tarde, después del trabajo, podemos estar cansados y debilitados; así que pensamos que no podemos ir a la reunión. Pero si ejercitamos nuestro espíritu orando a fin de contactar al Señor, eso hará que el Espíritu, quien mora en nosotros, opere en nuestro ser. Espontáneamente la vida divina se impartirá a nuestro cuerpo debilitado y lo vigorizará. Entonces, físicamente tendremos las fuerzas para asistir a la reunión. Ésta es una prueba de que la vida puede ser impartida en nuestro cuerpo debilitado.
El hermano Watchman Nee ponía esto en práctica. Él tenía problemas cardíacos que mantenían su cuerpo en una condición de extremo agotamiento. Muchas veces mientras compartía, esa dolencia se acrecentaba. Con seguridad, en ese momento ejercitaba su espíritu para permitir que el Espíritu, quien moraba en él, vitalizara o vivificara su cuerpo debilitado a fin de que éste no se presentara como un obstáculo ni un retraso para su ministerio. Sin duda, experimentaba la vida divina impartida de su espíritu a su cuerpo debilitado. También podemos dar testimonio de nuestras experiencias en esta área. Nuestro cuerpo débil, moribundo o enfermo puede ser vitalizado por la vida divina mediante el Espíritu que mora en nosotros.
(Lecciones básicas acerca de la vida, capítulo 13, por Witness Lee)