IV. OFRECER CRISTO COMO NUESTRO HOLOCAUSTO
A DIOS SEGÚN NUESTRAS EXPERIENCIAS DE ÉL
Debemos ofrecer Cristo como nuestro holocausto a Dios según nuestras experiencias de Él. Dos versículos que muestran esto son 1 Pedro 2:5 y Hebreos 13:15. En 1 Pedro 2:5 se nos habla de ofrecer “sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. Estos sacrificios espirituales son Cristo mismo en todos los distintos aspectos de Sus riquezas como realidad misma de todos los sacrificios de los tipos antiguotestamentarios. En particular, los sacrificios espirituales incluyen a Cristo como realidad del holocausto. Hebreos 13:15 dice: “Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Él, sacrificio de alabanza”. Ambos versículos indican que podemos ofrecer Cristo como nuestro holocausto a Dios únicamente en la medida en que hayamos experimentado a Cristo en Sus experiencias.
Si experimentamos a Cristo en Sus experiencias, no sólo tendremos algo de Cristo que ofrecerle a Dios, sino que también podremos ofrecerlo conforme a un procedimiento que concuerde con nuestras experiencias. Supongamos que usted ofrezca a Cristo como novillo. Primero, usted lleva esta ofrenda al altar, al matadero; luego, la mata, la desuella y lava sus piernas y sus partes internas. Este procedimiento será un repaso de la experiencia que usted ha tenido de Cristo en Sus experiencias de ser llevado al matadero, ser degollado y ser desollado y lavado. En su vida diaria, usted ha experimentado a Cristo de esta manera, y ahora, mientras ofrece Cristo como holocausto a Dios, usted repasa dichas experiencias. Por consiguiente, la manera en que usted presenta su ofrenda constituye una exhibición de la experiencia que ha tenido de Cristo.
Los testigos de tal repaso y exhibición ciertamente se llevarán una buena impresión de ello. Por supuesto, como estamos carentes de este tipo de experiencias, no presenciamos esto muy a menudo. No obstante, en las reuniones a veces oímos una alabanza o un testimonio que es un repaso y una exhibición de la experiencia que un hermano ha tenido de Cristo, y admiramos esa alabanza o testimonio.
Por lo general, el holocausto que ofrecemos a Dios en nuestras reuniones es una ofrenda que consta de dos palominos. Tanto el sacrificio en sí como la manera en que se ofrece es pobre. Esto se debe a que nos hace falta experimentar a Cristo como holocausto. Si estamos carentes de las experiencias de Cristo, no tendremos nada que repasar o exhibir; pero si, por el contrario, experimentamos ricamente a Cristo en Sus experiencias, podremos seguir un procedimiento en el cual repasamos y exhibimos nuestras experiencias de Cristo. Este repaso y exhibición son un tesoro a los ojos de Dios.
Debemos experimentar a Cristo y luego, ofrecérselo a Dios. Experimentar a Cristo en Sus experiencias equivale a seguir Sus pisadas. Esto es vivir a Cristo, con lo cual repetimos la misma vida que Él llevó en la tierra. Si vivimos a Cristo, ciertamente acumularemos muchas experiencias de Cristo. Así, cuando vayamos a ofrecer a Dios el Cristo que hemos experimentado, lo haremos en conformidad con un procedimiento de repaso y exhibición, procedimiento que será impresionante no sólo para los hombres sino también para los demonios y los ángeles, y sobre todo, para Dios. A Dios le agrada ver que Sus hijos le ofrezcan a Su Hijo mediante un procedimiento en el que se repasen y se exhiban las experiencias que ellos han tenido de Cristo en su vida cotidiana. ¡Cuán maravillosas serían las reuniones de la iglesia si en ellas abundara este tipo de ofrendas!
En cuanto a la adoración, el Nuevo Testamento nos presenta palabras y principios claros, pero no nos proporciona los detalles que vemos en los tipos antiguotestamentarios, sobre todo, los tipos presentados en Levítico. Por ejemplo, en Juan 4:23 y 24 el Señor Jesús nos dice que la adoración genuina consiste en adorar a Dios en espíritu y con veracidad, y en 1 Corintios 14 Pablo nos da ciertos principios relacionados con la manera en que debemos reunirnos. Sin embargo, ni en Juan 4 ni en 1 Corintios 14 encontramos los detalles acerca de cómo adorar o cómo reunirnos. Para conocer estos detalles, debemos considerar los tipos que se hallan en Levítico.
El libro de Levítico provee muchos detalles acerca de la adoración a Dios. Ofrecer el holocausto y las demás ofrendas equivale a adorar a Dios. Dios quiere que lo adoremos ofreciéndole el Cristo que es la realidad de las ofrendas. Dios no quiere un pueblo que le adore postrándose, arrodillándose, o meramente cantándole y alabándole. La adoración genuina, la adoración que satisface el corazón de Dios, consiste en acudir a Él y adorarlo ofreciéndole el Cristo que hemos experimentado, y que se lo ofrezcamos en conformidad con nuestras experiencias, esto es, repasando las experiencias de Cristo que hemos tenido en nuestra vida cotidiana. Ésta es la adoración que el Padre busca, la adoración que Él desea.
El Padre desea que lo adoremos ofreciéndole a Su Hijo en conformidad con un procedimiento en el que repasemos nuestras experiencias. Esto requiere mucha experiencia. Damos gracias al Señor por habernos mostrado en Levítico que necesitamos experimentar a Cristo en Sus experiencias, de modo que no sólo lo presentemos a Él como nuestro holocausto, sino que además hagamos esto en conformidad con un procedimiento en el que presentemos Cristo a Dios al repasar las experiencias que hemos tenido de Él.
Quizás usted sienta que le es imposible experimentar a Cristo en Sus experiencias como holocausto. Sin embargo, en Filipenses 3:10 Pablo nos dice que podemos ser configurados a la muerte de Cristo si experimentamos el poder de la resurrección de Cristo, el cual nos sostiene y fortalece. En uno de sus himnos, A. B. Simpson dice: “Dulce es morir con Cristo / Si vivo en resurrección” (Himnos, #199). Si recibimos la visión respecto a experimentar a Cristo en Sus experiencias y sentimos deseos de llevar tal vida, debemos tener la fe de que el mismo Cristo que presenta Sus experiencias a modo de ejemplo reside ahora en nosotros como nuestro suministro de vida. Dentro de nosotros tenemos un suministro todo-suficiente, y este suministro es el Espíritu de Cristo en Su resurrección. Ésta fue la razón por la cual Pablo pudo decir: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (Fil. 4:13). Así pues, ya que Cristo está en nosotros y a favor nosotros, no debemos desanimarnos.
En cuanto al holocausto, debemos experimentar a Cristo en Sus experiencias. Entonces Dios aceptará lo que le ofrezcamos como holocausto. Pero ¿cómo podemos experimentar a Cristo de esta manera? No podemos hacer esto en nosotros mismos, pero sí podemos hacerlo por medio del Cristo resucitado que mora en nosotros, quien es la resurrección. En Él y por Él podemos hacer todo lo referente a experimentar a Cristo como holocausto. En Él y por Él podemos llevar una vida vencedora en nuestra vida matrimonial y en nuestra vida de iglesia, en la cual superamos todas las dificultades en la vida familiar y todos los problemas en la vida de iglesia. Todo lo podemos en Aquel que nos reviste de poder. Por consiguiente, podemos experimentar a Cristo en Sus experiencias para luego ofrecérselo como holocausto a Dios.
(
Estudio-vida de Levítico, capítulo 9, por Witness Lee)